La Moncloa ha ido confirmando los cargos que tendrán Pablo Iglesias y el resto de sus correligionarios en el Gobierno de coalición que estrena este modelo en la democracia española. Una serie de notas oficiales han ido confirmando nombres y carteras empezando por los de la filtración previa desde las filas de Podemos de que su secretario general será vicepresidente no sólo social, sino encargado de la Agenda 2030, con Ione Belarra como secretaria de Estado. Y con ello, de todas las políticas de reequilibrio social.

O al menos eso creía él, que a su papel de Robin Hood -"más impuestos a los ricos para cambiar la vida de la gente trabajadora"- veía con celebración cómo podía añadir la visibilidad internacional del rol de embajador planetario para la Agenda 2030. Un ambicioso programa de Naciones Unidas, con la que quizá ni soñaba el líder morado dentro de sus competencias.

Lo que pasa es que el resto de los goteos de noticias del jueves, viernes y sábado han ido demostrando que Pedro Sáchez le tenía preparada un bosque de Sherwood con overbooking de árboles en el que tendrá que abrirse paso a codazos para que se le vea.

El primer despliegue por capítulos del cuaderno azul del presidente llegaba pocos minutos después de filtrarse que Sánchez había llamado a Quim Torra en tanto que president, más allá de que la Junta Electoral Central haya dicho que está inhabilitado por su condena por desobediencia.

Las estrategias comunicativas de Iván Redondo ya son conocidas. Pero las estrategias envolventes del líder socialista, amigo de demostrar su poder con sorpresas para todos -hasta para sus socios-, también son famosas. De hecho, en Podemos hay un enfado sordo con el anuncio de la cuarta vicepresidencia, que se le ocultó a Iglesias durante los dos meses de negociación.

Vicepresidencias solapadas

A Sánchez ya no le importa que sea evidente que habrá "dos gobiernos en uno", eso de lo que tanto huía y por lo que llegamos a la repetición del 10-N. Porque ha rodeado a su socio de vicepresidentas, y una de ellas Teresa Ribera, le disputará el foco global con la cartera de Transición Ecológica... que invade parte de las supuestas competencias de la Agenda 2030. Teóricamente, el líder de Podemos está por encima, y será el representante español en la próxima cumbre COP26 de Glasgow, pero es evidente que habrá solapamiento.

Otra de las razones por las que el presidente del Gobierno no "podía dormir" si formaba este gabinete era que la formación morada quería llevarse toda la parte social del pastel gubernativo, eso que define a un Ejecutivo socialista. Temía desdibujar al PSOE dejando el campo abierto a los morados para que presumieran de "cambiar la vida de la gente" mientras que Nadia Calviño y su equipo se limiten a rendirse a los contrapesos rigurosos que vienen de Bruselas.

Julio Rodríguez, jefe de Gabinete; Nacho Álvarez, y Ione Belarra, secretarios de Estado de Economía Social y de Agenda 2030.

Sin embargo, eso tampoco parece importar ya. Haciéndose cargo de la chapita redonda de colores que simboliza el programa de Naciones Unidas para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Pablo Iglesias logrará ser el héroe de los desfavorecidos en España, y codearse con grandes dirigentes internacionales en foros de prestigio global.

La competencia que se le entrega al líder de Podemos se desgaja del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, que era el encargado de gestionar las relaciones del Ejecutivo español con el resto de gobiernos mundiales para la coordinación y comunicación de las políticas.

Según las fuentes consultadas en el partido morado, la asunción de esta cartera hará de Iglesias el gestor directo de todo lo que tiene que ver con la Dependencia, la Infancia, la Juventud, las Rentas Mínimas... aunque lo cierto es que la cartera que fue de Josep Borrell se queda con su último apellido, "cooperación", con el añadido de que Moncloa ha confirmado que debe entenderse como "diplomacia económica". En el partido morado, en todo caso, no hay preocupación en este campo.

El pin 2030

Desde su llegada a la Moncloa, en junio de 2018, Sánchez y sus ministros no han dejado de colocarse el pin en la solapa de la Agenda 2030, hasta los perfiles oficiales de los ministerios -e incluso el del PSOE- en las redes sociales se vistieron de esos colores.

Lo hicieron -hasta que la ONU les llamó la atención- porque formaba parte de la apuesta comunicativa de los socialistas, un marchamo benéfico internacional, lastrados como estaban por una situación parlamentaria de minoría y con poca capacidad de sacar adelante políticas concretas.

Pedro Sánchez, en el inicio de la campaña del 28-A, con el pin de la Agenda 2030 en la solapa. ADP

Pero desde que se sustanció el acuerdo definitivamente, presentado por los dos líderes en la primera semana de enero, es Iglesias el que luce la chapita. Y el que tendrá en su futuro despacho un almanaque con los 17 objetivos firmados por España y el conjunto de la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2015. Éstos son:

1. Erradicar la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.

2. Poner fin al hambre, conseguir la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, y promover la agricultura sostenible.

3. Garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos y todas en todas las edades.

4. Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos.

5. Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas.

6. Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos.

7. Asegurar el acceso a energías asequibles, fiables, sostenibles y modernas para todos.

8. Fomentar el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos.

9. Desarrollar infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible, y fomentar la innovación.

10. Reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos.

11. Conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

12. Garantizar las pautas de consumo y de producción sostenibles.

13. Tomar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.

14. Conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, mares y recursos marinos para lograr el desarrollo sostenible.

15. Proteger, restaurar y promover la utilización sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar de manera sostenible los bosques, combatir la desertificación y detener y revertir la degradación de la tierra, y frenar la pérdida de diversidad biológica.

16. Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles.

17. Fortalecer los medios de ejecución y reavivar la alianza mundial para el desarrollo sostenible.

Como se ve, por la redacción de los objetivos, parece un programa hecho a la medida de aquello en lo que se ha ido convirtiendo Podemos en los últimos tiempos: un partido menos centrado en la revisión del régimen surgido de la Transición, y más centrado en propuestas concretas; menos ideologizado en lo político y más amalgama de la traducción de los movimientos sociales en políticas.

Así, el cambio climático, el feminismo, la reindustrialización sostenible... han sido tomadas como banderas propias para darle una pátina distinta a las reivindicaciones clásicas de la izquierda: el empleo digno y la redistribución de las cargas fiscales para que la riqueza "esté subordinada al interés general", ese artículo 128 de la Constitución Española que Iglesias no deja de repetir cada vez que se le recuerda que para él la Carta Magna del 78 fue una vez "un candado" que había que descerrajar.

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