Manuel García Bofill (Barcelona, 1959) se asomó a la balconada de la sede de Ciudadanos para seguir en directo la rueda de prensa de José Manuel Villegas, secretario general en funciones. Su compañero anunciaba el ajuste orgánico que lo ha sacado de las tuberías. Este filósofo aficionado al marketing, siempre a la sombra del despacho y los estatutos, presidirá la gestora. O dicho de otra manera: regentará la malherida formación hasta que las primarias de marzo consumen el desembarco de Inés Arrimadas.

Su nombre apenas arroja resultados en Google. La web de Ciudadanos no detalla su trayectoria. Y en Twitter sigue a más gente de la que le sigue. Es el hombre archiconocido dentro; el tipo que a nadie suena fuera. Generalmente recluido las reuniones internas, sin contacto con los medios, este miércoles quiso escuchar de primera mano la comparecencia de su jefe directo, Villegas. Aquellas palabras lo colocaban en el borde del trampolín.

De aquí a quince días, "Bofill" -así le llaman en el partido- deberá convocar el Consejo General, único órgano vivo tras la disolución de la Ejecutiva. Debido a ese cargo que ostenta desde 2011, se ha visto empujado estatutariamente a la presidencia de la gestora. Deberá presentar una lista de diez a quince miembros para que le acompañen en el trayecto.

"Es aparato en vena. Lo ha sido desde que nació el partido. Uña y carne con Villegas. Es algo así como la encarnación de los estatutos. Conoce mejor que nadie las tripas de Ciudadanos", relata un exmandatario.

Bofill, primero coordinador de una agrupación de distrito en Barcelona, fue nombrado secretario general de la organización en 2007, justo cuando Rivera fue reelegido presidente por primera vez. Ahí se gestó su estrecha confianza con quienes han mandado hasta ahora.

"Fue listo y se alineó con el 'riverismo' desde el principio. En aquella época, debatíamos mucho. Eran discusiones fuertes. Supo elegir. Es cauteloso y muy desconfiado. No se fía ni de su madre. Eso, en este mundo, es una virtud", cuenta un importante integrante de aquel Ciutadans.

Bofill -le definen sus actuales compañeros- "es el típico gabinetero que afronta los Congresos internos plenamente consciente de cuáles son las facciones enfrentadas y de qué porcentajes de apoyo tiene cada una".

Esta vez no deberá confrontar. "Y él lo sabe". La cúpula le ha encomendado pilotar una "transición tranquila", sin alharacas. Se trata de proteger la estructura hasta que Arrimadas haya confeccionado su equipo. "No mandará. Siempre rinde cuentas a Villegas. Y Villegas quiere que la sucesora sea Arrimadas", relata un miembro de la extinta Ejecutiva.

"No tiene ambiciones. No busca el sillón ni un hueco en el próximo proyecto. Él trabaja desde dentro y ahí es donde está más cómodo. Por eso es idóneo", asevera uno de sus colaboradores.

Su camino sólo entraña una dimisión. Fue en 2009, cuando dejó la secretaría general por el batacazo de Ciudadanos en las elecciones europeas, que sucumbió al tirón de UPyD. Varios militantes catalanes, en conversación con este diario, describen a Bofill como "principal muñidor del pacto con Libertas".

Bofill, arguyen sus conocidos, es callado, pero socarrón en las distancias cortas: "Fino, pragmático y listo". Por contra, "no maneja bien la proyección del mensaje en los medios de comunicación": "Quizá, aunque presida la gestora, actúe otra persona como portavoz. Eso está por ver".

Noticias relacionadas