Berlín

En su breve estancia en la prisión de Neumünster, en marzo del año pasado, pocos políticos alemanes fueron a ver a Carles Puigdemont. Uno de ellos fue Bernd Lucke, en su día fundador del partido Alternativa para Alemania (AfD). Lucke, seguramente en busca del protagonismo político perdido tras haber dejado AfD por el escoramiento de la formación a la extrema derecha, acudió a solidarzizarse con el político prófugo. Hoy, sin embargo, tiene que luchar por sus propios derechos y libertades: concretamente la libertad de cátedra.

En la Universidad de Hamburgo, donde es profesor de Macroeconomía II, Lucke se está topando en las primeras semanas del curso académico con escraches de antifascistas que le impiden dar clase con normalidad. De hecho, ya ha tenido que dejar la tribuna por el boicot que le hacen unos jóvenes que le reprochan su contribución en la génesis de AfD. “Alguien así no pertenece a la Universidad”, dicen de Lucke. Para ellos es un “fascista”.

En 2013, Lucke fundó con un grupo de economistas AfD como un partido euroescéptico. AfD era entonces una formación crítica con las políticas de rescates de la Unión Europea. Pero en 2015 se hicieron con la dirección los hoy responsables del partido. Éstos son los que han llevado a AfD a la derecha de la derecha. Para captar electores decepcionados con las políticas de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel han abrazado la xenofobia aprovechando el contexto de la crisis de los refugiados.

Tras dejar la AfD, Lucke trató de resucitar políticamente en dos ocasiones creando nuevos partidos. Pero eso no evitó que tanto él como sus iniciativas cayeran en la irrelevancia. Visitar a Puigdemont en prisión, por más que éste se autodeclare   “luchador contra la violencia, el fascismo y la xenofobia”, tampoco le ayudó.

Ahora Lucke es noticia por ser incapaz de convencer a sus alumnos de que la AfD que fundó nada tiene que ver con la AfD actual, a la que los antifascistas califican de “nazi”. Ante los estudiantes izquierdistas no ha podido reciclar su imagen.

El calor de la extrema izquierda 

Puigdemont sí ha logrado, paradójicamente, ganarse a la extrema izquierda alemana, en la que se sitúan ideológicamente los “antifascistas” que protestan contra Lucke. “En Alemania, en general, la izquierda que está a la izquierda del Partido Socialdemócrata (SPD) tiene una idea equivocada de la situación en Cataluña. Hacen consideraciones sobre España y sobre Cataluña bajo la perspectiva de la España de Franco”, manifiesta a EL ESPAÑOL Josef Janning, responsable de la oficina en Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), un think tank europeísta.

A la izquierda del SPD está Die Linke, partido al que pertenecen Dieter Dehm y Zaklin Nastic, los diputados que se han empeñado en vano en llevar al Bundestag el conflicto catalán. Dehm y Nastic también fueron a ver a Puigdemont cuando estaba encarcelado en Neumünster.

“En su mayoría, los partidos que han apoyado a los separatistas catalanes son pequeños partidos, nacional-populismos que convergen con los populismos de izquierdas”, dice a EL ESPAÑOL Teresa Freixes, catedrática de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona.

También está a los mandos de una formación pequeña y populista pro-Puigdemont el excéntrico político británico Nigel Farage. Después de haber sido uno de los artífices del brexit al frente del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), Farage dejó la política en 2016 para volver recientemente como líder del Partido del Brexit.

A Farage, la sentencia del Supremo a los cabecillas del procés y la violencia vivida la semana pasada en las calles de Barcelona no le han hecho cambiar de opinión sobre los separatistas catalanes, por quienes no oculta su simpatía. De hecho, hace unos días lamentaba que el Parlamento Europeo no debatiera sobre el encarcelamiento de los líderes independentistas condenados. “Son euroescépticos, así que no les importan a nadie”, según Farage.

Kurdos, hongkoneses... y catalanes

El político francés Benoît Hamon, líder de Génération.s, un partido creado en 2017 para “refundar y reunir” a la izquierda en Francia, también simpatiza con la causa separatista catalana. Hace unos días, tuiteaba a cuenta de las protestas en Cataluña: “Los valientes son aquellos que perciben la oscuridad de su tiempo como un asunto que les concierne”. Citaba en ese mensaje a la pensadora Cynthia Fleuri y se refería a los kurdos, hongkoneses, chilenos... y catalanes. Hamon fue en su día partícipe de la debacle del Partido Socialista (PS) francés. Fue ministro durante dos años bajo la presidencia de François Hollande

Ahora bien, “los gestos de apoyo a la causa separatista son gestos que se hacen a título individual en Francia. No es un movimiento generalizado”, dice a EL ESPAÑOL Barbara Loyer, profesora del Instituto Francés para la Geopolítica de la Universidad de Paris VIII.

“Quienes apoyan al separatismo quieren defender al débil del poderoso”, abunda Loyer. A su entender, el pequeño colectivo francés solidario con Puigdemont y compañía, reunido en Francia Insumisa –donde cabe desde el nacionalismo de izquierdas, al eco-socialismo pasando por la militancia antiglobalización–, “no quiere oír” que el poder de las instituciones en Cataluña está en manos de los políticos independentistas desde hace 40 años.

Mateo Salvini es otro amigo de la causa separatista catalana. De ahí que hace unos días enviara “recuerdos” al pueblo de Cataluña, “tierra donde el voto cuenta”, durante un mitin en Roma. “El separatismo siempre ha sido parte esencial de la Liga, su mirada al problema catalán es el de la antigua Liga Norte”, estima Janning.

Salvini, Hamon, Dehm y el resto de políticos que se siguen solidarizando con Puigdemont y los suyos forman un colectivo tan heterogéneo y estrafalario que parece imposible que puedan resultar de alguna utilidad a la causa separatista. Más aún cuando se trata de apoyar a una Cataluña que tiene su Casa de la República en Waterloo. A alguno incluso, como Bernd Lucke, le han acabado motejando de fascista.

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