Poco ha tardado el presidente del Gobierno en convertirse en el candidato Sánchez. Si el viernes anunciaba su decisión de convocar elecciones anticipadas para el próximo 28 de abril, este mismo martes ya tenía todo preparado para un acto electoral en Madrid. Rodeado de su plana mayor de ministros, todos los fieles del PSOE (y algún infiel, como el expresidente manchego José María Barreda), Sánchez ha vendido una España maravillosa, basada más en el desideratum electoral que en las realidades.

A medio camino entre lo que el presidente reivindica como su legado de ocho meses en el Gobierno y lo que el candidato propone como plan de una legislatura "que nos lleve a cumplir la Agenda 2030", el PSOE ha lanzado su carrera hacia las urnas repleto de optimismo y aplausos al líder.

El acto, celebrado en La Próxima Estación -un local junto al río Manzanares, en Madrid- ha estado estructurado en seis pequeños discursos de ciudadanos que ejemplificaban los mensajes fuerza que el PSOE quiere para atrapar a los votantes que "quieren a España" y desean construir "la España que quieren". Y en ese país "solidario, feminista, diverso y cohesionado" no caben "la crispación y mucho menos el insulto".

Pedro Sánchez, en la presentación de la precampaña electoral del PSOE.

Porque el empeño de la escenografía -sobria, con las siglas del partido unidas a un corazón blanco sobre fondo rojo... y ni rastro del puño y la rosa-, y de las intervenciones de una joven investigadora en el extranjero, un jubilado, una emprendedora, un profesor universitario, una médico y una activista transexual era demostrar que "el 28-A tenemos que decidir entre dos modelos de país", según dijo Sánchez. "Uno, en el que cabemos todos y otro, en el que sólo caben las derechas por imposición". Una, "luminosa", y la otra, "en blanco y negro".

Curiosamente, Sánchez no ha explicado la razón que lo llevaba a ese atril a escuchar el pistoletazo de salida para salir en la carrera electoral: el fracaso de sus Presupuestos y de su diálogo con los partidos independentistas. Ni lo uno lo utilizó como ejemplo de su programa electoral, ni lo otro siquiera lo mencionó.

Porque la idea fuerza que quiso que los asistentes se llevaran fue que "la joya de la corona" de sus nuevos Presupuestos sociales, si es que renueva en Moncloa, será "la educación pública" para cohesionar una España vertebrada en torno a la "investigación, la innovación y la igualdad de oportunidades".

El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta del PSOE, Cristina Narbona. ADP

Es reseñable que el presidente no reivindicara sus cuentas públicas, ésas que defendió con discurso encendido su ministra de Hacienda, María Jesús Montero -una de las más aplaudidoras y aplaudidas de la cita-, hasta el miércoles pasado en el Congreso. Sino que anunciara como "primera medida de mi próximo Gobierno" la aprobación de "unos Presupuestos sociales".

Y en cuanto al asunto catalán, ni una mención, nada, cero. Lo más cercano que estuvo Sánchez de citar a sus socios de la moción de censura que, finalmente, hicieron caer su Ejecutivo hace menos de una semana fue una frase que repitió un par de veces: "Queremos una España de la que nadie tenga que irse y de la que nadie quiera irse". Un hallazgo discursivo de su equipo electoral para aunar en un solo eslogan la apuesta social y territorial, ponerlas en el mismo plano y que nadie se sienta ofendido.

Y sólo en otro punto el presidente se acercó a la grieta estructural que separa al separatismo catalán del resto de España. Lo hizo, de nuevo, al desarrollar su proyecto social para construir una España "en la que la justicia social y la dignidad laboral sirvan de argamasa para la cohesión de todos".

El director de EL ESPAÑOL, Pedro J. Ramírez, departe entre risas con el ministro de Exteriores, Josep Borrell. ADP

Como todo buen mitin de campaña, el ambiente festivo, las sonrisas y los aplausos acompañaban a un elenco de invitados de la política, la empresa y los medios, entre ellos, Pedro J. Ramírez. Al director de EL ESPAÑOL, en filas preferentes, se le pudo ver en animada charla con Ábalos, Borrell y Calviño, antes y después del acto. 

Todos ellos -de Guirao a Celaá, y de Robles a Batet, pasando por Valerio, Maroto, Delgado y la vicepresidenta Calvo- rezumaban el optimismo de las encuestas y del mensaje principal con el que salen de la Moncloa: volveremos porque lo hecho es bueno y porque lo no hecho ha sido por culpa de otros: unos, por excluyentes y líderes de la España retrógrada y otros, por miedo a hablar de verdad de soluciones... las que dice tener el PSOE.

Nada se dijo desde el atril, y poco en los corrillos posteriores, a propósito del frenazo en el crecimiento económico, del juicio al procés, de la subida del paro en enero o de la caída en las reservas turísticas. Tocaba sonreír a la campaña electoral. Y felicitarse por una España que los socialistas dicen haber reenamorado.