En poco tiempo, Pablo Iglesias ha tenido que tapar demasiadas vías de agua. Las dimisiones de líderes en Cataluña por ser demasiado independentistas; el descalabro de Andalucía el 2-D; los Presupuestos que Pedro Sánchez pactó y ahora incumple en varios puntos... y la bomba de Íñigo Errejón.

Este lunes a primera hora hay reunión del Comité Ejecutivo de Podemos. El partido ya ha querido "pasar página" y fuentes de la dirección se esfuerzan en señalar cómo los barones territoriales han salido en masa a defender la ortodoxia. "Hasta los más errejonistas", como País Vasco y Murcia, insisten los portavoces del partido.

La batalla ahora ha pasado al terreno mediático. Pocos fines de semana ha habido tanta profusión de comunicados, notas, mensajes, vídeos, audios y tuits para marcar agenda. En realidad, para desviarla del conflicto. Así, Pablo Echenique ha puesto en valor "el trabajo para hacer los programas electorales", para lo que reunió el sábado a sus candidatos a las elecciones de mayo. Y, de paso, ha dado algún palo a Vox

Por su parte, Errejón, que salió de su silencio este sábado por la noche en laSexta Noche, ha señalado como núcleo de su mensaje que que "las ideas son más valiosas que mantener el escaño, porque los puestos vienen y van".

Y también ha tratado de "pasar página" pidiendo la vez en el asunto electoral, como reclamando que se le escuche en tono de candidato, no de protagonista de un conflicto: "Aguirre, González, Cifuentes... El problema no es de caras, el problema es el PP", rezaba un mensaje enviado a los periodistas suscritos a su canal de Telegram recién estrenado junto a Manuela Carmena en Más Madrid.

Pero, todo hay que decirlo, su intento ha tardado seis párrafos en encontrar hueco dentro de esta información...

Todo viene de lejos

Los conflictos internos en Podemos son tan viejos como el partido, dada su estructura asamblearia y de aluvión. Al nacer, la formación morada ya era un pequeño frankenstein que reunía en sus círculos a anticapitalistas, viejóvenes comunistas, socialdemócratas de amplio espectro y arribistas del chavismo. Todos treintañeros y animados por la mística de las revoluciones rojas de Latinoamérica -más allá de que ninguna triunfara más que en el campo de batalla, jamás en el del bienestar social-. Algunos recién salidos del doctorado universitario y otros del activismo callejero...

Entre el fin de la semana pasada y el inicio de ésta, Podemos está pasando su rubicón. Y de cómo llegue a la orilla dependerá su futuro. El del partido y el de la izquierda alternativa al PSOE. Íñigo Errejón, fundador y amigo del alma de Iglesias hace sólo cinco años, eligió precisamente el día de soplar las velas para salir de la tarta.

Hay que entender que de esos cinco años que cumple Podemos, la mitad de ellos se los ha pasado como ex número dos.

Él quería entrar en el "pacto del abrazo" de diciembre de 2015, ése firmado por Pedro Sánchez y Albert Rivera para "desalojar al PP de Mariano Rajoy ya". Pero fue que no. Él no quería brindar el "pacto de los botellines" con la IU de Alberto Garzón -"en política, las sumas no siempre son sumas", advirtió, y tuvo razón-. Pero fue sí.

Él prefería un Podemos "pragmático" y "transversal". Y de hecho, aunque él también se haya bajado recientemente de la admiración bolivariana al chavismo, como Iglesias, Errejón nunca ha dejado de decir que el espíritu con el que nació el partido era el de las acampadas del 15-M en la Puerta del Sol, en 2011, "y allí nadie preguntaba de dónde venías". Nunca ha dejado de sostener que "lo importante es adónde vamos".

Y ahora se agarra a ese discurso para decir eso de que sus ideas "valen más que un escaño" y que no se aferrará al acta de diputado si se lo piden oficialmente.

Pero querrá decir "a la cara", porque muy clarito lo ha dicho ya Echenique. "Yo ya no sería diputado por un partido que he dejado", dijo este sábado el secretario de Organización de Podemos, dando por consumada la "autoexpulsión" que le atribuyeron a Errejón desde el mismo jueves por la tarde. "Claro, que de algo tendrá que comer hasta mayo", añadió vitriólico el estratega que sustituyó a quien fue mano derecha del líder Igleias hasta caer en desgracia.

Es la política lo que los distancia

Podemos no es un partido al uso. Su expertise en redes sociales, que los ha servido en estos cinco años para encumbrar a la formación y marcar muchas veces la agenda política, se vuelve en su contra cuando hay marejadas. Las tortas se las dan en público, las traiciones se emiten en streaming, y las renuncias se publican a través de "cartas abiertas" en Facebook.

Los fracasos, como el de Andalucía, se critican en alto. Las peleas de poder, como las de Galicia, se publican con citas textuales, nombres y apellidos. Y las diferencias políticas, como las de Madrid, se zurcen a puro hachazo. "Nos pedisteis unidad a gritos en Vistalegre II", recordaba el jueves Iglesias, "y otra vez os hemos avergonzado". Cierto, él mismo soltó el famoso "Íñigo no es Manuela".

Después de proclamar glorioso en su último Consejo Ciudadano Estatal que "Podemos jamás estuvo en una posición tan potente de influencia en el poder", el Iglesias que acababa de salir de la Moncloa, donde había firmado un acuerdo solemne de Presupuestos con todo un presidente del Gobierno, se encontró con que tenía que convocar primarias. El chiringuito se le caía encima "por culpa de un Ejecutivo que no hace nada por sacar adelante las cuentas que mejorarían la vida de la gente".

Después tuvo que llamar a la "alerta antifascista" para tapar la debacle andaluza. Mientras, hacía equilibrios republicanos para acompasar los términos de su mensaje al de los separatistas sin que más de entre sus bases se fueran por el sumidero de Carolina Bescansa. Ella perdió el paso cuando pidió que el partido hablara "a todos los españoles", incluyendo a los que "quieren acabar con el régimen", pero "no sólo a ellos". Fue la penúltima purgada de entre los fundadores.

Bescansa, Luis Alegre y otros caídos han salido estos días a celebrar "la ilusión" renovada después de que Errejón anucniara su salida a un "proyecto útil", dando por hecho que el otro ya no lo es. Eso sí que es "pasar página", la de este Podemos.