Desde que Jamal Khashoggi accedió al consulado de Arabia Saudí en Estambul hace dos semanas nadie supo más de él. Exgerente del grupo de comunicación Al Arab Media Group y columnista del diario The Washington Post, su posición crítica con el gobierno de Riad le convirtió en víctima desde el primer momento, y así lo han confirmado este mismo martes las autoridades turcas: el periodista fue descuartizado allí mismo. Un asesinato que puede enturbiar las buenas relaciones entre Estados Unidos y el reino saudí, que puede desestabilizar el frágil equilibrio de Oriente Próximo y que, en clave nacional, servirá a Podemos para azuzar la vena más republicana del PSOE de Pedro Sánchez.

Mientras Josep Borrell se ha limitado a pedir en el seno de la Unión Europea una investigación por parte de las autoridades turcas en colaboración con las saudís para conocer los hechos, lo cierto es que tanto el Gobierno de Pedro Sánchez como su socio de facto tras la presentación de los Presupuestos se mantienen en una posición tibia respecto a Riad.

Tal y como evidenció la puesta de largo del tren de alta velocidad entre Medina y La Meca, las relaciones políticas y empresariales entre España y Arabia Saudí son demasiado importantes como para arriesgarse a un posición de fuerza. Algo que quedó sin duda patente con el contrato de venta de armas que Margarita Robles retiró, Borrell recuperó después y Sánchez reconfirmó ante la posibilidad de que Navantia perdiera la concesión de cinco corbetas encargadas por el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, y cuya pérdida habría hecho peligrar más de 6.000 puestos de trabajo en los astilleros de Cádiz.

La posición del Gobierno -y también de una parte de Podemos personificada en Kichi, alcalde de Cádiz, y su "dilema imposible entre fabricar armas o comer"- queda justificada, aunque para los de Pablo Iglesias aún se puede extraer rédito.

"El asesinato de Khashoggi es horrible pero mucho más lo es la relación entre Riad y la Casa Real". Pablo Echenique, secretario de organización de la formación morada, no titubeó en rueda de prensa y dejó entrever cómo afrontará Podemos el oleaje de un asesinato que ellos mismos, en palabras de Noelia Vera, califican de "horrible". Una estrategia fundamental en el ideario podemita y que engarza directamente con la propuesta que su brazo catalán, En Comú Podem, apoyó la pasada semana en el Parlament de Cataluña para reprobar a Felipe VI a petición de la CUP y el bloque independentista (que ya en ese momento no contaba con los votos de 'Puigdemont y cía' y sólo podía lograr aprobarlo con el voto de los comunes).

Pedro Sánchez anunció "todas las medidas legales" a su alcance contra tal reprobación y, de hecho, este mismo martes el Gobierno ha anunciado que el viernes lo recurrirá ante el Tribunal Constitucional porque, según Carmen Calvo "no se puede en un parlamento autonómico intentar trazar la forma de Estado de este país". Sin embargo, no será esa la única defensa que el Ejecutivo tendrá que hacer de la Corona en los próximos días, pues ya tuvo que remangarse en el Congreso después de que EL ESPAÑOL revelase 'las cintas de Corinna' en las que, entre otras cosas, se revelaba el intento de Juan Carlos I de cobrar una comisión millonaria por su intermediación en la concesión del AVE a La Meca.

El rey emérito ha mantenido una relación histórica con los diferentes monarcas saudies, aunque las críticas a la Corona superan ya la figura de Juan Carlos para centrarse también en la de Felipe VI, tal y como se ha podido comprobar en sus últimas visitas a Cataluña, donde el independentismo y el ala más radical de la CUP le acusan directamente de vender armas al gobierno de Riad, donde es de sobra conocido que no se respeta la Declaración de Derechos Humanos de la ONU. Una acusación encendida aún más con el último viaje vacacional del Rey Juan Carlos a Riad el pasado mes de marzo y que el asesinato del periodista exiliado en Turquía pondrá de nuevo en la palestra política nacional. Porque la idea de Podemos de acabar con el régimen del 78 pasa indefectiblemente por destruir la monarquía. Y Arabia Saudí es, hoy por hoy, su punto más débil.