En enero de 2020, y para el que iba a ser su segundo gobierno, marcado por la coalición con Podemos, Pedro Sánchez decidió un importante cambio de perfil para el ministerio de Asuntos Exteriores. Es cierto que en parte forzado por las circunstancias, ya que apenas un mes antes quien fuese su primer titular de la cartera, el histórico socialista Josep Borrell, había sido nombrado Alto Representante y vicepresidente de la nueva Comisión Europea.

Pero quizás aprovechando la coyuntura, el jefe del Ejecutivo sustituyó al veterano dirigente, uno de sus apoyos principales en la batalla interna del PSOE, por alguien ajeno al partido, de prestigioso perfil técnico y absolutamente desconocido para la opinión pública: Arancha González Laya, una donostiarra nacida en 1969, que justo este sábado cumple 52 años, después de la semana más crítica desde que llegó al cargo. "Muy amiga", según fuentes socialistas, del también guipuzcoano Iván Redondo -jefe de gabinete de Sánchez-.

La decisión de acoger en nuestro país al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, quien entró gracias a la cobertura del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en colaboración con los servicios secretos de Argelia, ha puesto a Laya en el disparadero, después de la crisis bilateral con Marruecos más grave que se recuerda desde la invasión en 2002, con José María Aznar en La Moncloa, del islote de Perejil.

El miércoles a primera hora, la titular de Exteriores acudía a una entrevista en Radio Nacional, con Ceuta convertida ya en ese momento en un auténtico polvorín, y afirmaba sobre la acogida de Ghali que "nunca le dimos un carácter de agresión", al tiempo que aseguraba que el líder del Polisario no podría rehuir las responsabilidades penales por las causas que investiga la Audiencia Nacional.

Para entonces, desde su siempre activo perfil de Twitter había retuiteado casi compulsivamente todos los mensajes de solidaridad y apoyo a España que llegaban desde las instituciones europeas, esas que tan ligadas están a su carrera, desde que hace ya veinte años fue portavoz de Comercio para la Comisión Europea (CE), después de haber trabajado en un despacho alemán en Bruselas.

González Laya, atendiendo a los medios esta semana. EFE

Mensajes como los de la propia presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, pasando por los del vicepresidente Margaritis Schinas, hasta los del presidente del Consejo Europeo, el liberal Charles Michel, quien tuiteaba en castellano apoyando al presidente Sánchez y afirmaba que "las fronteras de España son las fronteras de la Unión Europea".

Bruselas no es Rabat

Laya, en un momento de debilidad política, blandía en las redes sociales apoyo y cobijo, del que estaba necesitada ante una situación que posiblemente se sale de su marco conceptual.

El de una alta funcionaria, con un expediente académico de excelencia (licenciada en Derecho por la Universidad de Navarra, máster en Derecho europeo por la UC3M, habla cuatro idiomas), más habituada a las negociaciones e intrigas de Bruselas y a los viajes de alto vuelo internacional que a los chantajes y desafíos de una dictadura como la de Mohamed VI.

Precisamente la crisis de Ceuta, con el asalto masivo en proporciones inéditas a la ciudad autónoma, sorprendía a la ministra a su regreso de una visita a Kuwait, reflejada de cerca en un reportaje publicado esta semana en Vanity Fair.

Esta entrevista la envolvió en un segundo torbellino. "En tercero de BUP, perdí el 40% de clases. Por eso, cuando decidí estudiar Derecho, elegí la Universidad de Navarra. Siempre he sido una defensora de la educación pública, pero no quería perder el tiempo". Estas palabras han sido tipificadas por sus adversarios como un síntoma de hipocresía.

Laya presume en el mismo reportaje de agenda internacional (el texto se acompaña de fotos con el presidente francés, Emmanuel Macron, o con el cantante y activista Bono), defiende el papel diplomático del rey Felipe VI, "a todos los países donde voy me piden siempre un viaje oficial de sus majestades los reyes. La monarquía española es muy respetada", y se pronuncia sobre las cuestiones más espinosas que afectan al Gabinete del que forma parte, incluidos los acuerdos parlamentarios con Bildu, "es mejor que estén en el Congreso y hayan optado por la vía democrática", o la salida de Pablo Iglesias, "nos sorprendió a todos un poco, claro".

Con el reposo que da la semana transcurrida, González Laya no se apea de su posición, ni de su decisión de haber acogido al líder del Frente Polisario. En una entrevista publicada este sábado en La Razón, asegura que la entrada a España de Brahim Ghali no fue "secreta", sino "discreta".

Una precisión terminológica que no parece que vaya a contentar a Rabat, que sigue apretando las tuercas diplomáticas a España. La embajadora marroquí, Karima Benyaich, llamada a consultas a principios de semana, no tiene fecha de regreso, hasta que no retorne Ghali.

La dictadura alauí mantiene así su chantaje sobre Sánchez, que vive ahora, después del revés político de las elecciones madrileñas del 4-M y tras la convulsión de la salida de Iglesias del Ejecutivo, la peor crisis diplomática de su mandato. Según algunas informaciones, no descarta una crisis de Gobierno para después del verano.

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