Desde el principio de la pandemia, sabemos que hay un decalaje de unos cuantos días, incluso semanas, entre las cifras de nuevos contagios y las de fallecidos. Por eso es muy complicado sacar conclusiones inmediatas vinculando ambos indicadores y por eso llevamos un tiempo conteniendo la respiración y esperando que la subida del último mes y medio en la incidencia acumulada no provocara una subida equivalente en el número de fallecidos. Si los datos del mes de abril ya fueron fabulosos en ese sentido (2.770 defunciones, la cifra más baja desde agosto de 2020), los del primer fin de semana de mayo van en la misma línea: tan sólo 77 notificaciones desde el viernes.

Hablamos de la cifra más baja desde el lunes 24, cuando se notificaron 34 nuevas defunciones. Es cierto que el ministerio funciona con retrasos y acumulaciones en sus informes, con lo que es posible que la cifra no sea del todo exacta y se haya visto afectada por el puente, pero eso no le resta significancia en este contexto.

Los casos subieron en marzo y abril, las hospitalizaciones volvieron a poner en jaque a comunidades como Madrid, Cataluña o País Vasco… pero los fallecimientos siguen desplomándose y aquí sólo podemos acudir a una explicación viable: el éxito del proceso de vacunación que, después de cuatro meses, ha conseguido que casi el 90% de los mayores de 80 años estén ya inmunizados ante el virus.

Afortunadamente, es un proceso que hemos visto antes en otros países -empezando por Israel y continuando por Reino Unido- y que no se detiene aquí. La vacunación masiva de mayores de 80 años, empezando por residencias, hace que se eviten brotes mortales en recintos de fácil propagación y protege a un colectivo que, pese a representar sólo al 6% de la población de nuestro país, reunía a más del 60% de los fallecidos.

Dos de cada tres fallecidos durante el terrible tsunami de marzo y abril de 2020 tenían 80 o más años. El pico para esta franja de edad se dio en agosto de 2020, cuando llegó al 70,8% de los muertos totales. Desde que se consolidó el proceso de vacunación, esta cifra ha bajado del 67,6% de enero al 59,5% de febrero y de ahí al 50,6% de marzo. Aunque aún no tenemos datos oficiales de abril, es muy probable que no supere el 35-40%.

Mejora sucesiva

La buena noticia, hay que insistir, es que esto no queda aquí. En marzo, uno de cada cuatro fallecidos estaba en la franja entre los 70 y los 79 años. No porque fallecieran más que otros meses sino porque al inmunizar a los mayores de 80 el porcentaje aumentaba. Es probable que en abril aún no veamos un gran cambio, pero en mayo esta franja quedará prácticamente protegida en su totalidad.

Los últimos datos del Ministerio de Sanidad hablan de un 78,9% de septuagenarios con al menos una dosis administrada y un 13,9% ya con la pauta completa. Son cifras incompletas, ya que en este fin de semana se han administrado 766.003 nuevas dosis, pero el ministerio no ha actualizado los datos por edad, así que ambos porcentajes serán ya mayores.

El sueño de acabar mayo con el grupo de mayor edad ya completamente vacunado y el siguiente en torno al 60-70% de inmunidad total parece ahora más cerca que nunca. En las últimas tres semanas se han administrado más de seis millones de dosis. Ni siquiera la situación de impasse con respecto a las segundas dosis de AstraZeneca y las dudas iniciales con Janssen han impedido que el ritmo de vacunación siga subiendo y subiendo cada semana.

Este mismo lunes deberían haberse repartido hasta cuatro millones de dosis más, buena parte de ellas provenientes de Janssen, que al ser monodosis, inmunizan a mayor velocidad. Teniendo en cuenta que conseguimos administrar más del 97% de las dosis que recibimos, el proceso puede pegar otro enorme salto en los próximos días.

Menos hospitalizaciones

¿Qué implica eso? No solo una nueva bajada en el número de fallecidos al cubrir mayores grupos de riesgo sino también una bajada en las hospitalizaciones y los ingresos en UCI, que falta hace. De momento, los hospitales no se han visto demasiado beneficiados por el protocolo de vacunación ya que la mayoría de los pacientes de 80 o más años no entraban en las UCI.

Conforme vayamos vacunando a los grupos de edad de 50 a 79 años, veremos que estas unidades se quedan más y más vacías y los hospitales recuperan su normalidad poco a poco, una tregua más que necesaria tras más de un año de un estrés casi insoportable.

El objetivo del 70% de población adulta vacunada para el verano no deja de ser un brindis al sol: no tiene por qué ser el 70% -una cifra objetivo avalada por la OMS pero que no deja de ser orientativa- y al fin y al cabo el verano dura tres meses. No es lo mismo llegar en junio que en septiembre. Ahora bien, en términos de sociedad y más allá de los casos individuales, la pesadilla parece ir remitiendo.

Raro sería, a este ritmo, que en julio no tuviéramos ya a la mitad de la población con al menos una dosis de alguna de las vacunas disponibles. Hay que tener en cuenta que ahora mismo ya estamos en un 25,6% y doblamos a toda velocidad.

Los cinco millones de personas que ya han recibido la pauta completa pronto serán diez. Y así, poco a poco, podremos ir aliviando medidas en lo que comprobamos cuánto tiempo nos duran los anticuerpos y cuándo, por tanto, hay que empezar otra campaña de vacunación masiva. En otras palabras, cuánto dura la tregua. Mientras tanto, disfrutemos del éxito porque ha habido pocos motivos de disfrute en estos quince meses y confiemos en que el próximo lunes podamos hablar de un nuevo récord y lo de esta semana no quede en una simple anécdota.

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