El número de ancianos fallecidos por la Covid-19 en residencias españolas desde el inicio de la pandemia es de 29.782. O, lo que es lo mismo, en los centros de mayores ha fallecido una persona cada 15 minutos por la infección del SARS-CoV-2.

Así lo reflejan los datos facilitados por el Gobierno de España en el informe del Imserso en el que se concreta que, en las residencias de mayores, se han confirmado 19.868 muertes por infección de Covid-19 y 9.914 fallecimientos de personas con síntomas compatibles con esa enfermedad pero sin confirmación por una prueba diagnóstica.

La cifra es el reflejo del drama sanitario que se vivió en los centros de mayores, sobre todo durante la primera ola de la Covid-19. En los meses de marzo a junio, más de 20.000 ancianos fallecieron con una PCR positiva o con síntomas compatibles con la infección. Los 10.000 restantes se contabilizaron desde el 23 de junio hasta el 21 de febrero de 2021, fecha en la que se emitió el informe.

Este muestra que casi 30.000 ancianos han fallecido en las residencias en el periodo de tiempo comprendido entre el 14 de marzo de 2020 y el 21 de febrero de 2021.

Las razones de unas cifras tan altas de fallecidos fueron muchas: las pluripatologías de los enfermos, la saturación del sistema hospitalario, la conocida como limitación de esfuerzo terapéutico (retirar ayuda asistida a aquellas personas con menos esperanza de vida) o la falta de profesionales sanitarios.

Todos ellos detonantes que, según los profesionales sanitarios, no se han mejorado un año después. Y es que, con las cifras en la mano, enfermeros y médicos lamentan que los miles de muertos en residencias de ancianos solo hayan servido para "que les pongan antes la vacuna".

Una auditoría

Aseguran que "no hay diferencia" en la forma de trabajar. La visión más pesimista la tienen las enfermeras. María José García, portavoz del Sindicato de Enfermería SATSE reivindica la presencia de más profesionales para poder realizar una mejor atención de los internos.

Según sus estimaciones, en algunas comunidades autónomas llega a haber una enfermera trabajando para 200 pacientes. Una ratio "muy elevada" que no garantiza los cuidados de esas personas. "No queremos medicalizar una residencia, pero debemos ser conscientes que las personas que viven ahí tienen una avanzada edad, grado de dependencia y deterioro de su salud considerable".

Pacientes que, a su parecer, necesitan el soporte de un equipo multidisciplinar. "Ahora mismo, la situación es positiva. Se ha vacunado a la población y están bajando los contagios, pero no debemos olvidar los fallecidos por las secuelas de la Covid, que no se van a contabilizar en los listados oficiales", argumenta en declaraciones a EL ESPAÑOL.

La portavoz del sindicato enfermero lamenta que no se aprecien medidas de mejora en las residencias de ancianos y teme que, si llega una pandemia similar, "ocurra lo mismo". "Necesitamos que se haga una auditoría exhaustiva e independiente que analice los centros para que se establezcan medidas y cuidar a nuestros mayores en condiciones", reclama.

Algo más positiva ve la situación el colectivo médico. En su caso piden reforzar el sistema de salud y los sistemas de protección social y los servicios de atención a los ancianos, como única forma de evitar el colapso de las residencias.

Gabriel del Pozo, secretario general de CESM, reconoce que sería "vergonzoso" que España no estuviera preparada para que no vuelva a pasar. "Eso supondría que no hemos hecho los deberes, más sabiendo cómo nos llegó y cómo fue. Nos pudo sorprender una primera vez, si pasa una segunda vez sería desidia", recapacita.

Primera ola

Si se analiza de manera exhaustiva el documento aportado por el ministerio que coordina Pablo Iglesias se observa que la mayor parte de los fallecimientos se produjo durante la primera ola de la pandemia, entre el 14 de marzo y el 22 de junio. Entonces murieron 19.835 personas, de ellas 9.976 confirmadas por PCR u otro tipo de prueba diagnóstica.

En ese momento, donde los test para encontrar la infección escaseaban, muchos mayores fallecían sin una prueba positiva por lo que no se les podía incluir en el registro oficial pese a tener síntomas compatibles.

Si se comparan los datos de la primera ola con las siguientes se observa que en la tercera (enero-febrero de 2021) han muerto otras 3.286 personas en centros residenciales. Aunque ya se estaba empezando a vacunar contra la enfermedad a esta población, sus efectos no se notan hasta la segunda semana de febrero.

Precisamente durante la semana del 15 al 21 de febrero, la última catalogada por el Imserso, los contagios en las residencias se redujeron a 215 y los fallecimientos a 157. La cifra es llamativa si se compara con la de una semana antes y más todavía con las semanas del pico de la tercera ola: 4.895 contagios y 504 fallecidos.

Estos fallecidos, además de suponer en su grueso un número muy elevado, también reflejan la letalidad (porcentaje de muertes por número de casos confirmados) que tiene la infección de SARS-CoV-2 entre las personas mayores.

Durante la primera ola, el Imserso ha estimado que la Covid-19 tuvo una letalidad del 23,17% en 2020 (desde marzo a diciembre) y del 18,7% en lo que va de año. Según los datos del Imserso, desde el inicio de la pandemia ha habido 86.219 positivos en las residencias.

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