En apenas dos semanas, Salvador Illa Roca se enfentrará, a unos meses de cumplir 55 años, al mayor reto político de su vida. Las elecciones catalanas del 14-F determinarán si el ex ministro de Sanidad está en condiciones de ser el tercer socialista catalán que preside la Generalitat, después de Pascual Maragall y José Montilla.

O dicho de otra manera: si la operación pergeñada en secreto y con todo cuidado por Pedro Sánchez y Miquel Iceta -que ahora compagina su cargo de ministro con el de líder del PSC- para ganar y gobernar en Cataluña es un éxito o un fracaso. Los precedentes de operaciones de este tipo son pocos, pero significativos.  

Montilla tuvo un recorrido similar, pues abandonó el ministerio de Industria que ocupaba en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para encabezar la candidatura autonómica del PSC en 2006. Logró entonces revalidar para su segundo y a la postre último mandato el Tripartito con ERC y la extinta Iniciativa Per Catalunya. Fue, además, el primer presidente catalán no nacido en Cataluña, sino en Iznájar, un pueblo de Córdoba.

Maragall y Montilla, en el Parlament. EFE

Montilla cimentó su carrera política como alcalde durante dos décadas de Cornellá de Llobregat, una de las ciudades del cinturón industrial de Barcelona. Los orígenes de Illa también se remontan al municipalismo, aunque de manera mucho más modesta, como alcalde de su pequeña localidad natal, La Roca del Vallés. 

Mayor Oreja en Euskadi

Pero no todos los precedentes son halagueños para Illa. Y aunque sea en otro partido y en otra comunidad autónoma, la operación llevada a cabo hace justo veinte años por José María Aznar para arrebatarle el Gobierno del País Vasco a los nacionalistas, con Jaime Mayor Oreja al frente, debe rondarle la cabeza al candidato socialista a presidir Cataluña.

Mayor Oreja y Nicolás Redondo, con Savater en la campaña de 2001. EFE

Por aquel entonces, Mayor Oreja llevaba un lustro al frente de Interior, en una época en la que ETA había reanudado con fuerza los atentados después de la tregua de 1998. Era uno de los ministros mejor valorado de aquel Ejecutivo popular, con mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Y aunque ya empezaba a ser la bestia negra del nacionalismo vasco, su papel había sido esencial en 1996 para el acuerdo de investidura con el PNV, que junto al firmado con la CIU de Jordi Pujol hizo a Aznar presidente por primera vez.

Las autonómicas vascas de 2001 se produjeron con los peneuvistas muy escorados hacia el soberanismo. En coalición con Eusko Alkartasuna (EA), Juan José Ibarretxe logró su segundo mandato como lehendakari. El PP de Mayor Oreja y el PSE-EE de Nicolás Redondo Terreros, cuyos brazos unió el filósofo Fernando Savater en un célebre acto de campaña organizado por el colectivo ¡Basta Ya! en el Kursaal de San Sebastián, se quedaron a las puertas de formar una mayoría alternativa al nacionalismo.

Apenas unos centenares de votos en Vizcaya hubieran permitido a la coalición constitucionalista llegar al Palacio de Ajuria Enea. Hubo que esperar ocho años para que, en otras circunstancias, un acuerdo similar hiciera del socialista Patxi López el primer lehendakari no nacionalista. Pero lo cierto es que la estrella política de Mayor Oreja empezó a apagarse desde entonces, aunque aún tendría un último y triunfal episodio en las elecciones europeas de 2009, en las que le dio al PP la victoria en unos comicios de caracter nacional frente al PSOE, entonces en el Gobierno de España. 

Grado de conocimiento 

Alguien que conoce la experiencia de ser ministro y candidato es Miguel Sebastián, aunque su camino fue inverso al de Illa. Primero encabezó la candidatura del PSOE a la alcaldía de Madrid, siendo derrotado por Alberto Ruiz Gallardón en 2007, y más tarde recalaría como ministro de Industria con Zapatero, si bien antes de su frustada carrera hacia la alcaldía de la capital de España había dirigido la Oficina Económica de La Moncloa, con un bajo perfil mediático.

Ese bajo conocimiento, recuerda para EL ESPAÑOL más de una década después, es lo que lastró su candidatura. Además de que, enfatiza, "en este caso el orden de los factores altera el producto" en referencia a ser ministro antes que candidato, baza que no tuvo. 

En el caso de Illa, su grado de conocimiento entre todos los españoles, y en particular entre los catalanes, ha crecido exponencialmente, por razones obvias, en apenas un año. Sebastián considera que la 'operación Illa' es "arriesgada" pero, afirma, puede suponer un "revulsivo" ante una situación política "estancada" como la que a su juicio se vive en Cataluña. 

Lo cierto es que Salvador Illa, hasta hace bien poco un dirigente del PSC totalmente desconocido para el ciudadano de la calle, es ahora uno de los dirigentes más relevantes de su comunidad autónoma. Las encuestas le sonríen, y los socialistas catalanes acarician un triunfo electoral que muchas veces han logrado en elecciones generales, aunque nunca en autonómicas. Pero como demuestra el caso de Inés Arrimadas en 2017, la victoria electoral no es suficiente es un escenario tan polarizado y fragmentado como catalán. 

  

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