Cumplido un año de las últimas elecciones generales, Pedro Sánchez está en disposición de aprobar sus primeros Presupuestos desde que llegó a La Moncloa merced a la moción de censura de 2018. Algo que en abstracto sería una buena noticia para cualquier gobernante, pero que en este caso lleva aparejado el problema de que Bildu se convierta en un socio preferente e indispensable para el devenir de la legislatura.

La cercanía a los de Arnaldo Otegi supone un triunfo de Pablo Iglesias, que siempre apostó por el "bloque de la investidura" y que habla incluso de que Bildu participe en la "dirección de Estado". El escoramiento hacia las posiciones de Podemos abre un boquete por el centro al PSOE, justo en un momento en el que Pablo Casado, tras su discurso contra Vox en la moción de censura, más puja por ese espacio.

Fuentes del PSOE no ocultan su preocupación: "Sin el centroizquierda es muy difícil ganar con cierta holgura las elecciones, y más cuando la fatiga pandémica está marcando a la gente". El vaso medio lleno lo ven quienes, tanto en Ferraz como en el Gobierno, aseguran que "todo apunta que una vez aprobados los Presupuestos y celebradas las elecciones en Cataluña [a principios de 2021] la fuerza de Iglesias será menor".

Una especulación a futuro que también tendrá en cuenta el "termómetro" de los comicios catalanes. Se trata de una cita con las urnas muy importante para la correlación de fuerzas en un territorio en el que los dos partidos coaligados en el Ejecutivo -aunque en este caso sus formaciones hermanas PSC y Los Comunes- tienen una importante implantación y han cosechado grandes éxitos en el pasado. 

De lo que no hay duda en el PSOE es que con los Presupuestos aprobados la legislatura llegará a término en 2023. "Son tres años, eso en política es un siglo" aseguran esas mismas fuentes, siempre con el matiz de que la recuperación sanitaria y económica de la pandemia será decisiva en el apoyo a los distintos partidos.

Los barones

Y si en Ferraz cunde la preocupación, más allá de la capital el adjetivo se quedaría, incluso, corto. Los barones socialistas ya ponían el grito en el cielo la semana pasada, en una actuación más o menos coordinada. "Lo de Bildu no tiene un pase" afirmaba como síntesis perfecta de la opinión de todos ellos Emiliano García-Page, en una entrevista en la SER el pasado viernes.

En 2023 hay elecciones autonómicas y municipales (quién sabe si podrían coincidir incluso en día con las generales) y el cartel de un acuerdo con Bildu no es el más propicio para el triunfo en plazas como Castilla-La Mancha, Aragón, Extremadura o Andalucía. La líder de los socialistas andaluces, Susana Díaz, también se sumaba a las críticas a Bildu.

"No comparto nada con ese partido" afirmaba de manera tajante la ex presidenta de la Junta, sabedora de que con un partido echado en manos tanto de Podemos (a los que siempre evitó, como prueba su último acuerdo de investidura con Ciudadanos en 2015) como de ERC y Bildu, sus posibilidades de regresar al Palacio de San Telmo se complicarían enormemente.

Por lo demás, el PSOE afila el argumentario ante los ataques cada vez más severos del PP, sobre todo a raíz de la polémica entrevista de José Luis Ábalos en El País en la que el ministro de Transportes afirmaba que Bildu se había comportado de manera "más responsable" que los populares. Como ya decía el propio Ábalos, insistirán en que es Casado con su rechazo frontal a los Presupuestos (la postura que siempre ha adoptado en la historia democrática el primer partido de la oposición) el que habría forzado al Gobierno a buscar el apoyo de Bildu.

Pero lo cierto es que con el apoyo de los diez diputados de Ciudadanos, si ERC se abstuviera, el Gobierno podría superar el rechazo del PP, y evitar que Bildu forme parte del bloque de la gobernabilidad. En las próximas semanas también se tratará de vincular al PP con Carles Puigdemont, dado que los diputados de Junts Per Catalunya en el Congreso, encabezados por Laura Borrás, también presentaron una enmienda a la totalidad de los Presupuestos.

E igualmente se tratará de explicar que en Bildu participan otras formaciones además de Sortu, la heredera directa de Batasuna, si bien este es el partido hegemónico en la coalición y partidos como Eusko Alkartasuna minoritarios. Argumentario de batalla política para replicar a los adversarios que no hace sino evidenciar que el PSOE, o lo que es lo mismo, Sánchez, tiene un problema con sus nuevas alianzas.