“Es tan fácil como ponerles en nuestros zapatos. No todo vale. Aquellas personas que están a favor de la okupación o que simplemente dicen que exageramos, que hay que ayudarles, es porque realmente no lo han sufrido. No podemos dejar que nos okupen nuestras viviendas, así sin más”. A Irene las palabras le salen rápidas, velocísimas, cuando alguien le pregunta. Sigue viviendo su pesadilla: cuando se quiso dar cuenta su vivienda, aquella que compró cuando le diagnosticaron una discapacidad, había sido tomada por unos inquilinos no deseados.

Y en esa lucha, en recuperar lo que es suyo, sigue. "Hay muchas personas que con un gran esfuerzo compran una vivienda y esta es okupada. Estamos indefensos ya que ello tienen la ley que les ampara. Nosotros no podemos hacer nada contra esta lacra", suspira.

Por eso no sale de su asombro. Puede que, para algunos, cada vez que escuchen la palabra okupación se le venga a la cabeza historias inverosímiles, imágenes que consideren ciencia ficción. Un problema menor que afecta a unos pocos, que son, por lo general, bancos o fondos buitre, propietarios de pisos y edificios que durante la crisis económica quedaron desiertos y, después, abandonados y okupados por aquellos que no tenían donde vivir. 

No les falta razón, esos casos existen. Pero no son los únicos, ni sus inquilinos, digamos, necesitados. La realidad es que esta lacra puede afectar a cualquiera. Del nivel social más bajo al más alto, sin distinciones. Y que si ocurre, la indefensión del propietario es total. La ley no les protege. 

Parece improbable, pero la ruleta rusa, a veces, acaba tocando.

EL ESPAÑOL recoge los testimonios de diferentes víctimas de la okupación y de expertos en la legislación que regula los desahucios y la invasión de domicilios. Los datos -del Ministerio del Interior- avalan sus testimonios. Pero su indignación crece ante la acusación, por parte de diferentes medios de comunicación, de que este drama no es tal. Que es puro alarmismo y no hay pruebas de que el fenómeno crezca.

El interior de la vivienda de Juan, tras ser okupada durante el confinamiento.

Este domingo, El País argüía, en un reportaje, que “sobre esta cuestión se amontonan bulos y paradojas. ¿Hay datos de que el problema se haya agudizado estos meses? No, sobre todo porque apenas hay datos. ¿Se puede echar a alguien que se mete en tu casa? Es inmediato, contestan los jueces”.

No son los únicos. Hace tan sólo unos días, el portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Paco Morote, concedía una entrevista a Eldiario.es en la que afirmaba que "se está creando un clima de alarma social totalmente interesado con respecto a la okupación”. 

"Un problema real"

Entonces, ¿se está creando una falsa alarma?

“Es un problema real. Nadie puede dudarlo”, comenta el especialista Marino Fernández-Bravo, abogado del despacho Fernández-Bravo. “Lo que pasa es que socialmente estaría peor visto que la gente estuviera en la calle. Se le calla la boca a costa de la propiedad privada. Se debería mandar un mensaje mucho más severo. Porque el okupa, que ya no es el okupa de los años 60, el antisistema, el romántico, ahora se ha convertido en una persona que intenta aprovecharse del sistema, no ir en contra. Es el verdadero problema”.

Lo cierto es que la ley en nuestro país, en materia de okupación, se puede retorcer para favorecer la usurpación de la vivienda. La manera de actuar es siempre la misma. Los usurpadores allanan un domicilio, que normalmente ya tienen estudiado, de un modo sigiloso. De este modo, evitan que cualquier vecino o persona cercana al propietario se dé cuenta de que el okupa se ha colado en la casa.

Su objetivo es pasar inadvertido durante las primeras 72 horas establecidas por la ley para poder demostrar que ya están establecidos en la propiedad. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ya no podrán expulsar a los indeseables inquilinos de la vivienda, ya que sólo lo podrían hacer durante las primeras 48 horas. Habrá que esperar a una orden judicial.

Quien piense que esto es alarmismo se equivoca. Y que pregunten a algún perjudicado por estos casos qué se siente cuando ves a unos extraños en tu casa, con tus cosas, disfrutando de lo que es tuyo sin tu consentimiento, y lo peor de todo, que institucionalmente, nadie te puede ayudar”, se lamenta Óscar, víctima también de este fenómeno.

Las bolsas que los okupas hicieron para vender los muebles de Juan.

12.000 okupaciones al año

Cada día se okupan en España una media de 33 viviendas. Esto da una cifra total de 12.000 okupaciones al año, tanto a particulares como a empresas. En estos años han aumentado un 58% las okupaciones en todo el territorio. El incremento, en este sentido, tiene que ver con que la legislación dificulta el desalojo de estos usurpadores. En muchos casos, los inquilinos ilegales se instalan con menores, por lo que la ley complica el desahucio de familias con niños.

Este 2020 no ha sido menos. Según los datos del Ministerio del Interior, durante el primer semestre del año se registraron 7.450 denuncias relacionadas con este delito en España, lo que supone un 5% más respecto al mismo periodo de 2019.

Muchos afectados por los okupas, antes que denunciar, recurren directamente a una empresa privada para que les desaloje la vivienda. La entidad lo hará en menos tiempo y de forma más barata que la justicia.

“Hay otros resortes sociales, otras formas de buscar una solución al problema, que pasa por Ayuntamientos, comunidades autónomas, e incluso a nivel estatal, donde hay viviendas sociales, de alquiler bonificado. Es verdad que esta gente acude a la okupación porque no hay solución rápida, y que están en un océano de papeleo y requisitos para poder acceder. Habría que agilizar en la medida de lo posible que se pudiera acceder a las ayudas  más ágil”, apunta el abogado Fernández-Bravo.

Pero la raíz del problema es más profunda. “No hay voluntad política para solucionarlo. Es más factible, más fácil, que la gente okupe las viviendas y esa masa social tenga vivienda, que que estén en la calle protestando y pidiendo a los poderes públicos que solucionen la situación”. 

De la misma opinión es Abel, víctima. “Los gobernantes de turno lo consienten, y no hacen nada para solucionarlo, toda la problemática se acentuará”, vaticina. En la línea se muestra Pilar: “Que les ocupen a ellos su casa a ver qué tal, si opinan igual”.

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