Pedro Sánchez participó este sábado en el Foro La Toja en O Grove (Pontevedra) y pronunció seis veces la palabra crisis: dos en términos genéricos, dos en referencia a Cataluña y dos a la económica que en 2008 "averió el ascensor económico". El Gobierno cree que todavía no se puede hablar de una nueva crisis, aunque esta misma semana el presidente del Gobierno admitió que "hay riesgo de crisis económica en el mundo, en Europa y en consecuencia, en España". Vienen curvas.

Sánchez admite, de momento, una "cierta desaceleración" de la economía ante la que pide no "caer en el alarmismo". El Banco de España acaba de rebajar sus previsiones de crecimiento para España y en el contexto internacional sobran dinámicas desalentadoras, comenzando por el Brexit, siguiendo por la guerra comercial en la que parece embarcarse Donald Trump o, sin ir más lejos, los datos macroeconómicos que desde hace meses presenta Alemania.

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En Moncloa saben que la economía va a ser uno de los ejes de la campaña, a diferencia de lo que ocurrió en abril. Pablo Casado, candidato del PP, advierte ya del riesgo que, según él, es que el PSOE lleve las riendas del país cuando vienen mal dadas. Además, en el Ejecutivo no descartan nuevos datos económicos que, sin llegar a ser alarmantes, sirvan a la oposición para hacer ariete contra Sánchez. 

Sin rehuir la crisis

Por ese motivo, el PSOE afrontará la campaña sin rehuir la posibilidad de una crisis. Al contrario, tratará de rentabilizar los temores en pro de su propuesta de un Gobierno estable, fuerte y cohesionado que pueda hacer frente a los desafíos, según explican a este periódico fuentes de Moncloa. Sólo si el PSOE obtiene una mayoría suficiente podrá hacer frente a la inestabilidad económica, razonan en Moncloa. Especialmente cuando no parece haber posibilidades de un proyecto o candidato alternativo. 

El entorno del presidente asegura que ha aprendido la lección de la última gran crisis y, aunque nada indica que se producirá una recesión de tal calado, Sánchez no quiere verse en la piel de José Luis Rodríguez Zapatero, al que le costó admitir las curvas hasta que era demasiado tarde. 

El Gobierno presume de equipo económico, tanto en Moncloa, con Manuel de la Rocha Vázquez al frente, como con Daniel Fuentes como jefe de Políticas Macroeconómicas y Financieras. Pero, sobre todo, en el entorno de Sánchez ensalzan a la ministra de Economía, Nadia Calviño. 

Calviño fue ya uno de los fichajes más preciados de Sánchez para el Ejecutivo. Dejó la dirección general de Presupuestos en la Comisión Europea, un puesto mucho más tranquilo y mejor remunerado, para engrosar un Gobierno de apoyos inciertos, como se pudo comprobar unos meses después con el naufragio de los Presupuestos. 

Moncloa destaca varios aspectos de Calviño que la convierten en un activo para el Gobierno y, también para la campaña del PSOE, en la que podría tener momentos de relevancia a pesar del escaso interés que ella tiene por los mítines y la política de confrontación mediática. 

"Conoce a todo el mundo"

"Conoce a todo el mundo y todo el mundo la conoce", destacan en Moncloa. Tanto en la Unión Europea, donde es una ministra respetada y con fama de rigurosa, como en España, donde poco a poco ha ido tejiendo complicidades. Pero, además, Calviño es respetada por los sectores económicos y políticos más liberales. No hay más que ver el disgusto de Ciudadanos cuando conoció su fichaje por Sánchez, ya que la veían como una persona potencialmente cercana a su órbita. 

Sánchez ve en Calviño un argumento perfectamente complementario a su lema de campaña: "Ahora, Gobierno. Ahora, España". La ministra proyecta, según el entorno del presidente, una imagen de centralidad, de estabilidad y, sobre todo, alejada de experimentos económicos o un excesivo gasto público.

Nadie espera de Calviño una defensa del endeudamiento o el déficit para tratar de combatir una desaceleración. Tampoco promesas de medidas sociales sin cuantificar o destinadas a cosechar votos sin importar las consecuencias. En ese sentido, sería un contraste muy acusado con un Podemos a quien el Ejecutivo trata de caracterizar como no apto para asumir tareas de responsabilidad, tanto por su inexperiencia como por sus postulados políticos. 

Calviño está llamada a brillar más en esta campaña, aseguran en Moncloa, y unirse a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ya con una gran presencia política y mediática. 

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