Como si de la pantalla de un videojuego clásico se tratase, el cartel muestra una macabra competición en la "lucha por la supervivencia blanca". El terrorista noruego Anders Breivik, quien en 2011 perpetró una masacre que se saldó con 77 muertos, encabeza la clasificación. Le siguen otros terroristas jaleados por grupos neonazis y de extrema derecha: Brenton Tarrant (51 muertos, Nueva Zelanda, marzo de 2019), Patrick Wood Crusius (22 muertos, Estados Unidos, agosto de 2019), Robert Bowers (11 muertos, también en Estados Unidos, octubre de 2018).

Una lista criminal revestida de una estética amable. Varios de los terroristas sonríen. Otros están en disposición de perpetrar sus atentados. "¿Llegarás a la clasificación en la lucha por la supervivencia blanca?", incitan desde el cartel. Animan a perpetrar masacres como las de sus referentes: contra musulmanes, contra judíos...

Es sólo un ejemplo de lo que puede encontrarse a través de canales de difusión de proclamas radicales. No hace falta bucear por la deep web -la Internet profunda, semiclandestina para un usuario poco iniciado- para hallar contenidos de claro corte violento: Brenton Tarrant difundió en directo a través de Facebook la matanza que perpetró en dos mezquitas de Christchurch (Nueva Zelanda). La retransmisión sumó miles de visualizaciones y cientos de interacciones.

Imagen de la retransmisión en directo de los atentados de Christchurch, en Nueva Zelanda.

El terrorista de Christchurch logró su objetivo prioritario. Su acción criminal dio la vuelta al mundo; también su manifiesto de extrema derecha basado en un supremacismo que recordaba a los años más oscuros del siglo XX. La mayor parte de las reacciones al vídeo eran de repulsa, pero también hubo quienes jaleaban sus movimientos.

Líneas similares al yihadismo

La universalización de la tecnología -a finales de 2017 había 5.000 millones de usuarios de líneas móviles en el mundo- conlleva una peligrosa derivada. La difusión de mensajes de odio es extremadamente eficaz y tiene un alto nivel de segmentación. O lo que es lo mismo, el formato del mensaje se modifica en función del grupo al que se dirija, bien por rango de edad -adolescentes, jóvenes, adultos-, cultura, nacionalidad...

Los grupos yihadistas han explotado esta máxima desde hace más de una década. Al Qaeda y especialmente Daesh cuentan con una serie de productoras y publicaciones para difundir sus mensajes. Y es en ese terreno, en el califato virtual, donde están volcando buena parte de sus esfuerzos tras las derrotas militares que han sufrido en Siria e Irak.

Los grupos neonazis empiezan a imitar estas técnicas de difusión. Con medios y estructuras mucho más escasas que en el ámbito yihadista, a tenor de los mensajes que difunden; pero igualmente incurren en el mensaje del odio, en el ensalzamiento de los fines terroristas, en la difusión de simbología prohibida.

También en España.

Los contenidos

"Aprovechan el anonimato que les brindan algunos canales de difusión, sobre todo Telegram, para difundir el contenido", detalla Carlos Seisdedos, responsable de ciberinteligencia de Internet Security Auditors. El investigador ha analizado decenas de canales de esta red social en los que se difunde todo tipo de material neonazi.

Los mensajes idolatran a terroristas de extrema derecha; entre ellos, Anders Breivik, autor de la matanza de Oslo y Utoya, que se saldó con 77 víctimas mortales. EFE

¿Qué alcance tienen en nuestro país? "La mayoría de los canales están en inglés, pero también hay en español -detalla Seisdedos-. Son pósters, mensajes... que suponen una semilla preocupante en la seguridad de España". Contenidos que no se reproducen en este diario para no ayudar a su difusión.

En uno de ellos aparece un joven con su uniforme nazi, la esvástica en el brazo y uniforme militar, pintando un cuadro. El gesto del protagonista es suave, amable, pese a lo inquietante de la escena. "Juventudes, a vosotros no os sonríe el sol...", reza el mensaje que la acompaña, escrito en perfecto castellano. El texto llama a la "lucha", a la "resistencia", antes de lanzar una proclama a favor de Adolf Hitler.

Hay mensajes incluso más segmentados para el público español. Desde el yugo y las flechas falangistas con textos en los que se llama a recuperar una supuesta "espiritualidad", hasta las esvásticas nazis con las que se pide "sangre, tierra y pureza".

El alcance de los mensajes

El alcance de estos mensajes, en términos relativos, es residual. Si en España hay 47 millones de habitantes, apenas los reciben unos cientos. Pero los analistas de las fuerzas de seguridad los interpretan en términos absolutos: cientos de personas que, por iniciativa propia, rastrean y están sedientas de proclamas violentas, de marcado carácter neonazi.

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado cuentan con unidades especializadas en el seguimiento de radicalismos difundidos a través de la red. La mayor parte de sus investigaciones se centra en la expansión del ideario yihadista; fuentes de seguridad señalan a EL ESPAÑOL que el proceso de radicalización -con sus evidentes matices- es similar en otras ideologías extremas.

Según los datos presentados del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), en 2018 se detuvo en España a tres individuos acusados de yihadismo que se habían radicalizado exclusivamente a través de redes sociales e Internet. "El riesgo en corrientes de extrema derecha o neonazi es muy similar", aseveran las mismas fuentes.

Individuos que admiran los hechos violentos, que pueden aspirar a perpetrarlos ellos mismos o, cuanto menos, justificarlos.

Robert Bowers, el antisemita que mató a 11 judíos en la sinagoga de Pittsburg. E.E.

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