La campaña electoral para las elecciones generales del PSOE y de Unidas Podemos fue tan de guante blanco entre ambos que llamó la atención. Pedro Sánchez se centró en las que bautizó como "las tres derechas" y poco menos que ignoró a Pablo Iglesias. El líder morado, ejemplar de la Constitución en mano, se cuidó mucho de atacar al socialista. A lo más que llegó es a recordarle algunos incumplimientos en aquello que habían pactado y a asegurar que recibía muchas presiones de los poderosos. Para ambos problemas, una alianza entre ambos era precisamente la solución.

Las elecciones pasaron. Otros 80 días pasaron. Y en vez de transitar por un verano que conduzca poco a poco al cambio de década la política española está en buena medida de vuelta en 2016. Así lo confirmó este jueves Sánchez en una entrevista en La Sexta. "Fíjese, yo esto lo he vivido ya. Lo he vivido ya, lo viví en 2016", dijo el líder socialista tras decir que "el principal escollo para poder formar un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos" es "que Iglesias sea miembro de ese Gobierno".

De nuevo, Iglesias pidiendo cargos. De nuevo, Iglesias impidiendo que gobierne un solcialista. Desde este jueves, Iglesias tiene tanto un apoyo adicional a su postura como un candado en caso de que quiera deshacerla: el resultado a su favor de la consulta a las bases en la que participaron 138.488 personas

"Hubo también un consulta, y es evidente que cuando Iglesias tiene un problema, plantea una consulta para parapetarse detrás de sus afiliados y afiliadas y explicar y justificar lo que es injustificable, y es que va a votar que no, va a impedir el que haya un presidente socialista la próxima semana en este país", dijo Sánchez.  En 2016, el espacio de Unidos Podemos perdió en torno a un millón de votos y la expectativa del sorpasso, entonces una llama muy viva, quedó diluida. 

Iglesias, "con un gorro de Napoleón en la cabeza"

La postura de Sánchez es muy arriesgada, pero dirigentes socialistas consultadas por este periódico creen que dará resultado. "A Iglesias le va a venir muy bien agosto", dice un miembro de la Ejecutiva socialista que ya da por muerta la investidura la semana que viene. "Iglesias es muy inestable, la calma le va bien. Cuando se retroalimenta acaba con un gorro de Napoleón en la cabeza", ironiza, recordando el currículum que desplegó el martes en otra entrevista para recordar que tenía un doctorado, dos máster y un premio extraordinario de licenciatura. "Es la peor versión de sí mismo, ¡desatada!", lamenta. 

En el PSOE confían en que la presión sobre Iglesias sea tal, que se centre de tal modo en su supuesta obsesión por ser vicepresidente, que en septiembre tenga que ceder en cuanto constate que unas elecciones podrían acabar con su liderazgo. En 2016, Iglesias ya planteó no entrar en el Ejecutivo a cambio de que hubiese una coalición de izquierda. sEn Moncloa están convencidos de que Iglesias será el que ceda antes o después y se sacrifique. Y, si no, Sánchez irá a por él en las elecciones del 10 de noviembre. 

Pero no estamos en 2016. 

Así se lo hizo saber Sánchez con varios comentarios deslizados en la misma entrevista. El primero de ellos hizo mención a la debilidad interna del propio Iglesias, un detalle que pasó poco menos que desapercibido en medio de los demás titulares de impacto.

Iglesias tiene hoy 42 escaños mientras que en 2015 logró 71. Íñigo Errejón amaga con lanzar un nuevo partido de ámbito nacional tras desplazar a Podemos en la Comunidad de Madrid y hacerse con la primacía del espacio a la izquierda del PSOE. Además, varias de las confluencias que aún comparten proyecto con Iglesias van por libre. La autoridad de Iglesias ya no es intocable, una llaga donde Sánchez puede meter el dedo. 

Un líder sin liderazgo

"Lo estamos viendo hoy en La Rioja. Pero también lo hemos visto en Andalucía, lo hemos visto también en Madrid o lo estamos viendo en Cataluña. El señor Iglesias no garantiza una responsabilidad en cuanto al comportamiento y en las decisiones que se están tomando por parte de integrantes muy significados de su partido. Mire la señora Ada Colau, por ejemplo, está discrepando con la señora Carmena, exalcaldesa de Madrid, por defender que efectivamente en Cataluña hay presos políticos", dijo.

"Tenemos una organización, Unidas Podemos, que no me garantiza la homogeneidad en la decisión de muchos de sus integrantes". Impensable en 2016. ¿Qué ocurriría si se repiten las elecciones con los discrepantes que aún conserva Iglesias en el partido?

Las urnas acabarán con Iglesias

Por otra parte, Sánchez también confió en que las urnas pongan en su lugar a Iglesias por impedir un Gobierno y rechazó la sensación, muy extendida, de que será toda la izquierda en su conjunto quién pague. Gabriel Rufián lo expresó de forma muy gráfica el miércoles: "Entre los que no van a ir a votar y los que nos van a meter en el mismo saco, aquí palmamos todos".

"Yo discrepo", dijo Sánchez. "Si la ciudadanía española se ve abocada desgraciadamente por la irresponsabilidad y el bloqueo de algunas formaciones políticas a unas elecciones, participará. Los ciudadanos votan para que haya Gobierno, eso es lo que quieren", según él. 

O el liderazgo interno de Iglesias queda herido de muerte al verse excluido del Gobierno o será él mismo quien morirá electoralmente en las urnas del 10 de noviembre. Ese es el órdago al que parece conducir Sánchez al que, a día de hoy, sigue considerando "sin ninguna duda" su "socio preferente". 

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