Cuando el excomisario José Manuel Villarejo se refería a él lo hacía con el apodo de Escorpión. Escorpi para los amigos. Pero el financiero José María Clemente ha tenido otros muchos nombres. Allá por el 1996, los narcos del clan Ochoa de Medellín le apodaban la lavadora, por su facilidad para limpiar dinero manchado de sangre y drogas, y cuando estaba buscado por Francia adoptó el apellido Stuart para hacer negocios en España sin ser detectado. Los informes de la DEA le situaban incluso como agente del MI5, el servicio secreto británico, y mientras estaba buscado por la Audiencia Nacional, colaboró con la Guardia Civil dando clases contra el blanqueo de dinero. Un zorro cuidando a las gallinas. 

Sin embargo, si algo definía a Clemente en el entorno del excomisario era el mérito de ser el único que había conseguido engañarle en un negocio. Tanto que tras detectar el engaño, Clemente tuvo que entregar en 2008 su propia casa a las empresas del funcionario público para arreglar el entuerto. Años después, con El Escorpión viviendo una batalla legal en Francia vinculada con un caso de narcotráfico, Villarejo se hizo cargo del pago de la casa en la que residía su familia. Una relación de amor-odio con escala de grises y negocios de por medio.

Según ha podido confirmar EL ESPAÑOL, la relación entre ambos se forzó en la Marbella de los años 90, en el entorno de relaciones del traficante de armas Monzer Al Kassar, al que Villarejo apodaba también con nombre de reptil. Según las investigaciones seguidas años después en su contra, Clemente era el hombre de las mil chequeras. El señor de los contactos. El banquero capaz de mover desde Suiza los fondos de dictadores africanos, de narcos colombianos y de prominentes hombres de negocios afines a mirar para otro lado. En resumen: un importante activo para cualquier servicio de inteligencia y un sospechoso de manual para los agentes contra la corrupción de varios países del globo. 

Reuniones con el cártel de Medellín

La gran caída de Clemente arrancó en 1999, con la detención de Juan Gabriel Úsuga Noreña, conocido como El Biónico, uno de los narcos más emblemáticos del clan de Medellín en esas fechas. Tras ser extraditado a Estados Unidos en el marco de la operación Milenio, Úsuga puso sobre la mesa el nombre de varios narcos vinculados con el negocio de la coca. Y el de un financiero. Un español afincado en Suiza capaz de mover sus fondos sin ser detectado. Ese era, según esta versión, José María Clemente, relacionado según estos datos con una sociedad llamada Medellín Multivalores. 

En aquellas fechas, el Miami Herald publicó un manuscrito enviado al Juez en EEUU por uno de los narcos colombianos, llamado Carlos Ramón Zapata. El documento relataba el presunto encuentro en el hotel Ritz de Madrid entre el capo y José María Clemente, al que apodaban El Suizo. "Este dinero viene del narcotráfico y yo quiero que tú sepas eso por si algún día hay algún problema", explicaba Zapata. La presunta respuesta habla por sí sola. "Mira, a mi eso no me asusta. Es mi especialidad reubicar dineros de personas que no pueden mostrar su origen y esto comprende contrabando de tabaco en cantidades industriales, primeros ministros que saquean países africanos y necesitan ocultar ese dinero, traficantes de armas, grandes sobornos y estafas de políticos de primera línea en Europa. Tus actividades de narcotráfico te hacen quedar como un boy scout en la lista de mis clientes".

Fue entonces cuando Estados Unidos pidió la extradición de Clemente, que fue detenido por las autoridades españolas en 2002 a instancias de lo que entonces se llamaba Fiscalía Antidrogas. Sin embargo, la entrega a EEUU fue rechazada. En cambio, la Audiencia Nacional abrió una investigación en su contra, que cayó en manos del entonces juez Baltasar Garzón.

Desde EEUU, los narcos aseguraban que Clemente movía mercancía y dinero gracias al avión privado de un príncipe saudí Nayeb Al Shaalan. Un Boeing 727 que iba a cubrir la ruta entre Caracas y Paris con escala en Arabia Saudí y que planeaba aterrizar el 16 de mayo de 1999 en suelo galo con cerca de 2.000 kilos de coca. Al Shaalan era además el propietario del banco suizo Kanz Bank, con sede en varios paraísos fiscales.

Para solicitar si entrega, EEUU explicó al gobierno español que Clemente podía tener la llave de las finanzas de Al Qaeda. Había pasado solo un año desde que en 2001 un comando yihadista estrellara dos aviones contra las torres gemelas en el peor atentado de la historia. Los informes de la DEA sobre Clemente, publicados en 2005 por la revista Interviú, le colocaban como un posible agente del MI5, el servicio de inteligencia británico. 

Una casa de lujo en Barcelona

En España, la investigación en contra de Clemente se complicó, ya que el juez Garzón y el fiscal Javier Zaragoza le acusaron de lavar dinero también para los clanes gallegos. En concreto para el capo José Rodríguez Dean, al que vinculan con un envío de 500 kilos por barco apresado en Isla Bermuda. 

En 2004, Clemente sale en libertad condicional y a partir de ahí, su rastro es difuso para la Justicia, mientras en 2007 arranca el juicio por el envío de drogas en el avión Saudí. La justicia gala procesa al príncipe Al Shaalan y a otros seis acusados por narcotráfico. Pero ninguno de ellos se presenta al juicio. 

Un año después, en 2008, se produce el traspaso de bienes entre Clemente y las empresas del excomisario Villarejo, por medio de un reconocimiento de deuda. En sus conversaciones, Villarejo siempre vinculó la operación a un negocio en el que Clemente intentó estafar a sus empresas. Al ser detectado, el financiero ofreció como contraprestación su único bien operativo: su casa en la Avenida de Pedralves de Barcelona, valorada en el momento de la permuta en 1,2 millones de euros. 

Sin embargo y por las fechas, la operación es también compatible con un intento de cambiar de titular del bien controlado por Clemente ante una posible condena o responsabilidad financiera por sus investigaciones. Solo hay un elemento que no cuadra con esta tesis: un año después de la dación en pago, la familia del financiero tuvo que salir de la vivienda. Se quedó en la calle. Meses después, la empresa de Villarejo vendió el inmueble a un tercero, sacando una rentabilidad de más de un millón de euros.

Sin embargo y pese al entuerto judicial, la relación entre ambos no cesó. Lejos de eso, tal y como avanzó el diario Público, Clemente tomó como nuevo nombre el de una de las sociedades vinculadas al comisario, llamada Stuart & Mckenzie. La empresa estaba durmiente desde hacía años pero fue reactivada en 2011 con este nuevo apelativo. Al conocerlo, Clemente mostró su asentimiento y adoptó el primero de los vocablos. El Escorpión pasó así a ser para muchos José María Stuart, y a captar negocios para Cenyt, la empresa madre del holding que ahora investiga la Justicia. Un día antes, el mismo diario publicó las pruebas de que en 2016, Villarejo y Clemente viajaron a Arabia Saudí para abrir negocio. Allí se encontraron entre otros con Nayeb Al Shalaan, el príncipe procesado en Francia y señalado por los narcos colombianos hace casi 20 años. 

La vinculación entre ambos fue tal, según ha podido confirmar EL ESPAÑOL, que en las últimas fechas las sociedades del excomisario pagaban el alquiler de la vivienda en la que residía hasta el pasado año la familia de Clemente. O Stuart. O El Suizo. O en boca de Villarejo, El Escorpión.