El nombre de Idoia Rodríguez Buján (23 años) sostiene uno de los episodios más funestos del Ejército español. Porque la soldado, destinada en el regimiento de infantería Isabel la Católica Nº 29, se convirtió en la primera mujer militar muerta en misión. Porque ella tenía que haber vuelto a Galicia el día fatídico, pero pidió quedarse en Afganistán. Porque una bomba oculta entre la tierra del desierto afgano alcanzó de pleno el vehículo que ella misma conducía. Y, también, porque murió en un país desangrado por una guerra en la que ella misma había salvado decenas de vidas.

Ocurrió el 21 de febrero de 2007. Afganistán se desangraba en una guerra cruel, en la que los talibanes campaban con suma facilidad. El Ejército español también sufría las consecuencias del conflicto. Hasta la fecha, 83 militares españoles habían perdido la vida. Estar de misión en Afganistán requería un ejercicio de valentía. E Idoia Rodríguez lo había demostrado: ese mismo día tenía que regresar a nuestro país, pero pidió quedarse allí hasta la última rotación y sus superiores se lo habían concedido.

Ese dato lo revela el blog No queda mucho para que den las cuatro de la tarde del Ejército de Tierra, escrito por el teniente coronel Norberto Ruiz e ilustrado por el dibujante José Manuel Esteban. Idoia sentía que desempeñaba una función importante en ese escenario: integrada en un equipo médico, salvaba vidas en aquel agujero olvidado.

Idoia Rodríguez estaba integrada en un equipo médico. Ilustración: José Manuel Esteban para el blog No queda mucho para que den las cuatro de la tarde

Especialmente sensible fue el episodio en el que un conductor suicida se empotró contra su convoy, hiriendo a varios soldados de la Coalición. La intervención de Idoia y de su equipo fue crucial. Los compañeros recuerdan la "ternura" con la que la soldado trató a los heridos.

Pero su trabajo casi siempre atendía a necesidades más discretas -no por ello menos necesarias-: trataba a mujeres, niños y hombres en los pueblos a los que no llegaba la atención médica. Un gesto evidentemente humanitario, pero también un modo de congraciar la figura militar con una población hastiada por un conflicto sin fin. 

También le ataban motivos personales. Su pareja, también militar del Ejército español, estaba con ella en Afganistán.

Por todos esos motivos, Idoia había pedido quedarse en la guerra. 

El BMR de Idoia Rodríguez tenía la cruz roja que indica su propósito sanitario. Ilustración: José Manuel Esteban para el blog No queda mucho para que den las cuatro de la tarde

La explosión

Vayamos hasta el 21 de febrero de 2007. Idoia Rodríguez conduce un BMR blindado medicalizado: las cruces rojas sobre un fondo blanco lo delatan. Su vehículo es el cuarto de los cinco que componen el convoy español. Todos ellos apoyan a un equipo italiano, dedicado a su vez a la instrucción del Ejército afgano en la región de Shindand.

La soldado se encarga del mantenimiento del vehículo. Incluso le ha puesto un ambientador para tratar de aliviar las fatigas rutinarias que se dan en las misiones en zonas de conflicto. A bordo del BMR también viajan la teniente médico María Dolores Muñoz, el alférez ATS César Muñoz Pantoja y el cabo Jorge Laiño. Recorren un camino paralelo a la carretera 515, cerca del aeropuerto de Shindand.

La mina que acabó con la vida de Idoia Rodríguez estaba oculta en un camino de Shindand. Ilustración: José Manuel Esteban para el blog No queda mucho para que den las cuatro de la tarde

Son casi de las 16.00 cuando se desata la tragedia. El blindado de Idoia pisa un artefacto explosivo enterrado por los insurgentes. El estruendo se escucha en todo el valle de Zirku. Se trata de una mina contracarro con una potente carga en su interior. En el suelo se dibuja un cráter de un metro de ancho. El BMR queda destrozado; una de sus ruedas vuela por los aires y cae a cien metros de distancia.

María Dolores Muñoz sufre diferentes contusiones. César Muñoz Pantoja no presenta grandes heridas. Jorge Laiño tiene una fuerte contusión torácica que requiere de intervención quirúrgica, aunque sobrevivirá. E Idoia Rodríguez permanece en su asiento, tendida y sin vida. Shindard fue el lugar en el que se apagaron los 23 años de su existencia.

La soldado se convirtió en la primera mujer militar de las Fuerzas Armadas muerta en una misión internacional. El Ejército de Tierra recordó recientemente su nombre en la presentación del calendario para 2019, ilustrado con fotografías de mujeres militares con Valor Reconocido. Los padres de la soldado asistieron al acto y recibieron el agradecimiento por la contribución de su hija, atendiendo las necesidades médicas de decenas de personas en Afganistán.

*EL ESPAÑOL recoge las historias de mujeres militares del Ejército español que han combatido en primera línea de fuego, como la de Alejandra y Margarita, que lucharon en la batalla de Najaf (Irak); la de la soldado Manar, emboscada por el enemigo en Diwaniyah (Irak); o la de la soldado Ángela, que rescató a un compañero herido por los talibán. Puede conocer más historias pinchando aquí.

Una de las ruedas del BMR alcanzado terminó a 100 metros del lugar de la explosión. Ilustración: José Manuel Esteban para el blog No queda mucho para que den las cuatro de la tarde

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