En medio de la volatilidad, una victoria simbólica. Pedro Sánchez logrará este jueves que se apruebe el objetivo de déficit y deuda para 2019, considerado la antesala de los Presupuestos y conocido como el techo de gasto. Para ello, el hemiciclo verá como resucita la mayoría de la moción de censura que catapultó al líder del PSOE a la Moncloa. 

Hace tan solo unos días parecía imposible. El Gobierno ha remitido exactamente el mismo objetivo que el Congreso tumbó en julio por la huelga de brazos caídos de Unidos Podemos y los partidos independentistas, que exigían más ambición económica al Gobierno al que acaban de apoyar. Si entonces trataban de poner en vereda a un Ejecutivo que vivía sus mejores momentos, ahora la situación ha cambiado y creen que no apoyarlo es poco menos que abonar el terreno del que surgirán las urnas para unas elecciones anticipadas. 

Fuentes del PDeCAT aseguraron este miércoles que votarán a favor, a pesar de que los herederos de Convergència Democràtica son más liberales y conservadores que progresistas. ERC guardaba sus cartas, pero a última hora de este miércoles confirmó que se uniría al sí al techo de gasto. Sánchez se ha ganado el apoyo también del PNV y, ahora sí, de Unidos Podemos. Salen las cuentas. 

El veto del Senado

¿Un gran triunfo? En absoluto. Las consecuencias de este techo de gasto, que eleva el 1,8% el déficit para 2019 en lugar del 1,3% previsto por el Gobierno de Rajoy, son mínimas. Una vez aprobado en el Congreso, debe pasar al Senado para ser ratificado. En la Cámara Alta, el PP tiene mayoría y ya ha anunciado que votará en contra, sin posibilidad de que, como ocurre con otras leyes, el Congreso pueda deshacer el veto. 

Pero Sánchez busca, de momento, poner el termómetro, aunque fuentes del Gobierno se mostraban este miércoles muy satisfechas. El Ministerio de Hacienda tiene informes jurídicos que recomiendan someter los objetivos de déficit a una segunda votación una vez naufragada la primera. Si fuesen tumbados de nuevo, el presidente del Gobierno tendría ya una imagen clara de lo que le espera en la tramitación parlamentaria: la hostilidad de los grupos independentistas por la situación en Cataluña. 

En este caso, PDeCAT y parece que ERC no quieren condicionar las nuevas cuentas públicas con la situación política general, que este jueves y viernes vivirá además dos días grandes por la reunión entre Sánchez y Quim Torra y el Consejo de Ministros en Barcelona. 

Las razones para relajar el veto son múltiples. La primera, que no les compromete a nada. Este texto será pronto papel mojado una vez entre en acción el Senado. Además, los partidos independentistas siempre pueden bloquear la tramitación de los Presupuestos o tumbarlos en su votación final. Y las cuentas públicas para 2019 aún no han sido siquiera presentadas por el Consejo de Ministros, que lo tiene previsto para enero. 

Pero hay más razones: las medidas sociales y el aumento del gasto para las autonomías, que reserva más de 2.000 millones extra para Cataluña con la nueva senda, han llevado a los partidos independentistas a aflojar. Sánchez tiene un respiro, aunque simbólico, y menos excusas para convocar elecciones generales. 

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