La AP-7 es una autopista que comienza su trazado literalmente en Andalucía. Pedro Sánchez subió este miércoles a la tribuna del Congreso de los Diputados con un discurso inédito sobre Cataluña desde que es presidente del Gobierno y que demuestra un tránsito difícilmente imaginable antes de las elecciones andaluzas. En ellas, la derecha sumó mayoría absoluta en parte gracias a un discurso muy beligerante sobre Cataluña.

La intervención de Sánchez consagra el endurecimiento del tono frente al independentismo. "El independentismo ha conseguido crispar y dividir a la sociedad catalana, y también a la sociedad española" gracias a un "patrón de engaños y de exaltación de las emociones", dijo.

Tardá a Sánchez: La no negociación con Cataluña "será su tumba política"

"Lo voy a decir de manera muy sosegada y pausada, para que se me entienda claramente", prosiguió. Todo lo que se sitúe fuera de la ley "contará con la respuesta firme, pero serena, proporcional y contundente del Estado Social y Democrático de Derecho. No hace falta decir nada más", remachó.

La vuelta de tuerca lleva días gestándose, tanto desde el Gobierno como desde el PSOE, donde sus principales dirigentes están ya en modo campaña de cara al 26 de mayo, cuando se celebran elecciones europeas, autonómicas en 13 comunidades y municipales. 

La transfiguración de la AP-7

El punto de inflexión del enfado con el independentismo fue el corte de la autopista AP-7 el sábado por parte de los Comités de Defensa de la República (CDR). Motivó requerimientos formales del Gobierno a la Generalitat y la amenaza de enviar policías y guardias civiles para mantener el orden público. En la Generalitat no daban crédito porque los CDR han llevado a cabo muchas acciones similares sin que nada hubiese pasado hasta el punto de que ya se consideraba poco menos que lo normal. Hasta ahora. 

Lo de este miércoles fue, en realidad, el primer acto de la nueva estrategia en un marco solemne y con el presidente del Gobierno como principal orador. 

Al mismo tiempo, Sánchez buscó distanciarse mucho de PP y Ciudadanos para preservar su apuesta por el diálogo. Rechazo al "centralismo, un error histórico", y la apuesta de Pablo Casado y Albert Rivera por la aplicación de una nueva y más dura versión del artículo 155 de la Constitución y la convocatoria de elecciones.

Sánchez, el mal menor para el independentismo

Sánchez se presentó, en ese sentido, como la vía intermedia, como el presidente que menos malo puede ser para los intereses de los independentistas, pero que tampoco está dispuesto a ser toreado. Como jefe del Ejecutivo, tiene que defender la Constitución. Como líder del PSOE, tiene que salvaguardar los intereses electorales de sus barones que, en realidad, puede ser tanto como salvarse a sí mismo.  

"Estamos hartos. Sólo les interesa la independencia, no quieren negociar nada con nosotros. Viven de los gestos, como si fueran niños pequeños", explicaba un ministro con importantes responsabilidades sobre la estrategia en Cataluña mientras se tomaba un descanso del maratoniano pleno, de casi seis horas, sobre el Brexit y Cataluña. 

Sánchez no hizo mención alguna a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Tampoco a la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional con la que, según PP y Ciudadanos, podría intervenir los Mossos d'Esquadra. 

Es más, la vicepresidenta compareció fuera del hemiciclo ante los medios, antes incluso de que Sánchez hiciera uso de la primera de sus dos réplicas, y aseguró que el Gobierno se da por satisfecho con la respuesta de la Generalitat a sus requerimientos, ya que el Ejecutivo catalán ha "garantizado como corresponde la seguridad y la actuación de los cuerpos de seguridad que dependen de ellos, que son los Mossos d'Esquadra", según Carmen Calvo.

El 155, botón nuclear pero disuasorio

El artículo 155 es un botón nuclear, pero el Gobierno está por la política de la disuasión. Por eso en el Ejecutivo se respiraba un cierto alivio. La Generalitat mantenía alguna de sus tesis y criticaba a Sánchez con dureza, pero no echaba mano de la movilización social o rompía la baraja institucional.

"¡¡Todavía hay tiempo!!", bramó Joan Tardá (ERC), desde la tribuna en relación a un posible entendimiento. Para Carles Campuzano (PDeCAT), el discurso de Sánchez es "un enorme error" que "va a pagar". Sin embargo, ambos apelaron al diálogo, que no dieron por roto más allá de advertir a Sánchez que debía implicarse más si no quiere encontrar en Cataluña su "tumba" política, según Tardá. 

A pesar de su contundencia, el nuevo discurso de Sánchez lo sigue dejando en medio del fuego cruzado. Sigue siendo el fiambre del sandwich que emparedan PP y Ciudadanos, que este miércoles compitieron en contundencia con discursos parecidos (aunque el de Casado sonó mucho más compacto que el de Rivera); y el independentismo, que de momento ha optado por no aguantar el pulso al presidente del Gobierno.

El 21-D, clave

La seguridad del Consejo de Ministros del 21 de diciembre, un hito clave que podría dar otra vuelta de tuerca a la nueva política de Sánchez, es primordial para la Generalitat. "A quien peor viene cualquier problema de orden público es a la Generalitat", explica un político independentista, que pide esperar el rumbo de los acontecimientos antes de definir más la estrategia. 

Por delante quedan muchos hitos. El inicio del juicio a los dirigentes independentistas encausados en el Tribunal Supremo o la negociación de los Presupuestos, cuyo devenir podría condicionar mucho la estrategia de la Generalitat y de Sánchez, respectivamente. 

Según Campuzano, el discurso de Sánchez es el primer paso en una estrategia que será fatal para sus intereses porque podría acabar por "entregarle a las derechas la hegemonía de España durante muchas décadas". Sin embargo, esas derechas podrían ser mucho más fatales para el independentismo que la versión más contundente del presidente socialista. 

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