Será el 21 de diciembre, un año después de las última elecciones autonómicas en Cataluña, convocadas por primera vez por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en virtud de las medidas del artículo 155 de la Constitución. A Pedro Sánchez le gustan los simbólico y por eso ha decidido llevar la reunión del Consejo de Ministros a Barcelona. Mucho ha cambiado desde entonces. Para empezar, quién está al frente del Gobierno. Por otra, una relativa calma tensa en Cataluña, donde el independentismo se ha retirado a lo que llaman autonomismo y que no es otra cosa que la legalidad, pisando cuanto más la línea, eso sí. 

Los partidos independentistas carecen de una estrategia común y en su seno, especialmente en el de Junts per Catalunya, han comenzado las trifulcas internas. Todo está en pausa hasta dos hitos importantes de 2019: las candidaturas a las elecciones municipales y europeas. Está por ver cómo concurren los partidos, especialmente en las locales, y la sentencia de los procesados por rebelión y malversación ante el Tribunal Supremo.

Mientras, la Generalitat navega entre la retórica rupturista y los constantes viajes en AVE de varios de los consellers para despachar, en ambiente cordial y de fructífera colaboración, con los ministros de Sánchez en Madrid. 

Símbolo por símbolo

Al símbolo de Sánchez, una reunión del Consejo de Ministros para reivindicar la catalanidad del Gobierno o la españolidad de Barcelona, Quim Torra ha respondido con una contraoferta. 

Este martes, tras la reunión del Consejo Ejecutivo del Govern, su portavoz, Elsa Artadi, lo expresó en alto al reclamar una "cumbre bilateral de gobiernos", en la que participen ambos presidentes y todos los ministros y consellers, para "poder debatir conjuntamente la situación y las posibles soluciones políticas al conflicto" en Cataluña.

Según ella, los ministros de Sánchez no deben ir a Barcelona a hacer "turismo ministerial" sino a conocer la realidad de Cataluña y los orígenes del "conflicto político". Torra no descarta reunirse a solas con Sánchez, pero la Generalitat no quiere que ese encuentro sea tan solo un segundo plato de la solemne e histórica reunión del Gobierno de España en Barcelona, tal y como la concibe el Ejecutivo. 

Con la bilateralidad por bandera, algo que ya acompaña como apellido oficial a las comisiones donde negocian Generalitat y Gobierno, Torra pretende visibilizar la reunión entre dos Gobiernos como si se tratase de una cumbre entre dos países distintos, algo que a veces se hace entre Estados europeos.

El orden del día de la reunión y sus objetivos, más allá de las fotos, no están claros y en Moncloa no sueltan prenda sobre posibles medidas que, a modo de golpe de efecto, se puedan anunciar para Cataluña y desde Barcelona.

El debate en el Congreso

La respuesta puede ser anticipada por un debate marcado desde este martes en rojo en el calendario. El 12 de diciembre, Sánchez protagonizará un debate monográfico sobre Cataluña en el Congreso. En los pasillos de la Cámara Baja ha subido la expectación sobre la posibilidad de que el presidente haga un anuncio de calado, por ejemplo, en relación a una reforma del Estatut de Cataluña que el PSOE sugiere cuando es preguntado por un posible referéndum.

Sin embargo, más allá de decir que no se votará sobre la independencia, es decir, para romper, sino sobre un Estatut ya negociado, es decir, sobre un acuerdo, el Ejecutivo no ha explicado cuáles son sus prioridades en esa reforma. Fuentes del grupo socialista se confesaban atónitas porque se hubiese creado una expectativa nueva ante prioridades expresadas tantas veces.

Todo les suena a viejo a ERC y PDeCAT. La vicepresidenta del PDeCAT, Miriam Nogueras, consideró que una posible reforma estatutaria devuelve a Cataluña al "día de la marmota" y aseguró que los catalanes están ya muchos capítulos más adelante. Joan Tardá, portavoz de ERC, advirtió de que "no se puede excluir a nadie, ni al 50% autonomista ni al 50% independentista". Según él, lo que se debe votar es entre más autonomismo (Estatut) o independencia. 

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