Franco caía de pie. Nadie -ni todos los trabajos de investigación que han elegido como punto final o de partida el año 1945- se explica cómo sobrevivió el Régimen del general una vez clausurada la era fascista en Europa. Nadie hasta ahora. Carlos Collado Seidel -profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Marburg (Alemania) e investigador de la actuación exterior española durante el franquismo- ha condensado las respuestas en El telegrama que salvó a Franco (editorial Crítica). Su estudio demuestra no sólo que Londres y Washington estaban convencidos de que la dictadura franquista desaparecería a consecuencia de la derrota de las potencias del Eje, sino que los Aliados trataron de impulsar activamente su caída.

Ahora sabemos que Franco aún resistiría en el poder sin necesidad de un Hitler o un Mussolini que lo subrayase. La opinión pública de Estados Unidos y Gran Bretaña siempre entendió al general como un sinónimo carnal del régimen fascista: en eso tuvieron que ver los reportajes de Ernest Hemingway y otros corresponsales, que habían popularizado la idea de que la Guerra Civil española era una lucha entre la democracia y el fascismo.

¿Por qué no se dio el gran golpe? ¿Puede un dictador permanecer en el poder 36 años sólo teniendo suerte?

Incluso el embajador británico Samuel Hoare -de línea conservadora- dijo en 1940 que no había visto nunca “un control tan completo de los medios de comunicación, prensa, aviación, etc.” como el que tenían los alemanes en España. La península ibérica era un panfleto del Eje.

Conspiraciones

La Historia es caprichosa, y aún lo fue más entre 1942 y 1945 -los años que abarca la investigación-. “Cualquier augurio que se hubiera atrevido a profetizar que el nacionalsocialismo y el fascismo iban a desaparecer, pero no Franco y la Falange, hubiera sido ridiculizado”, cuenta el libro. Así era el caudillo: exiguo pero resistente. Londres y Washington, queriendo curarse en salud, empezaron a sacar la artillería diplomática para procurar la neutralidad española: aplicaron sanciones económicas a los carburantes -que España sólo recibía de los Aliados-, movieron hilos militares y hasta llegaron a emplear medios subversivos y conspirativos -con apoyos en nuestro país- para acelerar el fin del régimen. Nada sirvió. Franco impertérrito.

Londres y Washington, queriendo curarse en salud, empezaron a sacar la artillería diplomática para procurar la neutralidad española

Algunos lo achacan al “extraordinario tacto diplomático del dictador”, a su inteligencia para contentar a las partes contendientes. Collado se niega a creerlo: “Es al revés, Franco cometió repetidos errores políticos", relata en el libro. "Mantuvo sus simpatías por los regímenes nazi y fascista y siguió haciendo todo lo que encontraba a su alcance para apoyar el esfuerzo bélico del Tercer Reich”. Franco y sus votos de amistad. Franco dando cobijo a nazis fugitivos, nunca juzgados. Franco esquivando las balas de unos y de otros. Franco sonriendo desde su 1,63 de altura.

El factor suerte

Otras posturas culpan de la permanencia del caudillo en el poder a la debilidad de la oposición española -ya fuera republicana o monárquica- al Régimen, y eso que hubo conchabanzas con los interesados británicos y estadounidenses. Pero resultaron escuálidas. ¿Por qué no se dio el gran golpe? ¿Puede un dictador permanecer 36 años al mando sólo teniendo suerte? Tal vez, si puede llamarse suerte a una maraña de intereses enfrentados que se tradujeron en parálisis.

“Los conflictos alcanzarían su punto culminante en la crisis del wolframio en la que Washington estuvo dispuesto a forzar la situación, y sólo una mera casualidad evitó que Churchill pasara a los norteamericanos el bastón de mando de la política aliada hacia España”, esboza la introducción del libro, sin ánimo de spoilers. Carlos Collado quiere explicar que la Historia también está hecha de azares.

Sólo una casualidad evitó que Churchill pasara a los norteamericanos el bastón de mando de la política aliada hacia España

Y de elementos psicológicos. El autor no deja de sumergirse en el entramado de deseos, decisiones, modelos culturales y prejuicios de los protagonistas de una época moldeadora. Demuestra también que los Estados Unidos no son ese agente monolítico con el que -a veces- se fantasea desde Europa, sino que los procesos de toma de decisiones son demasiado complejos y que no tienen nunca un resultado preconcebido. Hace Collado de forense de un pasado que es presente y que, después de tanto lío, se resolvió tontamente: Franco no sólo cayó de pie casi 40 años, sino que no cayó. Otra historia que acaba en una cama.

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