Publicada

La reportera Patricia Simón (Estepona, Málaga, 1983) es una mujer alta y seria, que frunce mucho el ceño mientras piensa las respuestas. Al acabar, sonríe y pide disculpas, "me duele de lo que hablo, por eso la seriedad", explica.

Pero, recalca a lo largo de toda la entrevista, "no estamos en el peor de los tiempos posible, sino que estamos en el mejor. Es decir, si eres mujer, persona migrante, racializada, del colectivo LGTBIQ, o de la clase obrera, nunca has tenido tantos derechos".

Además, subraya que hay que tener en cuenta que "parte del pesimismo inmovilista en el que hemos caído es porque la ola reaccionaria, que representa Netanyahu en términos de normalizar la crueldad y la ilegalidad, es muy potente, está muy organizada y está ganando mucho poder muy rápido. Tenemos que ser conscientes de que la amenaza es real y es enorme. Pero, insisto, nunca ha habido tanta gente con tantos derechos".

En estos momentos, entre conferencias y reportajes, presenta su último libro, Narrar el abismo. Periodismo de conflictos en tiempos de impunidad (ENDEBATE).

En breve lo hará en Colombia. Una obra que nace de "la necesidad de explicar por qué las personas que sufren conflictos siguen contándonos su dolor, incluso sabiendo que eso no cambiará su situación".

La periodista malagueña lleva más de dos décadas por zonas de guerra y crisis humanitarias, siempre con el foco en la dignidad y confía "en que la ciudadanía que lee nuestros reportajes haga algo con esos testimonios".

Narrar el abismo es, en parte, un alegato contra la indiferencia y contra el fenómeno que ella llama 'fatiga de la compasión'. "Casi un 40% de la sociedad española evita activamente informarse. No por falta de empatía, sino porque no sabe qué hacer con tanto dolor. Pero el simple acto de escuchar ya es reparador. Eso preserva nuestra humanidad", comenta.

Desinformación y cansancio democrático

Para Simón, ese agotamiento colectivo, que ella misma sufrió y que comprendió que "tenía que superarlo desde la esperanza", está ligado a la crisis de la democracia.

"Desde la invasión ilegal de Irak y las protestas tras la crisis de 2008, la respuesta institucional fue el silencio. Mucha gente sintió que manifestarse no servía para nada, que los canales de participación se habían roto", analiza.

Además, señala al periodismo, ya que "si este pierde su sentido como herramienta de acción, también lo pierde el acto de informarse". Su diagnóstico conecta con los datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

Patricia Simón en Jenin, Cisjordania. Cedida

Más del 60% de la población mundial vive en países donde la confianza en las instituciones democráticas ha caído por debajo del 50%.

Sin embargo, encuentra motivos para la esperanza en la movilización ciudadana. "Las protestas contra el genocidio en Gaza han devuelto la conciencia de que sí sirve manifestarse. En Jordania, los palestinos me decían: 'Gracias a España por haber salido a la calle'. Ese movimiento tiene que expandirse a otras luchas".

Los ODS en peligro

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que deberían cumplirse en 2030, atraviesan un momento crítico. Según el último informe de la ONU (2024), solo el 15% va camino de cumplirse. El hambre, la desigualdad y la crisis climática avanzan, mientras la financiación internacional se desploma.

Simón lo confirma. "Cubriendo la guerra de Sudán, vi que los grandes donantes ya no tienen interés en evitar una hambruna. Erradicar el hambre ya no da rédito político. Les da igual porque no tiene coste reputacional", cuenta.

Para ella, esa falta de compromiso con el ODS2, hambre cero, no solo es un fracaso político, sino ético.

"Los ODS no son una utopía, son lo básico. Hablan de justicia social, de erradicar el hambre, de garantizar la salud o la educación. En realidad, cumplirlos consiste en ser buenas personas. Lo que pasa es que la maquinaria del odio y la desinformación ha conseguido presentar todo esto como una amenaza", advierte.

El poder de la educación

La periodista insiste en que la educación, ODS 4, es "la gran herramienta de transformación social". Y advierte de un retroceso alarmante. En muchos países del sur global, las niñas que abandonaron la escuela durante la pandemia nunca volvieron.

"Se vieron obligadas a asumir tareas del hogar. Y los recortes en cooperación, junto con la atención desviada hacia Ucrania o Gaza, han hecho que la educación deje de ser prioridad", denuncia.

La UNESCO alertó en 2024 de que 250 millones de niños siguen sin escolarizar y que el 70% de los de diez años en países pobres no puede leer un texto sencillo. Pero Simón recuerda que hubo un tiempo mejor.

Patricia Simón en Derna, Libia. Cedida

"En la primera década de los 2000 se lograron avances enormes en alfabetización y acceso a la educación. Eso demuestra que se puede hacer", anima.

Y añade que la educación es poder, "por eso a los regímenes autoritarios y a las industrias que viven de la explotación no les interesa una ciudadanía formada, que reclame derechos y libertades. Eso amenaza sus beneficios".

Defender el territorio

En un planeta que enfrenta récords de temperatura y pérdida de biodiversidad sin precedentes, Simón considera que las luchas medioambientales son las más valientes.

"Los movimientos en defensa de los territorios son el dique de contención más importante frente al neoliberalismo extractivista. Y son luchas lideradas sobre todo por mujeres", recalca.

La periodista menciona Extremadura como un ejemplo cercano. Allí, "la oposición ciudadana a los proyectos mineros está siendo la mayor movilización desde la llegada de la democracia. Me recuerda a Colombia, donde la guerra fue un proyecto económico, vaciar territorios para quedarse con sus recursos".

La igualdad amenazada

Cuando se habla del ODS 5, sobre igualdad de género, Simón señala que "el feminismo ha logrado la mayor transformación de la historia. Pero la reacción está siendo feroz".

Lo ha visto en Irán, donde cubrió las protestas tras el asesinato de Mahsa Amini. "En Teherán, ahora ves mujeres sin velo y con manga corta. El régimen ya no puede perseguirlas porque son demasiadas. Esa desobediencia es fruto del contagio de otros movimientos globales", cuenta.

La amenaza es global. "Las fuerzas reaccionarias están usando las redes sociales para convencer a los chicos jóvenes de que la igualdad es una amenaza. Y lo están consiguiendo. En Argentina, Milei no sería presidente sin el voto masculino joven", alerta.

Patricia Simón en un campo de personas refugiadas de la guerra de Malí en Bamako. Cedida

Por eso, cree que los medios y las instituciones deben reconectar con la juventud, ya que "la extrema derecha ha invertido muchísimo dinero en influencers y mensajes populistas. Los periodistas desatendimos a ese público. Ahora la urgencia es tal que creo que la ficción puede ser más eficaz que la información para llegar a ellos".

La pobreza persiste

Los últimos informes de Oxfam confirman que el 1% más rico del planeta concentra más riqueza que el 99% restante. Simón apunta que "erradicar la pobreza no es prioridad. Y la Unión Europea, que antes tenía un papel moral, se ha vuelto irrelevante. Ha perdido sus valores fundacionales".

Sin embargo, insiste en redefinir qué es noticia y alerta a los medios de comunicación de su importancia. "Cuando proponemos historias sobre desigualdad, muchos medios nos dicen que no es novedad. Pero la noticia no es lo novedoso, sino lo urgente. Lo que no debería estar ocurriendo", reflexiona.

Esperanza como herramienta

A pesar de todo, Patricia Simón no es pesimista. Ni ha dejado que el cinismo se instale en ella. Por el contrario, apuesta por la esperanza y la comunidad. Unirnos para cambiar.

"Tenemos que volver a hablar entre nosotros. Recuperar los espacios de encuentro en los barrios, las tertulias, la conversación con quien piensa distinto. Parte de la tristeza y la impotencia actuales viene de que no conversamos", señala.

Además, advierte que "tenemos que aprender a usar el móvil de forma responsable. Nos roba tiempo, atención y humanidad. Igual que hubo políticas para dejar de fumar, debería haberlas para reducir la adicción digital", apunta.

Patricia Simón publica 'Narrar el abismo'. Cedida

Después de años escuchando a víctimas de guerras y crisis, Simón ha aprendido que "las personas que sobreviven a los conflictos necesitan contar su historia, poner palabra al dolor. Eso nos cura". Y acaba con una reflexión, que "se puede transformar el mundo desde la unión".

"En Gaza, gracias a la acción de la ciudadanía se ha conseguido una tregua y que vuelva a entrar ayuda humanitaria", dice, pero subraya que "no podemos dejarlo hasta que se haga justicia".

Ella, pese a todo, se muestra esperanzada porque "nunca ha habido tanta gente comprometida con los derechos humanos. Esa es la gasolina que tenemos que usar para seguir en el lado correcto".