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"Ahora mismo hay muchísima información sobre nutrición, pero también mucha confusión y mucho ruido". Y es precisamente ese ruido lo que Javier Martínez, especialista en nutrición clínica y hospitalaria, trata de ordenar a través de su última publicación El poder de comer bien (Espasa, 2025).

Su objetivo no es otro que ayudar a la población a entender que "la ciencia es nutrición" y eso, dice, consiste en "respirar y sumar, no restar". Porque, tal y como confiesa a ENCLAVE ODS, la idea con este libro es poder "apoyar a muchas más personas de las que atiende habitualmente en consulta".

Y es que, pese a que los españoles cuentan con una amplia y rica cultura gastronómica gracias a la dieta mediterránea y atlántica, son muchos los mensajes que llevan al equívoco en este campo. De ahí que Martínez quiera asistirles, eliminando comportamientos como el comer rápido o con culpa, pero también desmontando los mitos extendidos entre la comunidad.

Para él, el problema está en que, en lugar de "alfabetizar nutricionalmente", está ocurriendo lo contrario. "Nunca se ha hablado tanto de alimentación, pero a la vez nunca ha habido tanta información confusa como en estos momentos", sentencia el especialista.

De hecho, aunque vivimos rodeados de información —la era de la infoxicación, lo llaman—, Martínez aclara que "cada vez comemos más ultraprocesados, embutidos, carnes procesadas y hay mayor consumo de sal". Motivo por el que defiende la necesidad de "recuperar la calma y sentido común, además de volver a la base, incluyendo lo que la ciencia dice sobre la nutrición".

Desmontar los mitos

El gluten visto como un villano, preocupación por el consumo de huevos o afirmaciones como que comer fruta después de las seis de la tarde engorda. En las redes rebosan los comentarios donde, sin base científica, se aseguran posturas que habría que mirar con lupa antes de confirmar las implicaciones en la salud.

Javier Martínez, especialista en nutrición clínica y hospitalaria. Cedida

El quid de la cuestión, asegura Martínez, es que "hay mucha información errónea. O a veces no errónea, pero enfocada a un tipo de paciente. Es decir, la dieta de una persona sensible al gluten se extrapola al resto de la población, como si por dejar todos de comerlo fuésemos a estar mejor".

Este panorama lleva a "una especie de creencias limitantes que están sobresaturadas". Por eso, para él la clave está en hacer precisamente lo contrario. Es decir, empoderar a la población con conocimiento, educarles nutricionalmente y enseñarles dónde deben informarse y qué fuentes deben utilizar.

Pero esto implica, además, capacitar a la población para que sepa comer bien, que conozca de dónde viene cada alimento y que sepa, entre otras cuestiones, interpretar etiquetas. "También hay que explicar que deben estar sanos antes de eliminar cualquier grupo de alimentos, que debe contar con una base sólida, médica o nutricional y que no tiene que ser para siempre, porque puede cambiar".

Estilo de vida personalizado

Entre los mitos, suposiciones y relatos vinculados a la alimentación se encuentra la creencia de las dietas únicas. O, en otras palabras, aquellas que por haberle funcionado a una persona son automáticamente beneficiosas para cualquiera. Sin embargo, esta es una concepción totalmente equivocada.

"Realmente cada persona somos un mundo y tenemos nuestra genética. No todo vale para todos. Por ejemplo, el ayuno intermitente es un parón de dieta que no sirve ni mucho menos para todos, y tampoco porque un suplemento nos permita dormir bien, lo tenemos que tomar todos los días, porque tiene contraindicaciones", explica Martínez.

Por eso, de igual forma que cada ser humano tiene un estilo de vida, una familia, un entorno o una creencia diferente, el nutricionista defiende que la alimentación "debe ser individualizada y, por supuesto, de lo que ya se sabe que funciona".

Pero, entonces, ¿cómo se diseñan buenos hábitos alimenticios a medida? Martínez indica que el proceso comienza por valorar qué es lo que se está comiendo, cómo se hace y, a partir de ahí, se realiza una auditoría.

Se analizan cuestiones como el punto de compra, los supermercados cercanos, el ejercicio, los antecedentes familiares, el tránsito intestinal o la microbiota. Y, después, llega el momento de hacer analíticas y ver el historial previo. Sin ello, asegura, "no hay ningún protocolo nutricional que funcione".

A estos procedimientos, además, hay que sumar la diferenciación entre comida real y realista, porque se corre el riesgo de "acabar agobiado, penalizando y demonizando alimentos". Por eso, el nutricionista insiste en que hay que ser realista y adecuar el progreso a la situación personal, individual, familiar y económica. Porque, dice, eso "es lo que funciona realmente a largo plazo".

Los alimentos

Para bajar a tierra esta información, y no perderse entre la marabunta de contradicciones que circulan entre la población, Martínez enumera algunos de los mejores alimentos actualmente disponibles (y otros que no lo son tanto).

Entre los productos que parecen algo olvidados, pero que destacan exponencialmente por sus componentes, nombra los fermentados, tales como el yogur o el kéfir. "Se ha visto que está presente en todas las zonas azules, donde se encuentran las poblaciones centenarias", asegura.

Menciona, además, el papel del té verde —aunque confiesa que "no es para todo el mundo"—, así como las legumbres, en todas sus versiones, y el pescado. "Es la forma de cuidar nuestra microbiota, nuestra salud y el futuro del planeta", indica.

En la contra, es decir, si hablamos de aquellos que se tienen en demasiada alta estima y realmente no lo son (o, por lo menos, no tanto), Martínez no duda en señalar la dieta detox' en la que se incluyen alimentos "como si fueran una maravilla", pero que no son ricos en nutrientes.

Critica también las barritas sustitutivas de comidas, el aceite de coco o el café con mantequilla clarificada. Pues son cosas que dice no entender "nutricionalmente a nivel químico".

En lo emocional

Además de la importancia de seguir unas indicaciones para alcanzar hábitos saludables, Martínez subraya que "hay que darle sentido a la que comemos, entender que es algo positivo y que tenemos que conectar con la comida".

"A veces uno se sienta con hambre y no disfruta del momento, pero que hay que escuchar al cuerpo y alejarnos de la mentalidad de prohibir alimentos. Si nos apetece dulce, lo comemos sin culpa. Una cucharada de azúcar no puede endulzar todo el océano", recalca.

Indica, a su vez, que lo importante es "hacer elecciones conscientes y aprovechar cada bocado. Comer sin distracciones, sin pantallas, sin móviles, sin prisas… Aunque estemos solos, no tenemos que verlo como una necesidad biológica, sino como una experiencia de vida. Hay que valorar el placer de alimentarse bien, porque te va a sentar mejor".

Y, en ese sentido, señala, no podemos olvidar el ambiente que nos rodea o "cómo conectamos con esa comida que vemos, lo que sentimos que nos aporta, las emociones que nos produce…".

Marca España

Sin embargo, el horario español —caracterizado por comidas y cenas tardías— se contradice en cierta medida con esa parte de disfrutar y aprovechar. Y es que Martínez asegura que "tenemos un jet lag alimenticio, que es muy negativo".

"No estar en reposo a partir de las nueve aumenta el riesgo cardiovascular en torno a un 10%, puede incrementar el periodo graso y, aparte, si no se ha hecho bien el resto del día, suele ir de la mano con una mala alimentación. Porque incluso aunque fuera una única comida, si es tarde, no es recomendable", explica.

Javier Martínez aboga por un estilo de vida basado en la ciencia y la epigenética. Cedida

Para él, lo más beneficioso sería repartir las ingestas durante las horas de luz. Es decir, un desayuno entre las 7 y las 10, un almuerzo entre las 10 y las 12, una comida principal entre las 13:30 y las 15:30 y una cena entre las 19:30 y las 20:30.

Dice, además, que la base de la salud se sustenta en la genética y los hábitos. "Es como si tuviéramos un libro de recetas, que es nuestro ADN, y pudiéramos despertar tantas buenas o malas recetas según lo que hagamos con nuestro estilo de vida. Y eso es una herramienta superpoderosa", concluye.