Raquel Nogueira Esteban Palazuelos

–¿No puedes ser más como los demás, normal y triste y con tus mierdas, viva y con cargo de conciencia? Ponte gorda y fuma como si no hubiera un mañana y toca el piano como el culo. ¡A la mierda! Así por lo menos sabrás que al final conseguirás lo que más quieres en esta vida…

–¿Qué es lo que más quiero en esta vida?

–¡Morirte!

Esta es una de las muchas conversaciones que las hermanas Von Riesen mantienen en Pequeñas desgracias sin importancia (Sexto Piso, 2022), una novela íntima y desgarradora, pero cargada de humor, que narra las batallas contra los problemas de salud mental de Elfrieda y cómo Yolandi vive todo el proceso de degradación de su hermana, hasta su suicidio final.

Miriam Toews (Canadá, 1964) sostiene la pluma que cuenta esta historia que, por desgracia, no le es ajena. Hay mucho de ella y de su hermana mayor, Marjorie. La escritora canadiense, una de las más relevantes de su generación en su país natal, ha visitado España para presentar la traducción al castellano de su famoso libro, publicado en inglés en 2014 y adaptado a la gran pantalla por Michael McGowan en 2021.

Toews, que sabe bien lo que es ponerse delante de una cámara –protagonizó Luz silenciosa, de Carlos Reygadas, ganadora del premio del jurado de Cannes en 2007–, se reúne con ENCLAVE ODS en un céntrico hotel de Madrid.

Miriam Toews durante la entrevista en Madrid. Esteban Palazuelos

Es una de esas extrañas mañanas de lluvia cuando se reúne con nosotros. La conversación es cercana, íntima, a pesar de encontrarnos en una recepción abarrotada. Su voz es suave, delicada, como una gota de lluvia fina cayendo sobre el césped. La conexión es casi instantánea.

¿Cómo sienta eso de revivir el suicidio de tu hermana tantos años después?

Me gusta recordar a mi hermana y ese momento de mi vida. Creo que es importante para mí seguir haciéndolo. Mi hermana murió en 2010 y el libro se publicó en inglés en 2014; ahora estamos en 2022 y ha pasado mucho tiempo, así que es interesante ver las diferentes maneras en las que vivo y entiendo la historia, y lidio con lo que pasó. Es bueno hablar de lo que ocurrió, aunque haya pasado mucho tiempo.

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¿Resulta complicado?

Es difícil hacerlo a veces, pero es importante reconocer no solo lo que vivió mi hermana, sino lo que viven comunidades de gente que se enfrentan a problemas de salud mental. Y también es relevante hablar de la muerte asistida. Pero además, para mí, personalmente, es muy beneficioso volver a hablar de todo esto.

¿Se hace más fácil hablar de ello?

Creo que sí. En parte porque cada vez más gente lo hace, y más gobiernos han legislado la muerte asistida. También en Canadá. Y eso es muy alentador de ver. Pero también es una situación realmente compleja. Hay muchas resistencias, especialmente por parte de las iglesias y de instituciones relacionadas con la religión.

Pero, por otro lado, es muy alentador leer y escuchar las historias de la gente, saber que existe esta posibilidad, que hay personas que han podido acceder a la muerte asistida. Porque aunque el libro sea ficción, es una historia real, es la historia de dos hermanas que viven situaciones reales que tienen una carga política y social muy fuertes.

No sé si es consciente de ello, pero su libro llega a España en un momento en el que se ha empezado a hablar de salud mental y suicidio. Incluso se ha aprobado una ley de eutanasia.

Qué buena sincronización, llega en el momento perfecto, entonces.

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En la novela, Elfrieda le pide a su hermana ayuda para morir. Yoli duda, pero luego empieza a entender que debería hacerlo, que es lo menos egoísta que podría hacer. Es una situación complicada de entender si uno no se ha visto en ella en la vida real.

Es una situación insostenible en la que tú, por compasión, escuchas a esa persona que te está rogando que le ayudes a acabar con todo. Recuerdo un momento con mi hermana, tras años de enfermedad, en la que le dije, ‘Marjorie, tienes que luchar’. Ella me miró a los ojos y me respondió ‘Miriam, llevo 40 años luchando’. Y ahí te das cuenta de que es verdad. De que una enfermedad mental te puede matar lentamente, tienes que luchar contra ella todos los días. Incluso cuando no éramos necesariamente conscientes de que la padecía.

Esa conversación del libro sucedió en la vida real. Tu hermana te pidió que le ayudases a acabar con todo…

Es una elección imposible la de tener a alguien que cree firmemente que morir es lo correcto y tú no quieres que se vaya… Al menos en el caso de mi hermana, para mí no haberla ayudado es de lo que más me arrepiento en la vida. Ojalá lo hubiese hecho.

¿Hubieses podido hacerlo?

Ahora, visto en retrospectiva, sé que era humanamente imposible. Ya ves, quieres a alguien que es joven y está sano en el aspecto físico, y ese es precisamente el enigma de las enfermedades de salud mental. Parece que estás sano, pero no. Y esa persona se quiere morir. Pero incluso con enfermedades físicas terminales, en Canadá necesitas que varios médicos a lo largo de varios meses te den el OK. Y dices, vale, venga, lo entiendo. Pero cuando hablamos de salud mental hay mucha zona gris, aunque el sufrimiento sea sufrimiento igual y el dolor sea dolor. Y la calidad vida de una persona que sufre por su salud mental también está amenazada. Es un enigma imposible de resolver.

Por qué crees que la gente está más dispuesta a hablar de la muerte asistida o eutanasia relacionada con enfermedades terminales y no cuando hablamos de salud mental.

Es que es una idea terrorífica. Primero, porque las enfermedades mentales, la idea de perder la cabeza, de perderte a ti mismo, de volverte loca o de como quieras que lo digamos, da mucho miedo. Realmente pienso que a muchísimas personas les da pavor, especialmente para las que lo han vivido o que lo están pasando.

Y cuando nos da miedo algo, no hablamos de ello; no corremos hacia eso que nos aterroriza. Tendemos a huir y mantenerlo en las sombras. Además, para muchas personas el suicidio está envuelto en un aura de vergüenza. Hasta hace no tanto se consideraba un pecado, y todavía lo es para la mayoría de las religiones, como el catolicismo.

Miriam Toews durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Esteban Palazuelos

El padre de Toews también sufría de problemas de salud mental. Su progenitor, al igual que su hermana, también se suicidó, aunque años antes que ella. Como cuenta la escritora canadiense, él formaba parte de una iglesia muy conservadora, los menonitas. Ella abandonó esa fe hace décadas, pero las creencias en las que fue educada siguen reverberando en lo más profundo de su ser.

“Cuando mi padre se quitó la vida, no nos encontrábamos precisamente en un entorno en el que pudiésemos hablar de lo ocurrido”, cuenta. Y añade: “Como sociedad, nos sentimos más cómodos barriendo bajo la alfombra los suicidios e ignorándolo. Porque se nos ha metido en la cabeza que si hablamos de ello, habrá una especie de efecto llamada”.

Pregunta: ¿No crees en el efecto llamada?

Respuesta: Es algo que siempre me ha desconcertado. Todos somos perfectamente conscientes de que podemos quitarnos la vida en cualquier momento; es algo que está al alcance de nuestra mano. Y vale que existan eso de los suicidios por imitación, pero es más importante hablar de ello, por prevención. Pero el estigma es tan potente, incluso hoy en día…

P.: Muchas personas lo ocultan, hablan de muertes por accidente en vez de suicidio.

R.: Exactamente. La gente dice que fue un accidente o simplemente no puede hacerse a la idea de lo que ha ocurrido. Mira, cuando mi padre y mi hermana murieron por suicidio, fue fundamental para mí que mi familia lo hablase, y que siguiésemos hablándolo años después y que sigamos haciéndolo. Porque solo así, quién sabe, algún día podamos llegar a entenderlo.

P.: Miriam, tú eres madre, ¿has hablado abiertamente con tus hijos sobre el suicidio?

R.: Es que tiene todo el sentido hablarlo. Mira, cuando mi padre murió, mis hijos eran bastante pequeños, una tenía 8 años y el otro 11. El mayor lo supo desde el principio, no se lo podíamos ocultar. Sin embargo, la pequeña era demasiado joven para acabar de entenderlo.

Pero, fíjate, hablamos de ello, le explicamos que el abuelo estaba muy enfermo, que había muerto, que le había atropellado un tren… Y ella empezó a preguntar por qué, que cómo era eso de que le había atropellado un tren, que él sabía de sobra que antes de cruzar las vías tenía que mirar a ambos lados, que era un adulto y no estaba sordo, que lo tendría que haber escuchado.

P.: ¿Cómo respondisteis?

R.: Cuando una niña te plantea todo esto, no puedes ignorarlo. Es importante hablar del suicidio desde edades muy tempranas, de manera sencilla, con términos simples, porque es algo muy complicado de entender. Es mejor hablar de salud mental con los niños a no hacerlo. Fue muy importante hablarle de salud mental a mi hija cuando tenía 8 años. Porque es clave hablar de los sentimientos, de lo que le ocurre a nuestros cerebros, de los cambios de humor, de los estados de ánimo… de todo.

P.: Como sociedad, a veces pareciera que está mal hablar del duelo, especialmente si está relacionado con el suicidio o las enfermedades mentales. Para ti, ¿fue la escritura una manera de sobrellevarlo?

R.: Sin duda lo fue. Pero la escritura es solo una de las cosas que puedes hacer en el proceso del duelo para aliviar o mitigar el dolor, cogiendo todos estos eventos e intentando crear algo coherente a partir de ellos, darles forma, convertirlos en narración.

Aunque, por otro lado, también sirve para, de alguna manera, calmar el duelo, de ir soltándolo, dejándolo ir, como si fuese unas vitaminas de liberación prolongada. Eso es para mí la escritura.

Detalle de la entrevista. Esteban Palazuelos

Toews cuenta que cuando su hermana murió no era capaz de escribir “nada, ni una palabra”. Pensó, confiesa, que nunca más podría escribir, que su carrera como escritora había perecido como su hermana. “Sentía el duelo como algo muy profundo”, admite.

Sin embargo, la escritura, volver a jugar con las palabras, acabó convirtiéndose en una manera de volver a sí misma, de encontrarse y enfrentarse a sus propios sentimientos. “Me permitió volver a tomar el control de lo que sentía al darle forma en una historia”, cuenta.

P.: ¿Acaba en algún momento ese periodo de duelo?

R.: Nos cuesta mucho entender lo que es, porque duele tantísimo… [hace una pausa larga] Tenemos esa idea de que el duelo debería durar un tiempo determinado, de que si han pasado varios años ya debería mitigarse el dolor. Pero nunca acaba. Lo que sentimos por las personas que hemos perdido a lo largo de los años es lo que nos hace quienes somos, lo llevamos con nosotros siempre, da forma a todas las experiencias de nuestra vida. Y es buenísimo, nos ayuda a aprender. Podemos entender nuestras vidas en el contexto de esa persona que ya no está. Aunque, no sé, creo que es diferente para cada cual.

Después de todos estos años, Toews confiesa que hay momentos en los que el dolor y la pérdida le golpea de lleno, sin avisar. “Es como si una tonelada de ladrillos cayesen sobre mí, y siento que no me puedo mover”, explica. Pero luego, dice, “pueden pasar semanas o meses sin que sientas esa sensación, pero eso no significa que hayas olvidado a tu hermana”.

Nadie sabe, añade, cuáles son los detonantes de esa avalancha de sentimientos. Pero Toews asegura que ella se ha dado cuenta de que “la pérdida es lo que nos brinda sabiduría en la vida; no es algo que tengamos que superar, sino que debemos absorber”.

P.: Al final, la pérdida es como los buenos momentos, deja huella, nos marca y forja nuestras personalidades, nuestro carácter.

R.: Nos enseña. Con mi hermana, me siento incluso más cerca de ella ahora. Pienso muchísimo en ella, especialmente cuando viajo a Europa, sé que le hubiese encantado estar aquí conmigo. Pero también siento que me debo a mí misma vivir de cierta manera, disfrutar de la vida, apreciarla, y también entender y estar cerca de la gente que está sufriendo. Porque entiendo lo que es, incluso cuando se enmascara detrás de sonrisas. Incluso si piensas que esa persona está bien. Sabes que por dentro no es así, que hay tanto dolor, y que tanta gente lo siente a la vez…

P.: Cuando una hermana se quita la vida siempre quedan los ‘y si’ y los ‘ojalá hubiera hecho las cosas de otra manera’. ¿Sigues sintiendo esa culpa? ¿Sigues dándole vueltas a las situaciones que vivisteis, intentando buscar otras soluciones?

R.: Sinceramente, creo que me pasa con menos frecuencia ahora, pero la culpa es un sentimiento muy peligroso. Es duro, pero es el sentimiento que tenemos, como diría mi madre, tirar por la ventana. Hicimos lo que pudimos, y ya está. Esa idea de ‘soy responsable de alguna manera’ o ‘podría haber hecho algo más’ es lo que realmente te destroza.

Pero realmente pienso que la personas que se suicida, al menos en el caso de mi hermana, hubiese deseado que su círculo entendiese lo que estaba pasando. Por eso no podemos meternos en esos fangos, no nos lleva a ningún sitio y es peligroso. Ir a terapia, hablar con supervivientes del suicidio es mucho más útil, es mucho más beneficioso.

Toews durante la entrevista. Esteban Palazuelos

Toews asegura que los supervivientes llevan consigo ese “sentimiento de culpa y responsabilidad” que los pone “en una categoría especial”. Y lo explica: “Viven –vivimos– con una capa añadida de dolor”.

Ocho años después

El libro que ahora aterriza en España, Toews lo escribió allá en 2014. Desde entonces, dice la canadiense, no ha dejado de pensar en su hermana. “Pienso en su muerte todo el tiempo, hasta el punto que mis últimos libros –incluido este– tienen que ver con el suicidio o la salud mental”, cuenta. Y remarca: “Con su suicidio”.

P.: ¿Dirías que es tu obsesión?

R.: Las enfermedades de salud mental son completamente devastadoras, y lo peor de todo es que las sufren muchísimas personas. Y el hecho de que no hablemos de ello me consume hasta el punto que ahora estoy escribiendo un libro para profundizar en la salud mental e intentar entenderlo mejor, aceptarlo. Eso es seguir adelante. Siempre estoy escribiendo sobre mi hermana, sea de una manera o de otra; siempre es la protagonista de mis historias.

P.: ¿Quién era ella para ti?

R.: Era esa persona en mi vida, la persona. Fue mi primera lectora, mi mayor fuente de motivación. Siento como que siempre está ahí, posada en mi hombro. Por eso, siempre estoy intentando hacerla reír.

P.: Ahora que lo mencionas, tu libro, a pesar de contar una historia muy dura, está lleno de humor.

R.: No es intencionado. Mucha gente dice que tengo un payaso interior, y realmente lo creo. Uso el humor en mis libros, pero no es una decisión consciente, es quién soy y cómo veo el mundo.

P.: ¿Y de dónde viene ese sentido del humor?

R.: Es algo intrínseco a mi familia. Mi padre y mi hermana tenían un gran sentido del humor. Les encantaba reír y hacerme reír. Nadie podía reír más que mi hermana. Pero siempre tuve ese rol en la familia, porque mi madre estaba ocupada –como todas las madres– y mi hermana y mi padre estaban enfermos muy a menudo, y yo intentaba siempre relajar el ambiente.

Desde una edad muy temprana, explica Toews, percibió el sufrimiento de su padre y de su hermana. “Mi rol, desde pequeña, se convirtió en hacerles reír, pero cada vez era más y más complicado”, confiesa.

Por eso, la escritora asegura que “el humor es una herramienta de la caja de herramientas de la escritura”. Y reconoce que no puede imaginar escribir sin comedia.