El doctor en Bellas Artes, Fernando Fernández Lerma

El doctor en Bellas Artes, Fernando Fernández Lerma

Referentes Entrevista

Fernando Fernández Lerma, experto en arte: “Al poder no le gusta nada el arte, le aterroriza”

El doctor en Bellas Artes acaba de publicar '¿Qué es una obra de arte? Una historia del arte contada a partir de los cinco elementos'.

9 octubre, 2022 01:55

Hay mucha literatura alrededor de la desafección entre el arte actual y su público, y de una sociedad que a menudo no entiende la creación de sus artistas. Sin embargo, la visión del madrileño Fernando Fernández Lerma (1969), doctor en Bellas Artes por la UCM, autor y profesor universitario en la Carlos III, es singular por varias razones.

Lo es porque se formó primeramente como artista estudiando Bellas Artes, y ejerció como pintor [concretamente, abstracto] durante casi dos décadas. Años más tarde, como profesor universitario, cinco años de estudio han guiado “el convencimiento de que el arte puede hacer el mundo mejor” y una pasión por encontrar el verdadero quid de la pulsión creativa.

Ahora presenta el libro ¿Qué es una obra de arte? Una historia del arte contada a partir de los cinco elementos (Dykinson, 2022), una original disquisición que ha organizado “a partir de los cinco elementos”.

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Como explica a ENCLAVE ODS, desde su infancia Fernández Lerma recuerda una fascinación propia por el hecho artístico y el impacto que le causó conocer directamente algunas obras de arte: no olvidará, por ejemplo, la primera vez que entró en la Saint Chapelle de París –“hay un torbellino allí dentro, que si no conoces puede hacer que te caigas para atrás”- o la primera vez que vio Las Meninas en el Prado –“Velázquez es que no sólo pinta, aspira a explicarnos el mundo”-, explica.

La idea de este libro que se publica ahora surgió previamente, pero pronto se cruzó con una cita de Calderón de la Barca que relaciona la creatividad con los elementos con la creación. “El proyecto nació en realidad con la intención de ayudar a solucionar dudas de base que tenían mis alumnos y otras personas, dudas que se repetían muy a menudo, cuestiones que impedían a los que tenían interés poder ponerse delante de una obra y no estar en desventaja”.

Y continúa: “Quizás lo que faltaba o lo que se echa más en falta hoy en día es esa educación mítica, la relación con los mitos y el pensamiento de la antigüedad, que antes estaba muy presente y ahora escasea porque tenemos una cultura muy productiva y orientada al resultado del trabajo. Relacionarla con lo básico y con lo que nos afecta a todos me llevó a proponer un enfoque más accesible, menos lineal y biográfico”.

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“Cuando tuve esa idea de los elementos decidí que el primero sería el de la tierra, porque es el que tiene más peso, partiendo de la idea de materialidad y de que estamos vivos. Decidí que era el que más explicaba ese principio y luego iría tratando los demás", explica en primera persona.

"La idea del libro es que sea como un mapa, que se pueda llevar en el bolsillo y contenga recetas, no soluciones fáciles como el destino de un tesoro, sino como una propuesta para conocernos a nosotros mismos. El Arte y las Humanidades nos ayudan a entendernos y a separar lo cierto de lo falso", añade.

Ante una obra de arte, para el profesor universitario, “nos ponemos delante de un espejo, y es esa reflexión, es decir, ese pensar y reflejarse, lo que genera nuestra relación con una obra de arte. El arte siempre ha estado para eso, para explicarnos la vida”.

En su opinión, y citando a Platón, “al poder no le gusta nada el arte, es más, le aterroriza”, porque para las personas con poder no hay nada menos interesante que una propuesta de no-certeza. Citando el argumento de El nombre de la Rosa de Umberto Eco, el profesor explica que al arte hoy lo acompaña “la contradicción, el pensamiento antidoctrinal e incluso una capacidad divina, porque los artistas son capaces de crear de otra manera, y buscan explicar las cosas”.

Para el autor de este nuevo libro, “en parte cuando el arte deja de imitar a los objetos y empieza a imitar lo que sucede en nuestro interior, a expresar lo subjetivo de otros modos.

A menudo, no somos capaces de explicarlo bien pero, cuando uno ve Las Meninas, se siente muy cómodo, muy reconfortado, porque cree que lo entiende todo, aunque no esté entendiendo nada. Sin embargo, cuando ve la creación de un artista contemporáneo, una vitrina con una bola de papel arrugado o un tiburón disecado, experimenta un desasosiego tremendo, porque no consigue satisfacer esa necesidad de descifrar lo que está viendo”.

Duchamp para el autor de esta obra representa “un artista que realiza una aportación valiosa”, por su atrevida manera de presentar un urinario o un botellero como obras de arte, pero “nos sitúa en una idea peligrosa, que desde hace tiempo se pone en duda, que ‘el arte es todo lo que haga un artista’. Eso excluye al espectador, y es peligroso porque lo deja fuera”, señala.

“Muchas veces”, explica en exclusiva, “las explicaciones que leemos sobre la creatividad detrás de muchas obras son en parte inventadas. Desde la modestia y la admiración creo que la educación artística hoy en día, tal como se plantea como lineal e historicista, no siempre es buena, porque en muchos casos infantiliza al alumno, y no nos ayuda a enfrentarnos con la frustración que es inherente a la creación”.

Incluso, para Fernández Lerma “en la modernidad hay algunos artistas que se centran en sus preocupaciones personales en lugar de hablar de lo universal. A Rembrandt o Rafael, si visitas el Museo del Prado, queda claro que lo que les interesa es el mundo entero, la vida, y eso es lo importante, no sus preocupaciones personales.

En paralelo, la principal preocupación del arte del siglo XX es lo subjetivo debido al nacimiento de la psiquiatría y psicología, por lo que el arte se ha ido contagiando de otros avances humanos, y eso siempre ha ocurrido: Velázquez tenía conocimientos de óptica y eso es fantástico”.

El arte actual se ha vuelto “más intelectual y más filosófico”, explica el profesor, “y a veces, a pesar de un intento sincero del espectador, recibe a las personas que se interesan por él dándoles la espalda”. Para él, el único modo de reconciliarse con la creación contemporánea sería recorrer “un cierto camino con humildad, incorporando poco a poco ideas, un camino en el que uno va conociendo más, entendiendo y si tiene a alguien que se lo cuente aún mejor, alguien que le proporcione mecanismos para ponerse delante de una obra”.

Aunque reconoce que no puede elegir autores preferidos, señala que para él “Velázquez es una creencia” y que “sin Mondrian no habría entendido el proceso de arte moderno”. En su opinión, a veces olvidamos que “somos un país privilegiado y es sorprendente lo poco que se dedica al arte en la enseñanza y lo poco que se explica que España es uno de los países que más han aportado a la Historia del Arte.

Los siglos de Oro del arte español no tienen igual: el hombre moderno aparece ya en Velázquez, por ejemplo, y eso a veces internacionalmente no se aprecia, cuando él decidió pintar no sólo a reyes, sino también a personas que no eran relevantes en ese momento, y conseguir que sus retratos no dejaran indiferentes a nadie”.

Pregunta: ¿Qué relación encuentra en su libro entre locura y creación, un tópico recurrente?

Respuesta: En Foucault, pero ya en la Edad Media, el loco es el que ve lo que los demás no pueden ver, el que posee un conocimiento privilegiado, casi cercano a la magia: llega a algo que los demás no veíamos, y esa idea sí es interesante. Es verdad que, a partir del psicoanálisis, la cosa cambia un poco, y es a través del análisis del subconsciente que podemos acceder a más del interior de nosotros mismos.

No cree que el género sea un rasgo diferencial en el arte y explica cómo no es partidario de un constante revisionismo, característico de nuestra época.

El artista tiene que crear honestamente y de acuerdo a su época; a veces pensamos en qué cómo eran ciertos artistas y cuando indagamos en su biografía no nos gustan como personas, creo que eso es como si nos importase el hecho de que la persona que inventó la penicilina fuera de una manera u otra, es como colocar una superestructura que no funciona", dice.

Y concluye: "En mi opinión, la música, la pintura, las artes del pasado, deben ser apreciadas en términos de Historia del Arte sobre todo por el legado artístico que representan, no por la vida que llevaron sus autores".