Íñigo Pirfano, el director de orquesta que llevó la Novena Sinfonía de Beethoven a las aldeas pobres de África

Íñigo Pirfano, el director de orquesta que llevó la Novena Sinfonía de Beethoven a las aldeas pobres de África

Referentes

Íñigo Pirfano, el director de orquesta que llevó la Novena Sinfonía de Beethoven a las aldeas pobres de África

Su proyecto 'A Kiss For All The World' busca llevar la música a algunos de los rincones más desfavorecidos del planeta: "Me propuse llevar el valor intangible de la cultura a aquellas personas con menos recursos".

22 marzo, 2022 03:24

Noticias relacionadas

Al contactar con Íñigo Pirfano (Bilbao, 1973), lo primero que explica es que está haciendo las maletas: le han ofrecido ser director de la Orquesta Sinfónica de Loja, en Ecuador. “Una nueva aventura en un país al que tengo especial cariño”, cuenta a ENCLAVE ODS. No es la primera vez que este músico, conferenciante y escritor bilbaíno lleva su batuta a América del Sur, donde ha trabajado como director invitado y donde, además, ha estado de gira con su proyecto A Kiss For All The World (Un beso a todo el mundo), una iniciativa que busca llevar la música –y en concreto la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethovena algunos de los rincones más desfavorecidos del planeta.

Procedente de una familia de músicos, Pirfano no siempre quiso ser director de orquesta. “De joven, lo único que tenía claro era que quería dedicarme a las humanidades”, sostiene. Así que se matriculó en Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.

Sin embargo, mientras estudiaba a los grandes pensadores de la historia algo empezó a removerse en él: “descubrí que mi vocación era la música”, confiesa. Tras acabar la carrera, se encerró durante un año a preparar el examen de ingreso en la Universidad Mozarteum de Salzburgo, en Austria, donde cursó Dirección de Orquesta, Coro y Ópera. A su vuelta a España, y después de aprender de grandes maestros como Karl Kamper, Karl-Heinz Bloemeke o Sir Colin Davis también en Alemania, fundó la Orquesta Académica de Madrid, donde fue director musical durante 15 años.

Íñigo Pirfano, director de orquesta

Íñigo Pirfano, director de orquesta Imagen cedida

Con el tiempo, reflexiona, se dio cuenta de que la filosofía y la música estaban más conectadas de lo que puede parecer a priori. A su juicio, ambas disciplinas son ejercicios de hermenéutica, de interpretación: “El filósofo y el músico se acercan reverencialmente a los textos antiguos –ya sea un diálogo de Platón o una partitura–, los interpretan, extraen el mensaje y lo hacen revivir, lo acercan a sus conciudadanos”, aclara.

Precisamente ese espíritu impregna A Kiss For All The World, la iniciativa con la que Pirfano ha trasladado el mensaje que esconde una de las composiciones más emblemáticas de Beethoven a aldeas empobrecidas, campos de refugiados, cárceles, hospitales y muchos otros lugares desfavorecidos. “El proyecto reúne mis dos pasiones: las personas y la música (por este orden)”, resume Pirfano.

La idea surgió a raíz del premio Liderazgo Joven que le concedió la Fundación Rafael del Pino en 2011. “Mientras preparaba el discurso de agradecimiento me enteré de que la Novena Sinfonía de Beethoven había sido declarada Patrimonio Intangible de la Humanidad por la UNESCO en 2003”, expone.

En ese momento, el músico comenzó a reflexionar sobre cómo parte de la humanidad no había oído ni siquiera hablar de esa pieza y, por tanto, no había podido acceder a ese patrimonio que también les pertenecía. “Me propuse llevar el valor intangible de la cultura a aquellas personas con menos recursos, no para acercarles la dignidad, sino para reconocer la dignidad que ya tienen”, señala. Y añade: “Una persona en una aldea africana tiene exactamente la misma dignidad que quien paga una entrada en el Carnegie Hall en Nueva York”.

"Cuando la música llegaba a su fin, el público rompía a llorar y se lanzaba a abrazar a los miembros de la orquesta"

Colombia, Bogotá, Chile, Perú, Panamá, Cong: son muchos los lugares que Pirfano ha recorrido desde 2015, contactando a cerca de 200 instrumentistas locales voluntarios, a los que él llama “sus quijotes”, para tocar una melodía que no sólo está declarada como Patrimonio de la Humanidad, sino que encierra un mensaje imperecedero. “La sinfonía habla de la necesidad que tenemos los humanos –que levantamos muros con demasiada frecuencia– de tender puentes”, expone.

“Para mí, esta obra es la que, por encima de cualquier otra, nos demuestra que la música es una herramienta de unión y de comunión; un elemento contra la incomunicación, la guerra y la barbarie”, defiende Pirfano. Un poder transformador que confiesa haber visto con sus propios ojos en cada uno de los conciertos del proyecto. “Cuando la música llegaba a su fin, el público rompía a llorar y se lanzaba a abrazar a los miembros de la orquesta. Había algo en esa puesta en escena que los sacudía y emocionaba; veían que 200 músicos habían ido a tocar para ellos y sentían que realmente eran importantes”.

Todos los conciertos, dice, fueron experiencias inolvidables. Por eso, cuando le preguntamos por la que más le conmovió, duda unos segundos. Luego se lanza a explicar lo que vivió en el hospital oncológico de Panamá: “Algunos pacientes se encontraban en las unidades de quimioterapia y, como no pudieron asistir al evento, lo siguieron a través de unos televisores. Cuando acabamos, fui a saludarles y vi que el hospital les había regalado a cada uno de ellos una hermosa rosa”, empieza. “En ese momento pensé que el centro había entendido la naturaleza del proyecto: no hay manera más bonita de reconocer la dignidad de alguien que regalarle lo que es inútil, lo que no sirve para nada, como la música o una rosa”, concluye.

Íñigo Pirfano durante uno de sus conciertos

Íñigo Pirfano durante uno de sus conciertos

El músico reconoce que hay quien ha manifestado cierto escrúpulo sobre el proyecto: “Soy consciente de que muchas de las personas para las que hemos tocado necesitan comida, medicinas o ropa –y aquí es importantísimo el trabajo que hacen las oenegés –, pero está en la lógica del regalo que aquellos que se quieren no se regalan una barra de pan, sino cosas inútiles; es la manera que tenemos de mostrar afecto”, defiende.

Esa reflexión le lleva a recordar el concierto que ofrecieron a los cerca de 900 niños del Orfanato de Kimbondo, situado en una localidad a las afueras de Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo. “Cuando dirijo estoy muy concentrado y no me doy cuenta de lo que sucede a mi alrededor. Sin embargo, en esa ocasión, mientras tocábamos sobre la arena, al aire libre, vi el sol poniéndose en el valle y pensé que Beethoven debía estar regodeándose en el Elíseo. Su melodía había salido de los circuitos tradicionales de la música sinfónica y esos compases que concibió cuando ya no podía escuchar nada habían llegado a ese lugar recóndito de la Tierra, transformando los corazones de los presentes”, describe.

Pregunta: Habla de los circuitos tradicionales de la música sinfónica. ¿Cree que la música clásica se considera hoy algo elitista, algo a lo que solo unos pocos pueden acceder?

Respuesta: La música es patrimonio de cada corazón humano. Por eso es importante democratizarla, hacer que no sea algo burgués o algo solo accesible para quienes pagan los abonos en los grandes teatros. Hay que bajar la música sinfónica a pie de calle, lo que no significa que haya que rebajar la potencia de su mensaje.

"Para poder disfrutar de una sinfonía de Brahms o de Bruckner hay que estar preparado"

Sin embargo, hay quien dirá hoy por hoy es difícil comprender ese mensaje.

Es cierto que escuchar este tipo de música requiere cierta preparación, pero es la persona quien debe esforzarse para comprender. Y yo trato de ayudar en ese camino en mi faceta de divulgador: hacer más amable ese ascenso necesario para disfrutar de lo que se ve desde esas cumbres increíbles. Antes de los conciertos de A Kiss For All The World, por ejemplo, dedicaba cinco o seis minutos a explicar al público algunas claves sobre el contenido, ya no musical, sino humano de la pieza. Para poder disfrutar de una sinfonía de Brahms o de Bruckner hay que estar preparado. Sucede igual con la literatura: si uno solo se nutre de literatura de evasión o de entretenimiento le costará mucho leer una novela de Dostoievski. Sin embargo, la satisfacción que da poder comprender y sentirse cercano al mensaje transformador que encierran esas obras maestras no tiene precio.

¿Qué papel juega la educación en este camino? ¿Por qué es importante que la música ocupe un lugar relevante en los colegios y escuelas?

Desde pequeños, la música va moldeando nuestras emociones. Y quien se acostumbra a escuchar la gran música o, en general, se acerca a la cultura, es mucho más rica por dentro. Ya solo desde el punto de vista práctico, las personas que estudian música son más competitivas en el mercado laboral porque desarrollan facetas de la mente que, de otro modo, no desarrollarían. También es importante que se enseñe la música no solo desde un punto de vista técnico, sino que se hable de su capacidad transformadora, de su capacidad de hablar de manera directa al corazón de las personas.