Cuando Myroslava Keryk recibe a una mujer refugiada recién llegada, resueltas las necesidades logísticas de la acogida, le hace una pregunta: "Ahora, ¿qué puedes hacer tú para ayudar a los demás?"

Myroslava, Ashoka Fellow en Polonia, dirige la Casa Ucrania: una extensa red de apoyo para mujeres refugiadas. Su enfoque da la vuelta a la forma habitual de tratar a personas migrantes y refugiadas: en lugar de verlas como receptoras pasivas de ayuda, las reconoce como agentes de cambio.

Ese gesto desencadena un movimiento poderoso. Las mujeres a las que acompaña no solo recuperan su autonomía y dignidad, se han convertido en el motor de la diáspora ucraniana que acoge y ayuda a integrarse a miles de familias refugiadas.

La escena ilustra una verdad que a veces se olvida en Europa: el movimiento de personas conlleva un enorme aporte de innovación y resiliencia que producen mejoras sociales. Sin embargo, ese potencial solo se despliega plenamente cuando se recibe a quienes llegan desde la confianza en su contribución.

Con motivo del Día Internacional de la Migración, que se conmemora el día 18 de este mes, conviene detenernos un momento para considerar esta perspectiva y lo que implica para España y para Europa.

En Ashoka, la red global más extensa de emprendedores sociales, imaginamos un mundo donde todas las personas son agentes de cambio, o changemakers: individuos que detectan problemas en su entorno y activan soluciones para transformarlo. Un factor fundamental para que esa visión se haga posible en cualquier sociedad involucra personas migrantes y refugiadas.

El hecho es que las personas migrantes y refugiadas tienen, de manera desproporcionada, habilidades changemaker, y las activan en las sociedades que les acogen. Tiene su lógica: migrar exige iniciativa, creatividad, toma de decisiones bajo presión y resiliencia.

Si bien varía el motivo que les motiva —no es lo mismo un proyecto bien planificado para una oportunidad económica, que hacer las maletas en la noche y huir de una amenaza vital— la experiencia hace que se desarrollen importantes competencias como emprendimiento y liderazgo social.

En España, según un estudio reciente del Global Entrepreneurship Monitor uno de cada siete hombres y una de cada diez mujeres migrantes decide emprender su propio negocio: casi el doble de la media nacional. Este patrón se repite en múltiples países europeos. Cualquier gobierno pagaría una fortuna por conseguir la ventaja competitiva implícita en esos niveles de innovación en su comunidad.

Pero el impacto va más allá del emprendimiento individual. La llegada de migrantes y refugiados, por lo general, activa un dinamismo que alcanza a toda la sociedad: surgen organizaciones, iniciativas ciudadanas, y nuevas formas de cooperación que fortalecen el tejido comunitario y la economía local y nacional.

En Europa, por ejemplo, aumentaron de forma sustancial los emprendimientos de innovación social como resultado de la llegada de números importantes de refugiados de Siria y Ucrania. Cuando llegan flujos migratorios, la sociedad de acogida se contagia del espíritu innovador y se acelera la activación de agencia de cambio.

La aportación no sólo es económica. La migración también es un motor de generación cultural y conexiones transnacionales que fortalecen a las sociedades afectadas. Basta con pasearte por cualquier ciudad española y observar la gastronomía que se ofrece para afirmar este concepto.

Sin duda, nuestros estómagos siempre han sido más rápidos que nuestras mentes en aceptar nuevas influencias culturales. Porque las culturas se construyen con intercambios e incorporaciones, y estas llegan a través de movimientos de idas y venidas. El gazpacho no existiría sin el tomate, ni la tortilla sin la patata, ambos ingredientes originarios de América.

Un grupo de migrantes marroquíes en las inmediaciones de la valla de Ceuta en mayo de 2021. Antonio Sempere Europa Press

Sin embargo, el despliegue de esta contribución en toda su magnitud depende menos de quienes migran y más de cómo se recibe a los que llegan. El fundador de la Red Antirumores y Fellow de Ashoka, Daniel de Torres, lo resume así en un diálogo sobre la migración: "En función de cómo la sociedad de acogida reciba a los que llegan, su contribución puede ser 10, o puede ser 1000".

Cuando la acogida se plantea desde la sospecha, el paternalismo o la compasión, la participación disminuye. Cuando se diseña desde la confianza en la agencia de quienes llegan, surgen modelos de integración más rápidos, ordenados y efectivos.

Estamos hablando de políticas públicas y leyes, pero también de activar la ciudadanía en los barrios, las escuelas, las organizaciones sociales, y también los procesos de contratación y emprendimiento.

Myroslava lo sabe bien. Pero no es la única.

Durante los últimos diez años llevo conociendo y apoyando a emprendedores sociales que operan desde esta perspectiva por todo el mundo. Como la Fellow de Ashoka, Ana Karina García, refugiada de Venezuela en Colombia que fundó Juntos se Puede, ayudando a miles de refugiados compatriotas a reconstruir sus vidas desde sus fortalezas, encontrando oportunidades para participar y contribuir desde el primer día en su nuevo hogar.

O Jean-Claude Rodríguez-Ferrera, Fellow de Ashoka, y Abdoulaye Fall de Winkomun en España, que fomentaron a vecinos, migrantes y no migrantes, a crear Comunidades Autofinanciadas, dando alas a centenares de proyectos que benefician a la sociedad. Cuando uno parte desde la perspectiva de agencia de cambio, todo se transforma.

En un momento en el que Europa enfrenta una encrucijada histórica de identidad y planteamiento de futuro, se necesita con urgencia una nueva perspectiva sobre la migración, en contraposición a un debate cansado que intenta enmarcarla como un problema a limitar o resolver.

La realidad es que el movimiento de personas es parte de nuestra naturaleza humana: no es un problema y no va a desaparecer.

Conviene recordar el recordatorio de Ortega y Gasset: las sociedades se construyen sobre un proyecto de vida en común. La pregunta fundamental no es si deben o no llegar migrantes, sino cómo nos articulamos como sociedad para que todos, incluyendo las personas que llegan con tanto que aportar, participen plenamente en la construcción de una sociedad donde todos somos agentes de cambio.

*** Kenny Clewett es el codirector de Hello World, la iniciativa de migración de Ashoka.