Viajar en el tiempo ha sido y será un sueño humano que ha servido de base argumental para las más variopintas creaciones literarias y cinematográficas. Por estas fechas, además, muchos desearán ir a ese pasado que ya no está para revivir las historias quizá idealizadas, tal vez inexactas, pero siempre añoradas de una infancia con abuelos y padres que la vida nos arrebató. 

Lo cierto es que no es descabellado del todo pensar en un salto al pasado y sé que en estos momentos estás pensando que he perdido la razón. Mas te pido unos minutos de gracia, hazlo por la cordialidad a la que estamos invitados por estas fechas. 

La teoría de la relatividad general de Einstein —la más complicada que pocos realmente dominan—, predice la existencia de curvas temporales cerradas conocidas como CTC que, teóricamente, permitirían a un observador viajar atrás en tiempo e interactuar con su yo del pasado. 

Por supuesto, esto plantea la generación de la llamada 'paradoja del abuelo', en la que el observador interactúa de tal manera que impide su propio viaje en el tiempo. Por si no la conoces, te hago un breve resumen: fue una de las primeras paradojas acerca del viaje en el tiempo, si no me falla la memoria se publicó en la novela de Le voyageur imprudent (El viajero imprudente) en 1943 escrita por el novelista francés de ciencia ficción René Barjavel.

Se parte del supuesto de que una persona realiza un viaje a través del tiempo para matar al padre biológico de su padre —su abuelo—, antes que conozca a su abuela. De esta manera evitaría que sus abuelos formen una pareja que dé como resultado el nacimiento de su madre y, por ende, su propio ser.   

He aquí la paradoja: si el viajero del futuro nunca fue concebido en el pasado, entonces, nunca pudo haber partido del futuro. Recordemos que el futuro no es más que la continuidad de las realidades ocurridas en el pasado.

Buscando un ejemplo más del siglo XXI, he leído que ahora está de moda usar un viaje al pasado para detener la propagación de una enfermedad ¿la COVID-19? Si la misión tiene éxito, el viajero en el tiempo no tendrá ninguna enfermedad que vencer en su futuro.

En realidad, seguro estoy que la enfermedad seguiría escapando de alguna otra forma, a través de una ruta diferente o por un método distinto, eliminando la paradoja. Hiciera lo que hiciera el viajero, la enfermedad no se detendría. Ya esto lo abordó Wells en una de sus novelas. 

Entender los trabajos científicos que existen sobre el tema no es empresa fácil para los no matemáticos. Pero podemos decir que en la mayoría de ellos se examina la influencia de los procesos deterministas —ausencia total de aleatoriedad— en un número arbitrario de regiones del continuo espacio-tiempo, y demuestran cómo las CTC que predijo Einstein pueden encajar con las reglas del libre albedrío y la física clásica.

Dicho de otra forma: las matemáticas pueden cuadrar y se obtienen resultados que parecen sacados de la ciencia ficción.

Suavizando las conclusiones podríamos decir que el viaje en el tiempo tiene alguna probabilidad de existencia, pero los viajeros tendrían grandes restricciones en lo que hicieran, todo para evitar que se genere una paradoja. Es decir, los viajeros del tiempo tienen libertad para hacer lo que quieran, pero las paradojas no son permisibles.

Por ahora, las máquinas del tiempo ideadas son conceptuales, sólo existen como cálculos de probabilidades en una página. Según el genial Stephen Hawking: la mejor demostración de su dificultad práctica es que en la actualidad no estamos siendo invadidos por turistas venidos del futuro. O quizá sí, y esta columna ha sido escrita por un yo del futuro que insiste en la existencia de las CTC y los viajes temporales, ¿quién sabe? Felices Fiestas.