En 2021, tres instituciones de la Unión Europea –el Parlamento Europeo, el Consejo de la Unión Europea y la Comisión Europea– firmaron una declaración conjunta que instituía oficialmente el 23 de septiembre como Día de la Agricultura Ecológica de la UE.

Más allá de esta efeméride, en mayo de 2022 el Parlamento Europeo aprobó el llamado Plan de Acción para la Agricultura Ecológica, que incluye a la ganadería, con el objetivo de que, en 2030, el 25 % de las tierras agrarias estén certificadas bajo esta modalidad de manejo en la UE.

Este plan de acción forma parte de la llamada Estrategia “de la Granja a la Mesa” que persigue un sistema alimentario más justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente. Y dicha estrategia forma parte a su vez, junto con otras como la Estrategia de la Biodiversidad, del Acuerdo Verde Europeo.

¿Hay motivos para este apoyo a la producción ecológica?

Sin duda, hay motivos de peso, tanto ambientales, como sociales y de salud pública. Se estima que la producción de alimentos es responsable del 21% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, aunque hay estudios que incrementan a un tercio su contribución.

En general, la agricultura ecológica reduce dichas emisiones principalmente porque sustituye los fertilizantes de síntesis química por fertilizantes orgánicos (compost, estiércol, etc.) y por la siembra de leguminosas. Estudios realizados en España muestran que incluso hay productos, como el aceite de oliva virgen ecológico, cuya producción supone secuestro neto de carbono.

La producción ecológica es también más eficiente energéticamente. Es decir, produce más con menos energía fósil. Esto la hace más resiliente frente a subidas de precios del gas o el gasoil. También favorece la presencia de biodiversidad en nuestros campos, tanto de vida silvestre, como de razas de ganado y variedades de cultivo tradicionales.

Respecto a la salud, la prohibición de usar biocidas de síntesis química (herbicidas, insecticidas…) y el uso excepcional de antibióticos en la ganadería, garantiza una menor exposición de estas sustancias a los consumidores, con evidentes beneficios para la salud.

¿Es poco o mucho ese 25% de superficie agraria para 2030?

Pues, ¡depende de por dónde se mire! Por un lado, España se encuentra entre los diez países del mundo con mayor superficie ecológica desde el año 2000, a la par que países notablemente más grandes como USA, China o Brasil. Nos podemos congratular por ello.

Sin embargo, sólo el 8% de la superficie agraria útil española es ecológica (INE, 2020), por tanto, estamos lejos de alcanzar el objetivo. Esta superficie está, además, descompensada territorialmente. Hay provincias que lo han logrado o se encuentran cerca, como Almería y Murcia, y otras que apenas han iniciado el proceso, principalmente las provincias ubicadas en el cuadrante noroeste.

También hay descompensación por sectores productivos: pastos y cultivos frutales extensivos, como viñedo o almendro, muestran una notable conversión (10-15% de la superficie). En un punto intermedio se encuentra la superficie de invernadero (8,2%). Sin embargo, los cultivos herbáceos (cereales, leguminosas), apenas han iniciado el proceso.

Similares desequilibrios encontramos en la producción animal. La ganadería extensiva, más ligada al territorio (ovino, caprino y vacuno de carne), presenta mejores porcentajes de conversión. Alrededor del 3-5% de las cabezas tiene manejo ecológico. Sin embargo, en la ganadería intensiva (vacuno lechero, porcino y aves) la conversión es irrelevante.

En definitiva, para lograr la meta del 25% en 2030 hay que hacer un esfuerzo de crecimiento importante, y sería deseable reducir los desequilibrios territoriales y sectoriales.

¿Cuáles han sido los motores del cambio?

Básicamente, ha habido tres impulsores del cambio. El primero, la facilidad técnica para minimizar los riesgos del proceso de conversión. El segundo, el acceso a las ayudas agroambientales para la producción ecológica, cuya existencia y cuantía ha dependido principalmente de la decisión de cada comunidad autónoma.

El tercero, la demanda del mercado. Estos tres motores están entrelazados.

Obviamente, si es fácil técnicamente transformar el manejo, más productores se van a atrever al cambio. Sin embargo, lo fácil o difícil también puede modificarse a través de la innovación. A priori, parece difícil pensar que la conversión a manejo ecológico en los invernaderos del sudeste peninsular fuera fácil. Sin embargo, la investigación y el desarrollo tecnológico adaptado a estos sistemas han logrado avances muy relevantes.

Por ejemplo, sustituir el uso de los plaguicidas por el control de las plagas mediante la suelta y el mantenimiento de enemigos naturales de estas. También parece obvio que esta innovación ha sido espoleada por la fuerte demanda de alimentos ecológicos en los países del centro y norte de Europa, a los que estos alimentos se dirigen. Lamentablemente, la demanda de alimentos ecológicos en España es reducida, aunque creciente, en relación con estos países.

En definitiva, las orientaciones productivas con menos tasa de conversión a manejo ecológico son aquellas con más dificultades técnicas (por su carácter intensivo o porque se ha invertido poco en solventar los problemas), los productores han tenido poco acceso a ayudas económicas para realizarla, y su producto va dirigido prioritariamente al mercado interno.

Los cultivos herbáceos son el paradigma de este triple infortunio. Una situación lamentable dado que estos cultivos ocupan el 47% de la superficie agraria útil española, generalmente se ubican en suelos degradados que podrían regenerarse con manejo ecológico, y sus productos (cereal y leguminosas) son básicos en la dieta mediterránea.

¿Qué medidas pueden impulsar la transformación?

Las medidas emanan de los desequilibrios citados. Para corregirlos debemos:

Facilitar el consumo asequible de alimentos ecológicos en España, especialmente aquellos básicos de la dieta mediterránea.

Solventar los problemas técnicos de manejo a través de estrategias participativas de investigación con los productores.

Remunerar a los productores ecológicos por los servicios agroecosistémicos que prestan.

De esta forma mejoraremos nuestra salud y la de nuestros campos.

*** Gloria I. Guzmán es profesora de la Universidad Pablo de Olavide, directora del Máster de Agricultura y Ganadería Ecológicas y presidenta de Alimentta, think tank para la transición alimentaria.