Dicen que los españoles —de nacimiento o de adopción— somos, esencialmente, protestones. Sin tener en las manos un estudio comparativo, es cierto que solemos protestar constantemente y, en ocasiones, lo hacemos un día en contra y otro a favor sin que el tema en cuestión haya cambiado. Sin embargo, tengo la sensación que es el país vecino, Francia, quien se ha profesionalizado en eso de protestar, haciendo que el descontento vaya más allá de un mensaje caliente en una red social.

Mitos urbanos e impresiones personales aparte, siempre ha sido motivo de intriga de dónde viene esa pulsión a la protesta y cómo se organiza hasta llegar a ser un fenómeno social. Desafortunadamente, no hay demasiada literatura científica al respecto. 

Biológicamente hablando, dos son las estructuras implicadas en la acción que implica protestar: la amígdala y la corteza prefrontal, ambas situadas en el cerebro. La primera, la amígdala, está involucrada en el procesamiento de las emociones, incluida la ira. Cuando las personas experimentan cólera, la amígdala se 'activa', lo que puede conducir a un comportamiento con ciertos grados de agresividad como la protesta.

En el caso de la corteza prefrontal, es una región de nuestro órgano rector que participa en el razonamiento, la planificación y el control de los impulsos. Es conocido que una desregulación de esta estructura puede fomentar la protesta.

Además, están los neurotransmisores, unas sustancias químicas que transmiten señales entre las neuronas. Algunos de ellos, como la dopamina y la adrenalina, están ligados a la motivación y la acción. Cuando estos neurotransmisores se liberan, pueden conducir a un comportamiento compatible con la protesta.

Sin embargo, la protesta es un acto en el que interviene algo más que estructuras y química cerebrales. Todo indica que se relacionan con otros campos que, al carecer de una formulación exacta, tienden a difuminarse en conceptos más abstractos

Es palmario que existen muchas razones por las que las personas protestamos.  Varios estudiosos de la Psicología modelan las protestas como un tipo de metáfora de mercado, de la misma manera que se puede estudiar en Economía. En palabras sencillas, hacen un paralelismo entre lo que se entiende por consumidores y lo que representa una ciudadanía agraviada. 

Te pongo en contexto: los consumidores demandan un producto y los proveedores se lo dan. En concordancia, un número suficiente de ciudadanos agraviados demandarán protestas, entonces las organizaciones tendrán que ayudar a suministrarlas coordinando cuándo y dónde se produce una protesta. En este sentido se puede equiparar el papel que juega el marketing en la economía a la movilización social, es decir, sacar a la gente de sus casas para que se produzcan protestas. 

Los profesionales del marketing identifican las demandas y ayudan a dirigir a los consumidores hacia el supuesto mejor producto que suple esa demanda. Por su parte, los movilizadores de protestas detectan el enfado social y ayudan a guiar a los manifestantes a la calle en una fecha y hora determinadas. Puede que suene extraña la comparación, mas luego de darle un par de vueltas parece razonable. 

Si nos vamos a identificar la motivación para hacer patente una protesta, las publicaciones científicas disponibles indican cinco factores involucrados: los agravios, la eficacia, la identidad, las emociones y la integración social

En el primero, los agravios, los ciudadanos deben estar enfadados por algo, y se genera una demanda de cambio. Es cierto que, por lo general, no ocurre nada. Pero, cuando aparece una organización de base o un líder, la ciudadanía enfadada pasa a demostrar de manera organizada ese descontento en forma de manifestaciones y acciones contundentes.  

En el caso de la eficacia, varios investigadores la centran en la creencia de una persona de que puede cambiar sus condiciones mediante la protesta. Esto engarza con la necesidad de organización; es fácilmente reconocible que, a la hora de protestar, el grupo es más eficaz que el individuo aislado. 

Luego está la identidad, cuanto más te identificas con un grupo, es más probable que participes en protestas en beneficio de esa identidad. Un ejemplo es la comunidad LGTB, débil por lo minoritaria en principio, pero fuerte al unirse.  

Las emociones se identifican en cuarta posición por el hecho de que la ira es uno de los componentes más importante para que un descontento devenga protesta. Cuando la ira es grupal la acción está al doblar la esquina. Otros sentimientos como la vergüenza, la desesperación y el miedo, también hacen que las personas tengan una relación adversa con las autoridades y desee un cambio a través de las protestas. 

Por último y no menos importante, está la integración social. Hablar con otras personas sobre lo que va mal en la sociedad crea agravios y emociones compartidas, en lugar de personales. En esto las redes sociales han tenido un papel catalizador. 

Te habrás dado cuenta que el tema está sumergido en una neblina que se irá aclarando o no, si la ciencia toma las riendas de su estudio. Al implicar campos con escasa formulación y demasiado empirismo, se torna difícil establecer pautas y descripciones exactas. 

Mientras tanto, seguimos protestando.