En una reciente conversación con un especialista en cooperación internacional, se puso sobre la mesa que podíamos esperar un otoño de gran hambruna en África. Según sus predicciones, sería más que factible que volvieran a la actualidad imágenes de mi infancia, de aquellos niños y niñas de Biafra que no fallan a mi memoria.

No era consciente de que lo estábamos hablando justo una jornada antes de que se celebrara el Día Mundial del Refugiado. Pero sí lo fui cuando, con esa situación profetizada, estos aumentarían una cifra que en nuestro país y en Europa ha crecido en los últimos meses debido, en última instancia, a la invasión de Ucrania por el Ejército ruso.

Así ha sido y puede que siga siendo, sin olvidar que existen muchos más refugiados políticos y económicos y que ninguno de ellos debería existir. Por eso, me atrevo a pedir que no nos olvidemos de África, tampoco de Afganistán, y de igual manera, como nos recordaba siempre el gran Forbes en sus viñetas, no nos olvidemos de Haití. 

Refugiarse significa, en la inmensa mayoría de los casos, hacerlo o morir; asociarse con lo que para el común de los mortales sería mala vida, para sortear su pérdida. Refugiarse es una huida hacia adelante, un acto de valentía sin límite en general. Y produce vergüenza su crecimiento, poco en sintonía con el discurso generalizado de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Como vergüenza produce que exista -y reconocida “con un par” por la Unión Europea- la esclavitud en el sector textil, como sin duda la esclavitud sexual, esa que a veces se refugia en algo tan consumido como la pornografía.

Dar salida y salidas ayudando a proteger la vida es fundamental a través del trabajo, a través de las alianzas. Como la que llevó a unir dos fuerzas naturales del universo de la moda: la diseñadora Leticia Valera y la grande de las grandes Marta Rota, directora creativa de Tot-Hom.

La primera lleva siete años con su marca del mismo nombre con la que da trabajo a mujeres senegalesas que cosen sus creaciones. Presentó hace unos días en Madrid una colección especial de ocho trajes con Tot-Hom, a cual más lindo, realizados en esos tejidos que hacen de África un lugar de alegría, por encima, debajo y junto a sus circunstancias.

Sus creaciones con el buen hacer cercano a la Costura de la marca catalana hablaban de mujeres, de su cultura, del orgullo de su trabajo, de la importancia de su presencia en el continente africano, que hoy es femenino o no será. Los vestidos lucidos por la modelo Aya Guèye no solo es que ganaran en imagen sino que eran una llamada de atención hacia una gran manifestación cultural de moda que tiene lugar en Senegal en el mes de diciembre, la Casamance Fashion Week, de la que ella misma es creadora y siempre con la alianza de Leticia.           

Llegará un momento, y espero verlo, en que sea tan inaceptable un mundo de refugiados, que no quepa un día de homenaje. De igual manera que llegó aquel en el que no solo se instauró el matrimonio igualitario sino la celebración del Pride, del Orgullo LGTBI convertido en una fiesta social, porque celebra la libertad y un movimiento imparable en el que ganamos todos.

No hace falta salir a la calle. Basta sentirlo e incluso celebrar en la intimidad que hayamos llegado a donde estamos. Deberíamos contar a quienes no lo han vivido lo que suponía para el colectivo vivir la soledad de la incomprensión familiar, comunitaria, incluso la propia. Contemos a las generaciones que se han encontrado el armario arreglado que hubo tiempos de desorden y encerramiento con llave para evitar el sufrimiento. Al fin y al cabo, otro tipo de refugiados, y que no suene a frivolidad.

Por eso siento especial ilusión cuando descubro la defensa de la diferencia, la de género, pero igualmente otras. Me gusta conocer el apoyo a la diversidad necesario por parte de tantas compañías que han entendido que es un concepto por el que trabajar, inocular en el ADN e incluir en el propósito. Y esto, que dicho así puede sonar incluso rimbombante, una vez que se baja al terreno de lo posible, se demuestra como realidad sostenible, cada año no solo más palpable, sino incluso más potente en la medida en que se unen grandes marcas.

De hecho, me sorprendió y muy positivamente descubrir en estos últimos días de junio la profusión de arcos iris, y no solo porque sea el mes de las tormentas que los provocan. Los colores mezclados y poderosos en sus bandas bien diferenciadas recuerdan la fuerza, la unión, la solidaridad, el brillo y la certeza de que si no se defiende un ecosistema como ese, difícilmente se avanza en su conquista.

Me ha gustado encontrarlo en lugares tan dispares como una gasolinera, decorando el perfil de su tejado con los colores Pride. De la misma manera que me encantó verlos reflejados en el contenido colorista de la ropa en su interior y de los escaparates exteriores de Zara. Y en la campaña internacional de C&A que este año ha apostado por contar historias de éxito y superación integradora de personas LGTBI. Me gusta subrayar que, como en el caso de los refugiados, hablamos de seres humanos. Como diría Clooney… “anything else”?