Raquel Nogueira Agencias

La tercera jornada de la cumbre del clima de Naciones Unidas, que se está celebrando en Dubái, ha tenido mucho que ver con la salud y como la crisis climática y la utilización de combustibles fósiles afecta al bienestar humano. Pero no solo eso.

Entre intervenciones, asistencia a eventos y presentaciones, los líderes mundiales han encontrado hueco para anunciar una retahíla de nuevos compromisos y promesas que, de cumplirse, podrían marcar el rumbo del próximo lustro.

Como buen sábado en una Conferencia de las Partes (COP) de ONU sobre cambio climático, hoy a los mandatarios les ha tocado hablar con activistas, visitar el pabellón verde (el de la sociedad civil) y cerrar —con retraso, como ya es de costumbre— el primer segmento de alto nivel de esta cumbre. Ese en el que los representantes de los Estados —normalmente presidentes y primeros ministros, aunque también enviados especiales, en ausencia de los otros, como el estadounidense John Kerry— ponen sobre la mesa sus planes. Estrategias que, en demasiadas ocasiones, tienen más de palabrería que de compromiso firme, con fecha inamovible.

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Tratado de no proliferación

Uno de los puntos del día más relevantes ha sido un tema que no es nuevo, pero sí recurrente. El primer ministro de Tuvalu, Kausea Natano, ha vuelvo pedir la creación de un tratado de no proliferación de combustibles fósiles. Esta demanda ya podría considerarse histórica, y es que los pequeños Estados insulares llevan reclamándola un par de años.

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Ya en la COP26 de Glasgow, uno de los ministros de Tuvalu decidió explicitar lo que la quema de combustibles fósiles hace en su país. Para ello, dio un discurso con buena parte del cuerpo sumergido en el mar: el nivel del agua, dijo, estaba ya “comiéndose” la tierra. Un año después, en la COP27 de Sharm el-Sheij, Tuvalu puso sobre la mesa la creación del tratado de no proliferación que ahora ha vuelto a reivindicar.

Pero no es el único país interesado. El pasado septiembre, Vanuatu —otro pequeño Estado insular— lo llevó también a la asamblea general de Naciones Unidas. Además, el Parlamento Europeo se ha mostrado a favor de un tratado de esta envergadura, como también lo han hecho los líderes de 70 ciudades entre las que se encuentran Londres, París o Los Ángeles. Pero solo eso: tanto el Vaticano como otros líderes religiosos que llegan a representar a más de 1.500 millones de personas en todo el mundo han mostrado su apoyo a Tuvalu.

Junto a todos ellos, el conjunto de los pequeños países insulares, más 1.700 oenegés y la Organización Mundial de la Salud (OMS) también han apoyado la creación de este tratado de no proliferación. Para Natano, la idea es que se parezca a aquellos acuerdos firmados para poner freno a los arsenales nucleares o las minas antipersona.

“Cada año, nuestras delegaciones tienen que viajar durante días para llegar a la COP; nos pasamos el año preparándonos para estas negociaciones” porque “el cambio climático es la mayor y verdadera amenaza para la humanidad”, ha dijo Natano durante una intervención en la cumbre.

Sin embargo, la realidad año tras año, ha insistido, es que se encuentran con las mismas discusiones: “La ciencia es clara, si queremos que la temperatura no aumente más de 1,5ºC [respecto a la era preindustrial] tenemos que reducir de manera urgente el consumo y producción de combustibles fósiles”.

El Pacífico es la primera línea de combate contra la emergencia climática, pero también la zona más afectada en estos momentos. Por eso, el líder de Tuvalu ha hecho una petición simple: “Esta COP28 tiene que cerrarse con un acuerdo que ataje la raíz del problema, la causa misma de las emisiones”. Porque, ha remarcado, si no incluye “un lenguaje claro sobre la eliminación de combustibles fósiles” no quedará tiempo, “las islas se hundirán y los bosques arderán”.

En la línea se ha mostrado Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, quien ha comparado los combustibles fósiles con fumar cigarrillos. “Atajar el cambio climático requiere abordar el papel de los combustibles fósiles en él; si no, sería como abordar el cáncer de pulmón sin tener en cuenta el impacto del tabaco”, ha ejemplificado.

Sin embargo, el tratado de no proliferación de combustibles fósiles sigue sin ser una realidad. Lo que sí se ha ejecutado durante el sábado 2 de diciembre es la Declaración de Clima y Salud de la COP28.

123 países han reconocido con su rúbrica que la emergencia climática impacta en el bienestar humana. Con esta declaración, se sitúa la salud en el centro de la acción climática, ya que reconoce que es necesario reducir emisiones y contaminación para salvaguardarla. Por desgracia, una vez más, sus principales causantes se quedan fuera: no contienen ni una palabra que relacione combustibles fósiles con las emisiones y la salud.

A esta declaración impulsada por la presidencia de la COP28 y la OMS, eso sí, se han sumado países como Estados Unidos, Japón o la Unión Europea. Los dos Estados más poblados, China e India, se han quedado, una vez más, fuera de la ecuación.

‘Powering Past Coal Alliance’

Quien no ha querido quedarse fuera de la ecuación ‘verde’ es Estados Unidos. Por eso, ha anunciado que se sube a bordo de la alianza global para la eliminación progresiva del carbón conocida como Powering Past Coal Alliance (PPCA). Creada en 2017, ahora la Administración Biden ha decidido unirse a ella y comprometerse a cerrar todas sus centrales térmicas que funcionan a base de carbón.

Este anuncio ha sido calificado, según The Guardian, por los delegados de la COP28 como “grandes noticias”. Y es que pone presión sobre China, el mayor consumidor de carbón del mundo, para que repiense su estrategia.

Como ha explicado Leo Roberts, del think tank E3G, al medio británico, a pesar de ser “un anuncio simbólico”, que EEUU entre en el PPCA “pone el foco sobre otros países de la OCDE para que se alineen con los compromisos climáticos de París, especialmente sobre Japón, Australia y Corea del Sur”.

Estados Unidos es el tercer país que más carbón quema, combustible fósil que produce, a nivel mundial, el 40% de las emisiones de gases contaminantes. Tanto la vicepresidenta del país, Kamala Harris, como el enviado especial presidencial, John Kerry, han asegurado que se comprometen a cerrar las centrales en 2035.

El problema está en que, como viene alertando la ciencia los últimos años y se está poniendo de relieve en la cumbre del clima de este, la fecha propuesta por EEUU llega tarde. El IPCC y la ONU advierten de que si queremos que el aumento de temperatura global se mantenga por debajo de los 1,5 °C, respecto a la época preindustrial, es necesario que las emisiones se recorten antes de 2030.

Al anuncio de EEUU también se han unido la República Checa y Kosovo, dos grandes dependientes del carbón. Así, la alianza cuenta ya con más de 50 países entre sus miembros. Entre ellos se encuentran 35 de los 43 Estados miembros de la OCDE, los más ricos del mundo.

Compromiso mundial sobre el metano

Durante una rueda de prensa, Estados Unidos también ha anunciado una nueva normativa que impondrá su Agencia de Protección Ambiental (EPA) para reducir las emisiones de metano de su industria.

Sus nuevas reglas del juego pretende prevenir que alrededor de 58 millones de toneladas de metano lleguen a la atmósfera entre 2024 y 2038. Estas cifras, ha asegurado la EPA, equivaldrían al dióxido de carbono emitido por el sector energético durante 2021.

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Además, Turkmenistán ha anunciado que se une al compromiso mundial sobre el metano. Algo que los expertos han tildado de buena noticia teniendo en cuenta que es el cuarto mayor emisor de metano. Esta alianza obliga a que se reduzcan las emisiones de este gas responsable de un tercio del calentamiento global en un 30% antes de 2030.

Más nuclear y más renovables

Por su parte, el enviado especial para el cambio climático de Estados Unidos, John Kerry, ha anunciado durante la jornada de la COP una alianza para triplicar la producción de energía nuclear.

Además, más de 110 países se han unido a otra iniciativa para triplicar la generación de renovables antes de 2030. Algo que ya anunció el jueves 30 de noviembre, durante la inauguración de la COP, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

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