El último Informe sobre la brecha de emisiones 2022 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) es contundente: no nos encontramos en el camino correcto para limitar la subida de temperaturas a 1,5 grados centígrados.

Por tanto, a poco más de una semana del comienzo de la COP27, la cumbre del clima que este año se celebrará en Egipto, parece que los compromisos del encuentro del año pasado y los adoptados en 2015 por los Acuerdos de París quedarán, una vez más, sobre papel mojado.

Según la ONU, la incapacidad reiterada de reducir las emisiones de CO₂ y otros gases de efecto invernadero a nivel global han precipitado a la humanidad a un camino complicado. Es necesario, asegura, "transformar rápidamente y radicalmente las sociedades".

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Este informe de la PNUMA ha analizado concienzudamente la brecha entre los compromisos climáticos de los países y las medidas que han puesto en marcha para alcanzarlos. El resultado, explican en el texto, es "desalentador". 

Como afirma Inger Andersen, la directora ejecutiva de la PNUMA, esta nueva publicación "nos dice en términos científicos lo que la naturaleza lleva diciéndonos todo el año a través de inundaciones, lluvias torrenciales e incendios descontrolados: tenemos que dejar de llenar la atmósfera de gases de efecto invernadero, y hacerlo ya". 

Andersen observa el pasado y mira al futuro con cierto escepticismo: "Tuvimos la oportunidad de poner en marcha cambios paulatinos. Ese momento ha pasado. Sólo una transformación radical de nuestras economías y sociedades puede salvarnos de la catástrofe climática". 

El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, coincide con ella: "Las emisiones se encuentran en niveles récord y siguen aumentando. Tenemos que acabar con ellas antes de que la catástrofe climática acabe con nosotros". 

Compromisos climáticos

Los compromisos climáticos de los países de cara a 2030 son pocos ambiciosos: tal y como están ahora, si se cumplen en su totalidad, la temperatura aumentaría 2,5 grados centígrados, como se alertó en la cumbre del clima de Glasgow del año pasado. Esto, como explica la comunidad científica, provocaría fenómenos naturales extremos. 

Y es que, hasta la fecha, el aumento de un grado centígrado ya ha provocado catástrofes relacionadas con inundaciones, sequías e incendios en todo el globo, incluida España tal y como hemos venido viendo este año. 

Los compromisos a largo plazo de cero emisiones netas para 2050 se llegasen a cumplir, la temperatura mundial seguiría aumentando 1,8 grados. El problema está, según el informe de la ONU, en que "alcanzar esta temperatura global ya no es creíble". Al menos, si la inacción de los Estados sigue como hasta ahora. 

Como reconoce el análisis, las emisiones globales deberían reducirse en un 50% como mínimo antes de 2030 para que "el objetivo de mantenernos en 1,5 grados siga vivo". Algo que tanto los activistas ecologistas como el mismo secretario general de Naciones Unidas llevan reclamando desde la última cumbre del clima. 

Cambios sociales posibles

Los cambios culturales, políticos y económicos necesarios para que el planeta siga siendo habitable para el ser humano son ambiciosos. Pero no son imposible. Según el informe de la PNUMA, esta transformación social puede llevarse a cabo "a través de una acción política que incluya impuestos, regulaciones, redireccionamientos del sistema financiero internacional y cambios en los hábitos de consumo".

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La transición ecológica, afirman los autores del análisis, necesita acelerarse para que la dependencia de los combustibles fósiles acabe. Eso, reconocen, a pesar de que muchos sectores, especialmente a raíz de la guerra en Ucrania, están tomando senderos opuestos. 

Además, el informe insiste en que un tercio de las emisiones globales proceden del sistema alimentario mundial. Y alertan: estas podrían duplicarse en 2050 con el aumento de la población.

Sin embargo, los Gobiernos tienen la capacidad de transformar el sector, aseguran. Para ello, remarcan, tan solo habría que restringir las macrogranjas y la agricultura intensiva, modificar los impuestos a los alimentos, reducir el desperdicio de comida y apostar por el desarrollo de nuevos alimentos bajos en carbono. 

Según el informe, "la ciudadanía, como individuos, tienen la capacidad de contribuir adoptando dietas más sanas y verdes". Andersen asegura que no pretenden "sermonear" sobre la dieta que cada cual debe adoptar, pero insiste en que "necesitamos ser conscientes de que si todos queremos comer un filete todas las noches para cenar, las cuentas no saldrán".