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El desafío de generalizar el uso del coche eléctrico para la transición energética tiene muchas batallas. Una de ellas es la dificultad de una carga accesible y sencilla para la mayor parte de los conductores, incluidos los que necesitan aparcar en la misma calle y no pueden hacerlo en un garaje propio.

Una solución que ya está en marcha en varias ciudades de Reino Unido, Alemania o Portugal consiste en convertir las farolas de la calle en 'electrolineras'. Permitiría puntos de carga generalizados en la vía pública, acabando con el problema de la falta de autonomía y aprovechando una infraestructura eléctrica ya existente y accesible para cualquiera.

La energética Galp las ha instalado en las calles de Lisboa u Oporto, funcionan en ciudades como Pekín o Berlín desde 2013 —aunque a un nivel casi anecdótico— y en Países Bajos el municipio de Arnhem presume de que la mitad de las farolas de sus calles ya son puntos de carga.

Sin embargo, en España no es tan sencillo, en parte por problemas legislativos, pero también por críticas que afectan al uso de las calles.

El único intento en nuestro país se dio en Valencia en 2021, con 22 farolas como puntos de recarga, pero el Servicio Territorial de Industria de la Generalitat valenciana consideró que debían ser independientes del alumbrado público y obligó a separarlos.

'Electrolineras' en las calles

Desde Iberdrola, la empresa que estuvo a cargo del experimento valenciano, explican que una ventaja de las farolas como 'electrolineras' sería "la seguridad" del suministro.

"La red de alumbrado público se ha desarrollado para cumplir ese objetivo de dar luz de la forma más eficiente y segura. Y por eso hay un esquema regulatorio que otorga especial seguridad a estos activos y circuitos", afirman desde la eléctrica española.

Sin embargo, esta tiene dos limitaciones: la legal y la técnica. La segunda consiste en que el cableado y protecciones del alumbrado público no son siempre los más adecuados, y necesitarían de una serie de reformas.

La legal es más peliaguda: la normativa prohíbe revender la energía del alumbrado público, y las farolas reconvertidas en 'electrolineras' pasan específicamente por una concesión administrativa y una "venta" de la misma por la empresa de turno, algo ilegal a día de hoy.

De hecho, organizaciones como la Red de Ciudades que Caminan advierten que "el abastecimiento energético de los automóviles consiste en un comercio entre particulares o empresas. Los ayuntamientos disponen de plenas competencias sobre el espacio público, pero no con la compra-venta de combustibles".

Esta organización, dedicada a fomentar la 'caminabilidad' y habitabilidad de las ciudades, considera que estos puntos de carga "limitan y condicionan el uso del espacio urbano durante el tiempo en el que están vigentes. Igual que una frutería, una oficina de Correos o una gasolinera no se instalan en la vía pública, las 'electrolineras' tampoco tendrían por qué hacerlo".

En varias ciudades de Reino Unido, Alemania o Portugal las farolas de la calle ya se han convertido en 'electrolineras'.

Y es que la principal crítica a la propuesta de las farolas como puntos de carga se relaciona con el uso del espacio público. Ciudades que Caminan condena este proyecto porque considera que la transición energética también consiste en sacar coches de las calles y permitir que estas sean más caminables.

Por su parte, desde Iberdrola recuerdan que la actual regulación tiene un sentido anterior a la existencia o no de esta cuestión: "No es una mala regulación, simplemente está pensada para optimizar y asegurar al máximo el alumbrado público".

La alternativa que se maneja, señalan desde la empresa, "está en el despliegue de cargadores públicos de los múltiples operadores en vía pública. Se instalan dispositivos de carga con su propia acometida e instalación". Esta es, de hecho, otra solución muy difundida en Países Bajos.

Los expertos de la compañía, eso sí, no creen que las 'electrolineras' en farolas perjudiquen al espacio público. "No tiene por qué afectar a los viandantes, porque se ocuparían plazas que ya eran de aparcamiento antes, pero sí es cierto que el proceso de despliegue de recarga pública en las ciudades ha ido evolucionando".

En un primer momento, se instalaron puntos de carga dispersos por las calles, reservando algunas plazas de parking a pie de calle.

De ahí se ha pasado a un modelo más actual, con grandes hubs de recarga donde hay cargadores de múltiples potencias, donde poder recargar, por ejemplo, el 80% de la batería en menos de 15 minutos o alcanzar una autonomía de 200 kilómetros con solo cinco minutos de enchufado, pero también con cargadores de menor potencia que ofrecen recargas más económicas.



Por su parte desde Ciudades que Caminan piden no ir a contracorriente de la tendencia, también europea, de sacar los vehículos privados del centro de la ciudad, o al menos reducir su presencia en favor de los peatones, una medida tanto de salud pública como de medio ambiente al reducir la contaminación.

Recuerdan que el 86,1% de las calles en España ya sirven de lugares de estacionamiento y son de facto "calles-garaje", por lo que consideran que el hecho de fomentarlo aún más supone un uso "privatizador" del espacio público.

"La ubicación de 'electrolineras' en las aceras supondría consolidar todavía más el uso de la calle convencional como lugar habitual de aparcamiento e introducir mobiliario urbano innecesario, entorpeciendo otros usos de la calle y restando superficie al ámbito peatonal", opinan sus técnicos.