El quetzal resplandeciente, con su deslumbrante y vibrante plumaje de tonos verdes, azules y rojos metálicos, es considerada una de las especies más hermosas de la fauna mundial. Su belleza cautiva a expertos ornitólogos y entusiastas de la naturaleza por igual, por lo que no es de extrañar que esta espectacular ave haya sido reverenciada como un animal sagrado por las antiguas civilizaciones mesoamericanas precolombianas.

Se cree que esta ave inspiró a Quetzalcóatl, el dios de la Serpiente Emplumada, una divinidad presente en la mitología de varios pueblos prehispánicos de Mesoamérica. Según cuenta la leyenda, este dios ayudó a crear la Tierra. Por ello, los gobernantes y la nobleza llevaban tocados hechos con las brillantes plumas verdes de este animal, algo que los conectaba simbólicamente a dios. 

Por otro lado, las plumas verdes iridiscentes de la cola también simbolizaban el crecimiento de las plantas verdes en primavera para los aztecas y los mayas, quienes veían al ave como el dios del aire y un símbolo de bondad y luz. Sin embargo, matar a un quetzal era un delito en las antiguas sociedades prehispánicas. Tal y como explican desde la asociación American Bird Conservancy, las plumas se conseguían capturando al ave vivo y arrancándolas de su larga cola, dejándolo después en libertad. 

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Hoy en día, el quetzal aún tiene una gran importancia en la cultura de la región. En Guatemala, es el ave nacional y aparece representado en la bandera y en el escudo de armas del país, así como en su moneda —que se llama quetzal—. También nutre las leyendas nacionales.

Por ejemplo, se cree que tras la muerte de Tecún Umán, héroe nacional guatemalteco y último mandatario del pueblo Quiché, a manos del conquistador español Pedro de Alvarado, un quetzal voló y se posó sobre su pecho, mojando sus plumas en la sangre del héroe. Fue así como se supone que el pájaro obtuvo sus plumas rojas del pecho y del vientre. 

Un ejemplar de quetzal resplandeciente en San Gerardo de Dota, Costa Rica. iStock

Un pájaro que necesita atención 

El quetzal resplandeciente se encuentra en casi toda Centroamérica. Se extienden desde el sur de México hasta el oeste de Panamá, pasando por Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Esta especie habita en bosques montañosos frondosos y nubosos en altitudes de hasta 3.000 metros, aunque en tras la época de cría pueden trasladarse a zonas más bajas. 

Sin embargo, hoy en día, a pesar de su carácter sagrado, esta especie está catalogada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como ‘Casi Amenazada’. La mayor amenaza para esta espectacular ave, señalan desde la American Bird Conservancy, es la pérdida de hábitat debido a la deforestación, la fragmentación de los bosques y la tala agrícola. Aunque también por su captura para el comercio de mascotas. 

El cambio climático, en algunas regiones como la Reserva Biológica Monteverde, en Costa Rica, también está jugando un papel en la degradación de su hábitat. "Hay mayor cantidad de días secos y también se ha visto que hay mayor potencia de los vientos. Entonces eso hace que los troncos que ellos necesitan caigan más fácil en este bosque", explicó al medio estadounidense CNN Paola Ledezma, investigadora de la Reserva.

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El porcentaje de humedad del bosque es fundamental para el quetzal, ya que una alta humedad permite la descomposición de los árboles donde esta especie anida. No obstante, la neblina es cada vez más escasa. “Estamos perdiendo ese recurso que es vital para ellos, para la reproducción”, lamentó Ledezma. 

Un nido artificial

Para tratar de garantizar una reproducción exitosa, en la Reserva Biológica Monteverde, el Centro Científico Tropical, una oenegé conservacionista costarricense, ha puesto en marcha el proyecto ‘Ojos sobre el quetzal’, una iniciativa para tratar de preservar la supervivencia de esta espectacular ave. Para ello, instalaron 15 nidos artificiales, así como unas cámaras trampa para monitorear el comportamiento de estas aves, especialmente durante su época reproductiva. 

"Los hemos hecho [los nidos] simulando nidos naturales en su ambiente, pero los colocamos sobre los postes metálicos para evitar a los depredadores. Colocamos cámaras en frente y a los lados para tener diferentes puntos de vista y poder observar su comportamiento a la hora de reproducirse", explicó Wilson Salas, investigador de la Reserva Biológica Monteverde, a la CNN.

Las aves comienzan a inspeccionar los nidos en enero y entre ese mes y el de abril se realiza el cortejo. A finales de abril y en mayo, comienzan a poner los huevos en el nido. "La hembra se encarga durante los periodos nocturnos y sale en la mañana. El macho llega para seguir cuidando los huevos”, explicaron los investigadores a la cadena estadounidense. Ambos se turnan en la tarea del cuidado de los huevos y los pichones y en la búsqueda de alimento. 

Para los investigadores, el proyecto ha sido todo un éxito. En los seis años que lleva el proyecto en marcha, el quetzal no ha dejado de visitar los nidos artificiales y, de los 15 disponibles, utilizan entre cinco y seis para la incubación y crianza de los pichones, informan desde la CNN

“Hemos visto cómo pichones salen del nido y hemos documentado todos los procesos de reproducción, que son muy importantes para la conservación”, indicó a DW Pablo Huertas, asistente del programa de investigación de la CCT.