Llegar al punto actual le ha costado milenios. Sin embargo, tal y como asegura la Unesco, este enclave representa "a la perfección" el estilo de vida de la región del Golfo de la península arábiga. El oasis Al Ahsa, en Arabia Saudí, contiene, en sus más de 21.000 hectáreas, las huellas de la evolución desde que llegaran a él sus primeros moradores, en el Neolítico. 

Algo que, por cierto, le valió a este oasis para convertirse, en 2018, en patrimonio de la humanidad. La interacción entre el legado cultural y natural de la región están presentes en sus jardines, canales, manantiales, pozos y en su peculiar lago, conocido como el lago Al Asfar o lago Amarillo. Tal y como indica la Unesco, el agua de este humedal oculto entre 2,5 millones de palmeras, procede de las fuentes de irrigación que dan servicio a más de 22.000 granjas de Al Ahsa.

Este lago Amarillo es hogar de al menos 39 especies vegetales distintas pertenecientes a 20 familias de plantas. Y es que la fluctuación del nivel de sus aguas crear unas condiciones cambiantes que, a su vez, favorecen la reproducción de diferentes tipos de flora.

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Además, el lago Al Asfar atrae a diferentes aves migratorias dos veces al año. Una buscan temperaturas cálidas durante los duros meses de invierno en Rusia, Canadá o Irán. Otras, huyen del calor y paran en este oasis de camino al norte. Aves como los zampullines o las garcillas cangrejeras son comunes, por ejemplo, en invierno. 

Dicen, además, que este lago recibe su nombre por el zorro amarillo, que se cree vivió durante años en sus inmediaciones. Además, este humedal está rodeado de dunas de arena y durante el verano son muchos los camellos y ovejas que se acercan a él para refrescarse. En Al Asfar también viven diferentes peces, anfibios y tortugas. 

Los colores del lago, dicen quienes lo ha visitado, cambia según las estaciones. En verano, sus aguas son mucho más oscuras. En invierno, brillan con luz propia. 

Pero todo tesoro escondido, parece, lleva aparejada una maldición. Y es que las aguas del lago Amarillo no están del todo sanas. Fruto de su fuerte uso agrario, se han encontrado restos de metales pesados en ellas. 

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