Hoy, 6 de febrero, se cumple un año desde la madrugada en que la tierra quebró el suelo en la frontera entre Turquía y Siria, dejando a miles de personas bajo el polvo y los escombros. Dos devastadores terremotos de magnitudes 7,8 y 7,6 en la escala de Richter fueron suficientes para llevarse consigo más de 55.000 fallecidos y 125.000 heridos, según estimaciones de Reuters, y propiciar una crisis humanitaria que todavía, en 2024, no ha terminado de resolverse.

En el noroeste de Siria, hace justamente 365 días, la naturaleza se impuso caprichosa sobre unas tierras que ya por sí mismas estaban marcadas por el azote de la violencia. Al conflicto enquistado desde hace 13 años se sumó entonces un catastrófico terremoto que causó más de 4.500 víctimas mortales, empeorando la gravísima situación que se vive en el país —donde el 90% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza—. 

[Con la UME en la zona más mortífera del terremoto de Turquía donde sólo ellos encuentran vida: "Lo tengo, lo tengo"

Pero el tiempo pasa y los sirios todavía no han conseguido recuperarse del desastre. Actualmente, según revela World Vision en el informe Beyond the Rubble publicado para conmemorar el primer aniversario de los terremotos, casi 6 millones de personas, principalmente niños y mujeres, "no están recibiendo asistencia nutricional esencial" y los servicios sanitarios se encuentran en "estado crítico". Los centros de atención primaria sobreviven como pueden a la amenaza de cierres y recortes, mientras "el número de personas que reciben ayuda alimentaria se ha reducido a la mitad".

En el documento, la organización, que lleva operando en Siria desde 2011, llama la atención sobre los retos de protección de la infancia. Están marcados por el aumento del trabajo y matrimonio infantil, y por las dificultades para acceder a documentación esencial, lo que amenaza con dejar a los menores sin nacionalidad y sin acceso a servicios básicos. En palabras de Emmanuel Isch, director de Respuesta a Siria de World Vision: "El número de conflictos crece y el cambio climático causa cada vez más catástrofes naturales [...] La situación es ahora más crítica que nunca, y el mundo no puede permitirse ignorar el sufrimiento aquí, a pesar del creciente número de distracciones geopolíticas". 

En la zona afectada del sur de Turquía, epicentro de los seísmos y región en la que vivían 14 millones de personas —incluyendo 1,8 millones de refugiados— cuando se produjo el desastre, las ciudades intentan resurgir. Los planes de reconstrucción, de demolición de las viviendas consumidas por el siniestro y de creación de otras alternativas continúan mientras miles de personas tratan de rehacer su vida en tiendas de campaña y campamentos de contenedores.

Acción contra el Hambre lleva brindando recursos básicos en la región desde las primeras horas del terremoto. A un año de la tragedia, miles de personas continúan viviendo en asentamientos temporales en el que es ya su segundo invierno sin hogar. Las labores humanitarias no han cesado en la frontera entre los dos países, con miles de voluntarios y profesionales movilizados para contribuir a la recuperación de estas ciudades y de la vida de quienes viven en ellas. 

Desde aquel fatídico 6 de febrero de 2023, además de asistir a las familias, World Vision y Acción contra el Hambre también han retratado los rostros de la supervivencia con imágenes que nos recuerdan cómo es la vida en las zonas afectadas por el desastre. Estas son algunas de las fotografías más representativas de estos últimos 12 meses, acompañadas por los testimonios de quienes las protagonizan.

  • 1 de 11

    Fue la catástrofe natural más costosa del año pasado

    Los temblores de 2023 afectaron a 11 provincias turcas, desde las llanuras de Adana, en la costa mediterránea, hasta las cumbres de Malatya, a 2.500 metros por encima del nivel del mar. También se dejaron notar en Siria, especialmente en las provincias de Hama, Alepo, Tartus y Latakia. 

    El primer sismo, con epicentro a 34 kilómetros de la ciudad de Gaziantep, fue el más letal en la historia del país desde el ocurrido en Erzincan en el año 1939. El segundo se produjo nueve horas después y provocó que algunos de los edificios que habían logrado resistir finalmente se derrumbaran. La Confederación Turca de Empresas estimó unas pérdidas por valor de más de 84.000 millones de dólares.

    Özge Sebzeci, para DEC y Acción contra el Hambre
  • 2 de 11

    Una pareja de voluntarios de World Vision atiende a la población

    La oenegé, instalada en Siria desde el comienzo del conflicto, hace hincapié en la resiliencia a largo plazo y la participación de la comunidad internacional para hacer frente a la crisis humanitaria en las regiones afectadas. World Vision reclama en el informe Beyond the Rubble un "acceso humanitario incondicional y sin restricciones que garantice la supervivencia de los 4,1 millones de habitantes del noroeste de Siria".

    Y, además de esto, también "financiación completa del Plan de Respuesta Humanitaria para Siria, que está gravemente infrafinanciado, para garantizar que se abordan a fondo las necesidades humanitarias" en el país de Oriente Próximo. 

    Cedida por World Vision
  • 3 de 11

    Hasan, trabajador de la construcción, sonríe junto a dos de sus hijos

    Este padre de cuatro niños de 9, 6, 2 años y 7 meses vive con su familia en un contenedor desde que el terremoto sacudiera la provincia de Hatay. Cuenta que los últimos meses han sido una "experiencia difícil", especialmente en invierno, cuando las filtraciones de agua, las bajas temperaturas y el barro por la falta de cimientos forman parte de su vida cotidiana.

    Hassan no tiene un trabajo estable y no puede llevar a sus hijos en moto al colegio con las lluvias actuales. Aunque hace pocas semanas recibió colchones, edredones, mantas y kit de higiene de Acción contra el Hambre y SRP, ha notado cómo se ha reducido la ayuda en los últimos meses.

    Özge Sebzeci, para DEC y Acción contra el Hambre
  • 4 de 11

    Yusuf era profesor de autoescuela en Turquía antes de que tuviera lugar el desastre

    Este joven refleja con su testimonio la realidad de los miles de personas que tras el terremoto perdieron su trabajo y vieron cómo su vida cambiaba drásticamente: "Lo más difícil para mí fue perder a mi hermana. Somos afortunados porque nos rescataron de los escombros, pero el coste emocional ha sido enorme".

    Y añade: "Volver a mi antigua profesión es una posibilidad, pero las cosas siguen siendo muy inciertas. El acceso a la atención sanitaria es a través de SRP, donde hay un médico disponible. También recibimos apoyo psicosocial, que ha sido de gran ayuda". 

    Özge Sebzeci, para DEC y Acción contra el Hambre
  • 5 de 11

    Çağla, fisioterapeuta de 23 años, atiende a embarazadas y madres lactantes

    Como coordinadora médica de SRP, la joven lleva trabajando en la respuesta al terremoto desde el mes de mayo. En declaraciones a Acción contra el Hambre, explica: "Impartimos formaciones sobre lactancia materna, principalmente a embarazadas y madres lactantes que tienen hijos de dos años o menos".

    "Las mujeres, incluidas las madres e incluso las abuelas, comparten sus retos, y adaptamos nuestras lecciones en función de sus peticiones. Aunque muchas de ellas tienen muchos hijos, dicen que aquí aprenden bastantes cosas y valoran positivamente el espacio", asegura.

    Özge Sebzeci, para DEC y Acción contra el Hambre
  • 6 de 11

    La profesional, retratada en un ejercicio de formación junto a una compañera

    En declaraciones a Acción contra el Hambre, la fisioterapeuta incide en que "con el tiempo, las necesidades han evolucionado". Si al principio reinaba la falta de coordinación, ahora "la ayuda está disminuyendo gradualmente, lo que es un problema".

    Asimismo, señala que "la continuidad de la ayuda es crucial para la recuperación a largo plazo de la zona. Debemos proporcionar todo tipo de ayuda, grande o pequeña, porque las necesidades son enormes, desde ropa, refugio y alimentos hasta higiene". 

    Özge Sebzeci, para DEC y Acción contra el Hambre
  • 7 de 11

    Aya huyó de Siria pero su vida cambió por los temblores de un terremoto

    Originaria de Alepo (Siria), esta madre de 27 años llegó a Turquía en 2014, buscando refugio por el conflicto en su país, como muchos de los habitantes del sur turco afectados por el terremoto. Cuando comenzaron los seísmos, su hogar y su peluquería, que se encontraban en el mismo edificio, sufrieron importantes daños. 

    La peluquera tuvo que refugiarse junto a sus hijos e hija de 8, 6 y 2 años en una tienda de campaña durante seis meses, antes de trasladarse a un campamento de contenedores en Iskenderun (Hatay) en el que viven actualmente.

    Özge Sebzeci, para DEC y Acción contra el Hambre
  • 8 de 11

    Çağla y Aya, en el espacio materno-infantil habilitado por Acción contra el Hambre

    Aunque la vida en el contenedor sigue siendo difícil, poco a poco ha vuelto a ofrecer sus servicios como peluquera y casi todos los días acude al Espacio Materno infantil creado por Acción contra el Hambre y la ONG local Solidarity, Respect & Protect (SRP), donde ella y sus hijos cuentan con un espacio seguro.

    "Venimos, charlamos. Lo más importante es que nos tratan como a seres humanos. Son buenas personas y nos hacen sentir bien. Eso es suficiente", destaca la joven siria sobre los voluntarios de las organizaciones. 

    Özge Sebzeci, para DEC y Acción contra el Hambre
  • 9 de 11

    Un menor dibuja, sentado en el regazo de su madre, Ubeyde

    Una de tantas historias parecidas a esta es la de Ubeyde, que vivió junto a su marido y cinco hijos en una tienda de campaña por varios meseshasta que pudo acceder a un contenedor. Gracias a esto, ella y su familia se han podido adaptar a su nueva vida y han vuelto a socializar, a través de las actividades sociales puestas a disposición de las personas afectadas. 

    "Nuestras vidas han cambiado mucho en el último año. Mi marido se ausenta a menudo porque trabaja en un restaurante en Erzin y yo he tomado más responsabilidades cuidando del hogar y los niños. Tiene que trabajar porque, aunque vivamos en el contenedor sin pagar alquiler, tenemos muchos gastos", lamenta. 

    Özge Sebzeci, para DEC y Acción contra el Hambre
  • 10 de 11

    Niños y niñas, fotografiados mientras reciben material escolar en el aula de una escuela

    Al otro lado de la frontera, como explican desde World Vision, el año escolar en el noroeste de Siria comenzó marcado por un contexto de conflicto continuado desde 2011. Ha sido un curso especialmente desafiante en los campos de desplazados, donde el acceso a la educación primaria y secundaria es "críticamente bajo, con una situación agravada por las dificultades económicas y los problemas de la seguridad", aseguran en su informe.

    El documento revela que la delicada situación económica a la que se enfrentan las familias afectadas por el desastre tiene efectos directos en la infancia. La tensión financiera "a menudo les lleva al abandono escolar, lo que a su vez aumenta los riesgos de matrimonio y trabajo infantil, y desemboca en otros problemas de protección".

    Zaher Jaber para World Vision
  • 11 de 11

    Qamar, superviviente, fotografiada en clase junto al resto de sus compañeros

    La pequeña vivía con su familia en el norte de Siria cuando estalló la guerra. Ella tenía cinco años cuando sus padres decidieron emigrar al noroeste y alojarse en una pequeña habitación. Sin embargo, esta distaba de estar en las condiciones necesarias para resistir al terremoto. Debido a la falta de mantenimiento, el espacio se agrietó y el techo estuvo a punto de caer. Qamar no pudo dormir después de aquello. 

    Sus padres, en un esfuerzo por recuperar a su hija y proporcionarle la ayuda que necesitaba —tenía miedo a fallecer bajo los escombros como otros niños— se dirigieron al centro de protección de World Vision. Poco a poco, la menor empezó a participar en las sesiones de apoyo psicológico y "empezó a brillar, como su nombre indica en árabe, a hacer amigos", cuentan desde la organización. 

    Zaher Jaber para World Vision