Raquel Nogueira Esteban Palazuelos

La piel se eriza. Las mandíbulas se contraen. Los ojos se entrecierran de manera involuntaria. El cuerpo reacciona al chirrido del vidrio al caer, formando una montaña de más de dos metros, como cuando una copa golpea contra el suelo y se hace añicos. Es naturaleza humana; es imposible no sentir ese cosquilleo molesto en el cuerpo al sentir el camión de basura vaciarse cuando llega, desde Madrid, a la planta de reciclaje de Calcín Ibérico, en la localidad castellanomanchega de Quer.

La vida de una botella de cava tras las navidades Esteban Palazuelos

A poco más de 50 kilómetros del centro de la capital española, se sitúa esta modesta, pero eficiente, planta en la que se gestionan todos los residuos de envase de vidrio de la Comunidad de Madrid (CAM). Esto es, un total de 125.000 toneladas anuales. “Trabajamos en tres turnos para gestionar 500 toneladas al día”, asegura Víctor Arcos, uno de los trabajadores de Calcín Ibérico que acompaña a ENCLAVE ODS en su visita.

Los residuos de envases de vidrio, recién llegados en el camión, se depositan a la entrada de la planta de reciclaje. Esteban Palazuelos

Desde un ventanal interior de las oficinas de esta empresa, colaboradora con Ecovidrio, se pueden observar las cintas transportadoras que serpentean moviendo vidrio —en pedazos, unas; más entero, otras— de un lado a otro de la planta. Nuestros ojos se pierden en el laberíntico proceso, que no es más que un engranaje perfectamente sincronizado y, en su mayoría, automatizado. “¿Lo vemos de cerca?”, nos anima Arcos.

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Navidad, la fiesta del vidrio

Y ataviados con chaleco reglamentario, cascos y gafas protectoras —la advertencia de utilizar “zapato duro” esa mañana ya se había cumplido a rajatabla—, rodeamos el edificio. Así, entramos de lleno en esa nave en la que las botellas se reconvierten en materia prima.

Un operario vinila los 'iglús' verdes para la campaña de Navidad. Esteban Palazuelos

Quedan pocos días para que empiece la Navidad cuando se realiza la visita. Por eso, nos explica Julio Tinaquero, portavoz de Ecovidrio que visita la planta con este vertical, hay una veintena de “iglús” verdes —los característicos contenedores de vidrio— que se están transformando en rojos, como si emularan la panza de Papá Noel.

Con cada campaña que hace esta entidad sin ánimo de lucro dedicada a gestionar la recogida selectiva de residuos de envases de vidrio en España, los iglús se reutilizan. Porque solo necesitan una mano de pintura y un vinilo para hacer buen uso de la economía circular que buscan representar con su forma curva.

Julio Tinaquero, de Ecovidrio, junto a los 'iglús' rosas contra el cáncer de mama. Esteban Palazuelos

La Navidad, explica Tinaquero, es un momento clave para Ecovidrio y las plantas de reciclaje que gestionan. Porque, ¿quién no abre una botella de cava, sidra o licor, llena las copas, y brinda con ellas?

Cualquier brindis navideño que se precie tiene aparejado una botella de vidrio llena con cualquier líquido embriagador al gusto del consumidor. Por eso, entre Nochebuena, Nochevieja y Reyes —pasando por todas las cenas de empresas y amigos de diciembre—, se consume “un 20% de los envases de vidrio que se generan al final del año”, asegura el portavoz de Ecovidrio.

Víctor Arcos, de Calcín Ibérico, en la planta de reciclaje de vidrio. Esteban Palazuelos

Cuidado con lo que tira

La labor de Arcos y el equipo de Calcín Ibérico es que todo el vidrio depositado en los más de 23.503 contenedores verdes de Ecovidrio que hay en la CAM reciba el tratamiento adecuado. Solo así, se consigue reintroducir en el mercado el 98% del vidrio ya fabricado. “Aquí solo tenemos un 2% de impropios”, alardea Arcos, que explica que esto significa que solo ese porcentaje de residuos que llegan a la planta en la que trabaja son “otra cosa que no es vidrio”.

En total, a diario separan cerca de 13 toneladas de “basura que nada tiene que ver con el vidrio”, que se envía a la planta de gestión de residuos adecuada para su tratamiento. “Nada de lo que entra aquí se va al vertedero”, especifica Tinaquero. Y Arcos recalca: “13 toneladas de impropios de las 500 que se gestionan en un día no está nada mal; suena a mucho pero es muy poco”.

Los residuos de envases de vidrio son transportados por las cintas y un sistema de imanes y aire a presión va separando los impropios. Esteban Palazuelos

En su mayoría, asegura el portavoz de Calcín Ibérico, los impropios que encuentran en esta planta tienen mucho de cerámica, chapas de botella y alguna que otra tapa de botes. En la primera parada de la visita de ENCLAVE ODS, la zona en la que descargan los camiones y se almacena el residuo antes de tratarlo, se pueden observar también botellas de plástico, cartones… incluso algún que otro electrodoméstico destrozado.

Lo más problemático, insiste, es “todo lo que contenga metales”. Sobre todo si son pedazos pequeños. Los “trozos más grandes”, cuenta, se separan automáticamente en el primer sistema de cintas e imanes con los que los residuos recorren la planta de reciclaje. Pero los más pequeños, pueden saltarse la primera criba y acabar en uno de los hornos en los que se sigue separando el vidrio de los impropios más diminutos.

Operarios de Calcín Ibérico separan manualmente, durante una de las fases del proceso de reciclado, los impropios del vidrio. Esteban Palazuelos

Y eso, asegura, es un problema. Implica tener que apagar el horno, sacar el metal fundido y volver a encenderlo. Ese proceso, indica, “supone un gasto energético como el de una planta nuclear”. Así que, recomienda, mejor separar bien el vidrio antes de meterlo en el contenedor.

Arcos admite que lo bueno es que esto pasa cada vez menos. Se han “encontrado de todo”, pero cada año se topan con menos “basura” y más “vidrio bien reciclado”. Porque, dice, en general, en la Comunidad de Madrid “se recicla bien”.

Pero cuando esto no ocurre, y se cuelan los impropios, Arcos asegura que no pasa nada. Imanes, aire comprimido y todo un sistema de cintas y máquinas “altamente eficientes” laberíntico hacen que el vidrio se separe de lo que no lo es a la perfección. Y si a la tecnología se le pasa algún fragmento, también están las personas —6 en cada turno— que, ataviadas con sus EPI correspondientes, revisan y separan manualmente lo que es vidrio de lo que no.

Dos operarios categorizan, de manera manual, parte de los residuos. Esteban Palazuelos

Y luego… qué

El objetivo de este meticuloso proceso es conseguir casi un 33% de vidrio limpio, otro 33% de vidrio fino y otro 33% de vidrio blanco. Cada uno de estos, explica Arcos, se lleva a la vidriera correspondiente para que ellos lo reconviertan en botellas, tarros y demás enseres fabricados con este material.

Residuos de envases de vidrio en la cinta durante una de las fases del proceso. Esteban Palazuelos

Algo que, recuerda Tinaquero, se puede hacer infinitas veces, pues el vidrio es 100% reciclable. Es decir, simplifica, “cada envase que tú depositas en el contenedor verde se convierte en otro envase nuevo, con las mismas propiedades, un número de veces infinitas”.

Además, como ese vidrio ya es un material precocinado, añade el portavoz de Ecovidrio, las vidrieras “consumen menos energía, lo que provoca que emita un 50% menos de CO₂ a la atmósfera en la fabricación de envases”. De esta manera, se da tregua al planeta y se evita la sobreexplotación de recursos naturales.

Una de las cintas de la planta de reciclaje. Esteban Palazuelos

Pues, “son finitos y no podemos permitirnos seguir consumiendo y sobreexplotándolo”, añade el portavoz de Ecovidrio. Y concluye: “Tenemos un montón de recursos en las ciudades que pueden ser reaprovechables y el vidrio es uno de ellos”.

En 2022, en toda España se recogieron y gestionaron más de 900.000 toneladas de envases de este material. Con su adecuada gestión, no solo se consigue dar un respiro a la Tierra y a las materias primas, sino que se ahorra energía y se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.

Una de las máquinas que separa, de manera automática, el vidrio. Esteban Palazuelos

El pasado año, se lograron ahorrar 723.351 MWh de energía, es decir, el equivalente a dos meses de consumo energético en todos los hospitales de España. Además, se consiguió evitar la emisión de 587.432 toneladas de CO₂.

Una operaria realizando uno de los últimos filtrados manuales del proceso de reciclaje. Esteban Palazuelos