El agua, a pesar de ser un recurso imprescindible para la vida, es también una gran fuerza destructora. Sin ir más lejos, las lluvias torrenciales han sido noticia en numerosos puntos de todo el planeta: desde la DANA que azotó España a principios de septiembre a las la tormenta Daniel, que dejó un reguero de destrucción en Grecia, Turquía, Bulgaria y, especialmente, en Libia, donde las lluvias dejaron un total de más de 11.300 muertos

A finales del mismo mes de septiembre, otras imágenes se nos quedaron grabadas en la retina: la ciudad de Nueva York, el centro financiero del mundo, quedaba completamente bajo el agua tras unas inusuales lluvias torrenciales. Los vídeos del agua desbordada en el metro y las calles de la gran manzana con el agua que llegaba a la mitad de los coches inundaron la red. Como si de un apocalípsis se tratara. 

Este tipo de eventos meteorológicos extremos, según advierten los científicos, serán cada vez más frecuentes a causa del calentamiento global. Este año, el intenso calor de los meses de julio y agosto, los más cálidos jamás registrados en la Tierra, aumentó las probabilidades de lluvias más intensas. Y, a su vez, las interminables olas de calor marinas proporcionaron combustible para las tormentas. 

Un agente de policía de Nueva York observa cómo los coches atraviesan una calle inundada tras la tormenta tropical Ofelia. Andrew Kelly Reuters

“Estamos asistiendo a temperaturas oceánicas que baten récords, a temperaturas globales que baten récords y a inundaciones que baten récords. Todo está relacionado”, explicó Jennifer Francis, climatóloga del Centro de Investigación Climática Woodwell al medio Bloomberg Línea

Precisamente, un reciente estudio de World Weather Attribution, una red de científicos que estudia fenómenos extremos relacionados con el cambio climático, señaló que un evento tan extremo como el de Libia se ha vuelto hasta 50 veces más probable y hasta un 50% más intenso en comparación a un clima 1,2 ºC más frío. En los casos de Grecia, Bulgaria y Turquía, la probabilidad de sufrir un fenómeno de tal magnitud se ha multiplicado por 10 y la intensidad ha aumentado un 40%. 

Las consecuencias, como se ha visto en el caso de Libia, pueden ser devastadoras. Tras la ruptura de las presas de Al-Bilad y Abu Mansour a causa de la falta de mantenimiento, el agua arrasó por completo la ciudad portuaria de Derna: un sinfín de edificios se derrumbaron y barrios enteros quedaron arrasados. Según calcula las Naciones Unidas, al menos 43.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares. 

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Una catástrofe que continúa 

Sin embargo, la catástrofe no termina con los efectos devastadores más inmediatos, sino que continúa hasta meses e incluso años después. Y este impacto posterior no sólo se da en el ámbito material, sino que también en el ámbito de la salud. Un reciente estudio de la Universidad de Monash (Australia), publicado a principios de octubre en la prestigiosa revista British Medical Journal (BMJ), descubrió que las personas afectadas por una inundación tienen un riesgo significativamente mayor de morir entre las tres y seis semanas posteriores del suceso, incluso después de que la inundación se haya disipado. 

La investigación, dirigida por profesores Shanshan Li y Yuming Guo, de la Escuela de Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad de Monash, en colaboración con la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, descubrió que el riesgo de morir aumentaba y persistía hasta 60 días (50 días en el caso de la mortalidad cardiovascular) después de un día de inundación. 

Para realizar el estudio, los investigadores estudiaron 761 comunidades en 34 países diferentes que habían sufrido al menos una inundación entre los años 2000 y 2019. Revisaron un total de 47,6 millones de muertes por todas las causas, incluidas 11,1 millones de muertes cardiovasculares y 4,9 millones de muertes respiratorias en el período de estudio.

En este sentido, tal y como refleja el estudio, haber vivido una inundación aumenta un 2,1% la mortalidad por todas las causas; un 2,6% en el de las muertes cardiovasculares y un 4,9% en el de las muertes respiratorias. “Nuestro estudio sugiere que los riesgos de mortalidad por todas las causas, cardiovascular y respiratoria alcanzan un pico en torno a los 25 días y duran hasta 60 días después de la exposición a las inundaciones”, explicó en un comunicado la profesora Li. 

Riesgos relativos de mortalidad asociados a la exposición a inundaciones durante el periodo 0-60 días en 761 comunidades de 35 países o territorios. BMJ

Tras una inundación, indica el estudio, las muertes por causas naturales pueden deberse a la contaminación del agua y los alimentos, la exposición a agentes patógenos (hongos, bacterias y virus), las dificultades de acceso a los servicios sanitarios y el deterioro psicológico. Esta asociación, además, se acentúa con el tipo de clima y entre las poblaciones con un bajo nivel socioeconómico o en la población de edad más avanzada

"Ahora sabemos que a la pregunta: ¿Cambia el riesgo de mortalidad tras las inundaciones en la población general? La respuesta es sí, y esto se debe tener en cuenta en las respuestas políticas a las inundaciones", afirmó el profesor Guo. Este estudio, señaló, proporciona un modelo para las autoridades sanitarias y los responsables políticos para que puedan saber cuándo deben vigilar activamente a las comunidades afectadas por las inundaciones. 

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Un problema en aumento  

Según un estudio publicado en la revista Nature en 2022, las inundaciones representan casi la mitad (43%) de todas las catástrofes naturales, y se prevé que aumenten en gravedad, duración y frecuencia en el contexto del cambio climático que estamos viviendo actualmente. 1.810 millones de personas (el 23% de la población mundial) estarán expuestos directamente a profundidades de inundación superiores a 0,15 metros cada década. 

Este problema, además, afectará en gran medida a los países en desarrollo. Tal y como refleja el mismo estudio, el 89% de la población mundial expuesta a inundaciones viven en países de renta baja y media. Por ello, el profesor Guo, alienta a los profesionales sanitarios a ser más conscientes del aumento de los riesgos sanitarios tras las inundaciones, especialmente en aquellas comunidades vulnerables. 

Población expuesta a inundaciones. Nature

"Deben incorporar estos conocimientos a su práctica y estar preparados para la repentina y elevada demanda de servicios sanitarios con el fin de reducir las muertes evitables por causas naturales", afirmó en el comunicado publicado por la Universidad de Monash. "Las instituciones de salud pública deben vigilar los cambios en la tasa de mortalidad en los 25 días siguientes a las inundaciones para poder intervenir con prontitud”. 

Asimismo, el profesor pidió a los responsables políticos a dar prioridad a la preparación integral ante desastres, los sistemas sistemas de alerta/detección temprana y los protocolos eficaces de respuesta ante desastres para reducir las muertes atribuibles a las inundaciones. Así como a las “medidas de adaptación al cambio climático debido al aumento previsto de las inundaciones en todo el mundo”.