Avatar ha vuelto a los cines con una segunda parte —titulada El sentido del agua— y, con su estreno, podría volver lo que se conoce como el ‘síndrome de depresión post-Avatar’. El tiempo que estuvo en cartelera la primera cinta del director canadiense James Cameron, los seguidores sufrieron intensos anhelos por la luna planetaria representada en Pandora y sus humanoides Na’vi. 

El espectáculo y la realidad inmersiva de la obra pudo ser demasiado impactante para algunos. Por ejemplo, en el foro Avatar Forums, un tema titulado Maneras de lidiar con la depresión del sueño de que Pandora sea intangible llegó a recibir más de 1.000 publicaciones de personas que habían experimentado la depresión

Fue tal el éxito de este foro, informó la CNN en 2010, que su creador, Philippe Baghdassarian, tuvo que poner a disposición de los fanáticos un nuevo hilo para que la gente pudiera seguir publicando sus sentimientos confusos sobre la película. 

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"Yo no estaba deprimido. De hecho, la película me hizo feliz", dijo Baghdassarian a la cadena estadounidense. "Pero puedo entender por qué hizo que la gente se deprimiera. La película era tan hermosa y mostraba algo que no tenemos aquí en la Tierra”. “Creo que la gente vio que podríamos estar viviendo en un mundo completamente diferente y eso los deprimió", concluyó el creador del foro. 

La obsesión sobre el universo se apoderó de algunos adeptos a la cinta. “Eso es todo lo que he estado haciendo últimamente, buscando en Internet más información sobre Avatar”, publicó Elequin en el foro en aquel momento. 

“Desde que fui a ver Avatar, he estado deprimido. Ver el maravilloso mundo de Pandora y todos los Na'vi me hizo querer ser uno de ellos”, escribió otro usuario llamado Mike en 2010. “Incluso contemplo el suicidio pensando que si lo hago, renaceré en un mundo similar a Pandora”. 

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No es un problema médico reconocido

Según publica The Guardian, el Síndrome de Depresión Post-Avatar (SDPA o PADS por sus siglas en inglés) no es un problema médico reconocido, aunque es un fenómeno observable. Esto es, representa sentimientos de depresión e incluso pensamientos suicidas como se ha podido observar en los comentarios de los diversos foros dedicados al universo creado por Cameron. 

Al parecer, Avatar provoca sentimientos similares entre personas dispares. La realidad de la película provoca en algunos espectadores algunos sentimientos como tristeza por sentirse desconectado de la naturaleza, preocupaciones sobre el futuro de nuestro propio planeta y sentirse insatisfecho con la vida moderna. 

"La vida virtual no es la vida real y nunca lo será, pero este es el pináculo de lo que podemos construir en una presentación virtual hasta ahora", explicó el doctor Stephan Quentzel, psiquiatra de Nueva York (EEUU), a la CNN en 2010. "Se ha tomado lo mejor de nuestra tecnología para crear este mundo virtual y la vida real nunca será tan utópica como parece en la pantalla. Hace que la vida real parezca más imperfecta".

Cuál es la solución 

El principal remedio para sobrellevar el SDPA está en conocer el mundo real, conectar con la naturaleza de la Tierra. Ancient Forest Alliance, una ONG canadiense dedicada a la protección de los bosques maduros, desarrolló una cura de tres pasos para los SDPA, tal y como recogió The Guardian: "Salga y experimente la naturaleza, tome medidas para defender la naturaleza y haga que otros hagan lo mismo".

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Ivar Hill, un sueco que tenía 17 años —ahora tiene 30— cuando escribió su primer comentario en el foro, cuenta que sufrió depresión al ver por primera vez Avatar. Sin embargo, después de hablar con otros adeptos de la vida ‘azul’, comenzó a leer filosofía y a pasar más tiempo en la naturaleza.

“Avatar me hizo sentir como si pudiera sentarme en un bosque y simplemente ser”, contó al New York Times el mes pasado.

En definitiva, la solución pasa por conocer mejor nuestro planeta y canalizar esos sentimientos a crear un mundo mejor. Como cuenta otro adepto con SDPA en la serie documental How To with John Wilson: “En última instancia, surge del deseo de querer algo mejor”. 

Y concluye: “Pero solo porque tenemos ese deseo, creo que nos impulsa a hacer del mundo en el que vivimos un lugar mejor”.

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