Un bosque comestible es lo que su propio nombre indica: un conjunto de árboles, arbustos y otras plantas que proporciona alimentos, además de refugio, madera o regulación de la temperatura. También contribuye a la purificación del aire y del agua, mejora de la calidad del suelo y aumenta la biodiversidad. E incluso puede ser utilizado como aula de la naturaleza.

En España hay varias iniciativas que los promueven y una de las experiencias más recientes empezó este mayo en la localidad madrileña de Soto del Real. Este municipio de algo menos de 9.000 habitantes, cercano a la capital de España, ha sido reconocido por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) como uno de los que más ha reducido su huella de carbono, hasta el punto de se contabiliza en apenas 20 kilos por habitante al año.

A principios del pasado mes de mayo, el ayuntamiento, en colaboración con las organizaciones Hope Acción Climática y Life Terra, plantó un centenar de árboles y arbustos, entre los que destacan nogales, avellanos, olivos, almendros, manzanos, perales, higueras, cerezos, majuelo, rosal silvestre o aromáticas, en un paraje cercano a una zona con un arroyo. Su objetivo final es plantar, en diversas fases, en torno a un millar de árboles e involucrar a las escuelas de la zona en la creación de este particular bosque.

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Javier Benayas, concejal de Sostenibilidad Ambiental, Eficiencia Energética y Gestión del Agua, Parques y Jardines de Soto del Real, explica a Enclave ODS que esta acción pasa “por la apuesta por la sostenibilidad que tiene nuestro municipio”. Su situación geográfica, señala el también catedrático de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid, lo sitúa en parte dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y por completo del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, “un entorno privilegiado”.

Las reforestaciones han sido parte fundamental de este programa de sostenibilidad, hasta el punto de haber plantado unos 10.000 árboles en los últimos siete años con campañas de “un niño, un árbol” con alumnos de Primaria o colaboraciones con otras organizaciones conservacionistas como Amigos de la Tierra o el Corredor Biológico Mundial. “Solemos elegir especies de la zona: fresnos, olmos, etc.”, explica Benayas.

En este caso influyó un nuevo vecino de Soto, el influencer climático Javier Peña, que se acaba de mudar al municipio y al mismo tiempo está trabajando con Hope Acción Climática en un documental sobre mitigación y lucha contra la crisis climática. Una de sus iniciativas es crear un sumidero de carbono que compense la huella emitida en su grabación. Es decir, un bosque. Al proponérselo al consistorio, surgió la idea de convertir el proyecto en algo más: un bosque que diese de comer.

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Una repoblación urbana diferente

Para Benayas, “es una nueva concepción de lo que es una repoblación urbana, en el sentido de que se busca no sólo arbolar, sino también que esos árboles cumplan una función de sostenibilidad más amplia”. Ahí entra la Fundación Life Terra, organización financiada por la Unión Europea (UE) con el objetivo de “empoderar a las personas para emprender acciones climáticas con impacto inmediato”.

A efectos prácticos, Life promueve reforestaciones en diferentes puntos de Europa y tiene como objetivo plantar un árbol por cada habitante de la UE antes de 2025. Es decir, un total de 500 millones.

Marta Mugica, portavoz de la organización Life Terra, explica que es el tercer año en que la organización actúa en España y que en esta temporada, de octubre a mayo, han podido realizar 100 acciones como las de Soto del Real. "Trabajamos con propietarios tanto públicos como privados y proponemos que, ya que vas a reforestar, es interesante que esos árboles puedan dar de comer", explica.

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Además, añade, "se trata de que los bosques sean un espacio de encuentro". Es decir, un lugar donde se junte la gente y se cree comunidad para ir a recoger la fruta, echar el día o, simplemente, descansar.

No todos los proyectos que llevan a cabo, eso sí, son bosques comestibles. También hay recuperaciones de riberas de ríos, dehesas… “Lo que pedimos, como había en Soto del Real, es un terreno apto para la reforestación, que no todos lo son, y nosotros ponemos los árboles. Si es más de una jornada, que suelen plantarse como mucho 300-400, pues hasta ponemos a la gente”, comenta Mugica.

Y zanja: “Pero lo interesante, como en este caso, es que se impliquen los ciudadanos del lugar. Que la gente local se interese por su propio espacio verde. Entonces nos presentamos allí con los árboles y las azadas… y a plantar”.

El objetivo final del bosque de alimentos municipal, además, aunque tenga el aumento de la biodiversidad y los frutos como bandera, es crear un espacio “en el que disfrutar y aprender de la naturaleza y la cooperación vecinal”, explica. El cuidado correrá a cargo de Amigos de la Tierra y la Asociación Cultural Chozas de la Sierra, aunque será el ayuntamiento el que aporte el agua al menos para el regadío de los tres primeros años, claves para que el bosque sobreviva y se consolide.

En este sentido, Benayas señala que esta iniciativa “no es puntual, sino parte de una línea de trabajo. Hace poco hemos plantado 500 fresnos en otra finca, en este ha sido más apresurado porque hemos llegado a la fecha límite en la que se podía plantar. Pero queremos que se integre en el municipio y tenga una función educativa y comunitaria, por ejemplo, creando una charca de biodiversidad que se integre en la red de 15 que ya mantenemos”.