“La mirada del mundo está puesta ahora en el espacio, en la Luna y los planetas que están más allá, y hemos jurado que no lo gobernará una bandera de conquista hostil”. Son las palabras del ex presidente norteamericano John F. Kennedy en un discurso en la Universidad de Rice en 1962, en plena Guerra Fría con la URSS. 

Kennedy fue asesinado un año más tarde, pero en 1969, sus aspiraciones se vieron cumplidas cuando el astronauta Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar la Luna. Unas seis décadas después, potencias como China, Rusia o Estados Unidos, vuelven a llamar con fuerza a la puerta espacial, con la pretensión de aumentar sus presupuestos en los próximos años para dar un paso más en su conquista del mundo ultraterrestre.

El interés va más allá de las iniciativas privadas de pasear a multimillonarios por el espacio exterior. Las necesidades de conocimiento científico, el prestigio que otorga ser los primeros en la carrera espacial y el atractivo de sus recursos estratégicos convierten a la Luna y los astros en un pastel difícil de ignorar.

China, en colaboración con Rusia, quiere construir su estación de investigación internacional en la Luna en un plazo de unos cinco años. Más allá de esta misión, el presidente chino Xi Jinping, pretende lanzar una sonda lunar para recoger más de dos kilos de muestras de la superficie del astro, además de investigar formas de explotar los recursos geológicos que ofrece.

La NASA tampoco se queda atrás. Tras detectar agua en la Luna, la agencia norteamericana pretende impulsar la misión Artemis, por la que aspira a que sus astronautas lleguen –en torno al 2030– a un lugar nunca pisado por el ser humano: el Polo Sur lunar. Un programa que también plantea estudiar la manera de extraer recursos lunares e impulsar la preparación de una nueva misión para ir a Marte de cara a 2040.

Detectan la existencia de hielo en la Luna. EP

La Agencia Espacial Europea (ESA), aunque hace un par de años fijó el mayor presupuesto de su historia (en unos seis millones de euros), ha visto truncadas sus aspiraciones por las sanciones a Rusia a causa de la guerra de Ucrania. La misión ExoMars, que pretendía estudiar con un rover la existencia de vida pasada en Marte, se ha suspendido. Aún así, deja la puerta abierta a encontrar nuevos socios para llevarla a cabo.

Pero, ¿qué hay en la Luna y en el espacio que sea tan valioso? Es la lucha por el poder, por un símbolo de innovación y tecnología, por el avance científico y, también, por recursos estratégicos que podrían aliviar los presupuestos económicos espaciales de cara a un establecimiento de estaciones lunares permanentes o semi-permanentes en los próximos años.

Cultivos en la Luna

El suelo lunar es rico en minerales estratégicos como el aluminio, titanio, neón, hierro, silicio, carbono, nitrógeno, tierras raras, agua y, a pesar de no tener atmósfera, también esconde oxígeno en su regolito lunar (la capa de materiales no consolidados que descansan sobre la roca sólida).

Todos estos recursos pueden ser muy atractivos para solucionar cuestiones como las necesidades energéticas crecientes del planeta, pero, como apunta Jesús Martínez, especialista en geología planetaria e investigador del Instituto de Geociencias (IGEO-CSIC), esto, de momento, “es ciencia ficción”

No descarta que este escenario de extracción y aprovechamiento de los recursos en nuestro planeta pueda llegar a ser posible en un escenario futuro de unos 50 años en adelante, pero insiste en que, por ahora, el concepto de recurso se orienta hacia el autoabastecimiento. “Enviar material al espacio es carísimo y cuesta alrededor de un millón de euros el kilo”, asegura Martínez.

Abigaíl Calzada, geóloga planetaria del Centro Europeo de Innovación de Recursos Espaciales de Luxemburgo, señala que el mayor impulso que se está realizando ahora mismo es para utilizar los recursos espaciales in situ

No se descarta que la utilización de los recursos en nuestro planeta pueda ser posible en unos 50 años en adelante, pero, por ahora, se orienta más hacia el autoabastecimiento

“Cuando hacemos exploración lunar, intentamos llevar lo menos posible, porque cuesta mucho dinero”, explica, y añade que si se puede utilizar lo que hay disponible ya en espacio, los costes son mucho menores. “Esa es la primera intención de los recursos espaciales: si vamos a hacer exploración lunar y luego de Marte, nos sale más barato si utilizamos lo que hay en la Luna”, cuenta la investigadora.

Por ejemplo, si se quiere lanzar un cohete desde la Tierra, se requiere mucho combustible porque existe gravedad. Sin embargo, la Luna no cuenta con esa desventaja. Como explica Calzada, se necesita mucho menos combustible y se puede conseguir en la Luna con oxígeno o hidrógeno extraído del agua presente en el astro.

Por otra parte, misiones como la Chang’e 4 de China han conseguido hacer germinar por primera vez una planta en la Luna. “Nosotros hemos colaborado con ellos”, cuenta Martínez, pero ahora el Green Moon Project plantea ir un paso más allá y poder cultivar sobre la superficie lunar plantas y alimentos en una serie de cápsulas especiales debido a las altas dosis de radiación a las que puedan estar expuestas o la falta de gravedad, entre otras cosas. “Es un entorno muy hostil”, asegura el experto.

“Las plantas nos han acompañado a lo largo de todo el periplo en la Tierra y van a ser fundamentales también en la Luna. Nos pueden ayudar a conseguir oxígeno, cultivar alimentos y no tener que llevarlos allí”, explica Martínez. Para ello, han fabricado el primer simulante español a raíz del regolito basáltico de los terrenos volcánicos de las Islas Canarias, en Lanzarote, muy parecido al de la Luna.

La tecnología llevada a cabo en la Luna para obtener alimentos abre nuevas opciones y alternativas para nuestro planeta y el consumo más sostenible de los recursos. Sobre todo en un escenario que la ciencia plantea con limitaciones respecto al agua y con un aumento de las temperaturas.

"Minas a espacio abierto"

“La luna se formó a partir de un impacto de un objeto del tamaño de Marte y es una especie de gigantesco fósil donde la materia se ha conservado tal y como era hace 4.000 millones de años. Científicamente nos ayuda a comprender nuestros orígenes”, cuenta Martínez.

A su juicio, la Luna no es un sitio para hacer minería sólo para que sea de utilidad en la Tierra. En el sentido más económico de la palabra recurso, considera más interesantes los asteroides, que pueden ser “minas a espacio abierto” de componentes fundamentales que pueden evitar la sobreexplotación de nuestro propio planeta. 

“Podríamos hacer la extracción fuera, en un asteroide, y aportar esos compuestos sin contaminar los suelos, los acuíferos, los ríos o la atmósfera”, asegura Martínez. El también doctor en ciencias geológicas apunta que esto se está investigando ya a través del estudio de los meteoritos, que en un 99,9% proceden de los asteroides.

“Hay una misión japonesa y americana que ha traído material de los asteroides directamente”, cuenta Martínez. Se sabe que estos astros están compuestos fundamentalmente de hierro y níquel, pero tienen otra serie de materiales como cobalto, elementos del grupo del platino, paladio, iridio… “Tienen recursos que son muy valiosos por su escasez en la corteza terrestre, con muchas aplicaciones y que son mucho más abundantes en estas superficies”, apunta Martínez.

Los asteroides pueden ser “minas a espacio abierto” de componentes fundamentales y que eviten la sobreexplotación de nuestro propio planeta

Como añade Calzada, “en los últimos seis años, ha empezado a haber más impulso en la industria espacial, y sobre todo con las empresas que tenían interés en conocer y obtener los recursos de los asteroides”. Añade que, en el caso de Luxemburgo, ese despegue se entendió como una oportunidad de innovación y de negocio.

Ahora bien, de acuerdo al derecho internacional público, tan sólo existe un tratado de 1967, que contemplaba la libre exploración y utilización en condiciones de igualdad de todas las regiones de los cuerpos celestes por parte de todos los Estados. No obstante, no existe legislación que regule específicamente las actividades que están surgiendo ahora en el espacio, lo que puede dar lugar a conflictos de intereses, y a los que además se suman empresas privadas.

Países como Luxemburgo o Estados Unidos cuentan desde hace varios años marcos legales propios sobre minería espacial. Como recoge la Red de Oficinas Económicas y Comerciales de España en el Exterior, en Luxemburgo, por ejemplo, esta ley permite a las empresas establecidas en su país extraer y apropiarse recursos espaciales, tales como metales, hidrocarburos o agua. Las empresas pueden traerlos de vuelta a la Tierra o usarlos para construir bases desde las cuales comenzar una exploración espacial adicional.

Pero, además, este país en concreto ha multiplicado sus asociaciones con varios países, además de la ESA, y ha atraído en su territorio a varias empresas espaciales: la American Deep Space Industries y la empresa Planetary Resources, la japonesa Ispace y la empresa germano-luxemburguesa Blue Horizon.

Los científicos consultados por EL ESPAÑOL aseguran que ahora hay un verdadero boom en lo que tiene que ver con los recursos espaciales, lo que sin duda tiene un interés económico detrás. Solamente en el año 2021, hasta tres misiones distintas llegaron a Marte prácticamente a la vez y de países tan distintos como China, Emiratos o Estados Unidos. Como cuenta Martínez, “esto es un indicador tecnocultural de la importancia del espacio y se está impulsando de nuevo a toda velocidad”.

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