"La salud cerebral y el cambio climático están estrechamente interconectados. Es decir, la emergencia climática empeora la salud de este músculo y las capacidades cerebrales de los individuos y, a su vez, unas capacidades cerebrales reducidas perpetúan la inacción climática". Así de tajante es Erin Smith, investigadora del Instituto de Salud Cerebral Global de la Universidad de San Francisco.

Por eso, para Smith y sus colegas investigadores del Instituto PRODEO, que hace apenas un año publicaban un artículo titulado Nuestros cerebros están acelerando la catástrofe climática, "invertir en la salud cerebral y las habilidades del cerebro es clave para alcanzar la sostenibilidad medioambiental y navegar las complejidades de los retos socioecológicos". 

Publicado en la revista especializada Psychiatric Times, el texto profundiza en una nueva vertiente que los científicos del mundo entero han empezado a explorar en el último año y medio: cómo impacta, a nivel cerebral, la crisis ecológica que sufre el planeta. Pero no sólo eso, también cuál es la relación entre salud cerebral y cambio climático y cómo entrenar al cerebro para evitar todos esos sesgos cognitivos que nos hacen dudar de la evidencia científica. 

"Unas capacidades cerebrales reducidas perpetúan la inacción climática", asegura la científica Erin Smith

Clima y cerebro

"El cerebro es críptico, versátil y sensible", explica Fernando Valladares, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del CSIC que, a pesar de no ser experto en este músculo, lleva meses estudiando y recopilando información sobre su relación con las variaciones en el clima. "Un cerebro sufre los impactos del cambio climático, pero también responde a estos, genera patologías, traumas y trastornos", indica.

Tanto la emergencia climática como "todo lo que implica a nivel económico y social tiene un impacto en el cerebro", continúa Valladares. Y este puede darse en clave positiva, es decir, promoviendo "el activismo, la búsqueda de soluciones y las ansias de saber"; o negativa, "derivando en depresión, ansiedad u otros trastornos".

Este científico recuerda que "negar la realidad es una forma de locura" que lleva estudiándose desde hace siglos. Y a fin de cuentas, reconoce, "el negacionismo, tanto climático como de la covid-19, no deja de ser eso: la negación de la evidencia".

Aunque el negacionismo, según Smith, tiene mucho que ver también con esos "sesgos evolutivos que tenemos a nivel cognitivo y en los que todos, sin excepción, podemos caer". Y recuerda que negar el cambio climático "no es sólo producto de sesgos culturales", sino que tiene un "respaldo neurológico". 

"Negar la realidad es una forma de locura" que lleva estudiándose desde hace siglos, recuerda Fernando Valladares

Pero también se refiere al efecto espectador, es decir, ese fenómeno psicológico por el cual es menos probable que alguien intervenga en una situación de emergencia cuando hay más personas que cuando se está solo. Algo que, recuerda, nos sucede a todos, prácticamente sin excepción.

Otro ejemplo sería, recalca, "creer que otras personas son las que tienen que actuar ante el cambio climático, porque es algo lejano en el tiempo que no me afecta y mi inacción no empeora las cosas".

La experta estadounidense recuerda que sabemos que, al menos en parte, "estos sesgos cognitivos evolutivos están relacionados con el cerebro en sí". Y es que cada vez más estudios ahondan en cómo una aproximación desde la neurociencia puede ayudarnos a mitigar estos sesgos que todos tenemos –aunque, puntualiza Smith, "no todo el mundo los desarrolla con la misma intensidad"–.

"Si podemos entrenar a la gente y mejorar sus habilidades cerebrales, entonces podemos impulsar la acción climática", asegura. Y añade: "Así es cómo la salud cerebral está relacionada con el cambio climático".

Pero la relación entre medio ambiente y cerebro va más allá: "La emergencia climática impacta en la salud mental al desarrollarse cuadros de ansiedad climática o ecoansiedad.

 El negacionismo del cambio climático "no es sólo producto de sesgos culturales"; tiene un "respaldo neurológico"

Además, la calidad del aire, los cambios en las temperaturas o la subida del nivel del mar, son "factores de riesgo para diferentes trastornos neurológicos o neurodegenerativos", afirma Smith. La investigadora pone un ejemplo: "Está probado que la contaminación del aire es un factor de riesgo relevante para la aparición de demencia", afirma.

Descifrar la salud cerebral

La salud cerebral, por tanto, está estrechamente relacionada con las variaciones climáticas extremas a las que ya nos estamos enfrentando. Pero ¿de qué se habla cuando los científicos se refieren a la salud cerebral? "No sólo queremos abordar los trastornos mentales, sino que también tenemos en cuenta la esperanza de vida y la vida útil del cerebro", aclara Smith.

En otras palabras, desde el Instituto de Salud Cerebral Global y PRODEO buscan estudiar trastornos del desarrollo neuronal y enfermedades de salud mental durante toda la vida, a la vez que abordan los desórdenes neurodegenerativos o la demencia. Porque, como asegura la experta, "todas estas cosas están interconectadas".

Y lo explica: "La depresión es un factor de riesgo para el alzhéimer, y  las discapacidades en el aprendizaje pueden causar diferentes trastornos cerebrales o psicológicos a lo largo de la vida". Por eso, asegura, es imperativo que la investigación de la salud cerebral tenga en cuenta el conjunto de la vida de las personas y todos los trastornos mentales, neurológicos o neurodegenerativos que se puedan llegar a desarrollar.

Entrenamiento cerebral

Hay algo a tener en cuenta cuando hablamos de cerebro y de su funcionamiento: como indica Valladares, "nuestro cableado cerebral no está preparado para entender aspectos globales", como es la crisis climática. Y aclara: "Sí lo está para reaccionar al miedo". Aunque, advierte, este también "nos puede bloquear". Lo mismo ocurre con la incertidumbre: "El ser humano medio –que no se dedique a la ciencia, que se basa en incertidumbre constante– no la sabe gestionar", zanja.

Por eso, Smith tiene claro que "sea cual sea el motivo que la empeore, queremos hacer que la salud cerebral sea proactiva, es decir, no sólo queremos incluir la salud mental o las enfermedades neurológicas, sino también cómo podemos abordarlas y crear resiliencia y aprender a evitarlas o reducirlas".

Ahora bien, el cerebro no tiene la capacidad de salir a correr o ir al gimnasio. Entrenarlo requiere un esfuerzo extra. "Si queremos romper el ciclo de un cambio climático que empeora nuestras capacidades y habilidades cerebrales y unas capacidades cerebrales reducidas o empobrecidas que perpetúan la inacción climática, tenemos que planear cómo mejorar la salud cerebral y sus habilidades a gran escala", explica Smith. 

"Necesitamos herramientas para que todos seamos conscientes de que los sesgos cognitivos están perpetuando la inacción climática"

En ese sentido, propone realizar ejercicios desde una perspectiva de las habilidades cerebrales, que ya están disponibles a nivel educativo. "En primaria puedes aprender a distinguir los sesgos cognitivos y cómo influyen en tu vida. Como nos afectan a todos, si enseñamos a distinguirlos desde la infancia, educamos y ayudamos a mejorar las habilidades cerebrales, podemos mitigar sus consecuencias", asegura la estadounidense.

Smith hace hincapié en la necesidad de darles a los niños las herramientas necesarias para distinguir los sesgos cognitivos y enfrentarse a ellos. Y sugiere, por ejemplo, "el juego de 'El tío cascarrabias', que sirve para que la gente aprenda lo que es la desinformación y cómo enfrentarse a ella".

Para ella está claro que "necesitamos herramientas como esta para que todos seamos conscientes de que los sesgos cognitivos están perpetuando la inacción climática".

Además, recomienda "trabajar para mejorar la salud cerebral a lo largo de la vida". Para ello, propone también "darle la vuelta a la narrativa del cambio climático para incluir la salud humana".

Así, empezaríamos, dice, a poner el foco en la salud planetaria, lo que "nos ayudaría a diseñar soluciones climáticas que tengan en el centro la salud de las personas, especialmente la salud mental y cerebral". Algo que, asegura, es mucho más sencillo de entender para la mayoría de las personas. 

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