Entre 2016 y 2019, la huella de carbono de las mayores productoras audiovisuales de Estados Unidos, la meca del cine, alcanzó cifras escalofriantes.

Solo las series de televisión y grandes producciones cinematográficas realizadas por Amazon Studios, Amblin Partners, Disney, Fox Corp., NBCUniversal, Netflix, Participant, Sony Pictures Entertainment, ViacomCBS y WarnerMedia alcanzaron, de media, 77 toneladas métricas de CO₂ por cada hora de episodio de las primeras, y 3.370 toneladas métricas por día de rodaje de las segundas. 

Así lo anunciaba este abril el informe Close Up: Carbon Emissions of Film and Television Production [Primer plano: Las emisiones de carbono en las producciones cinematográficas y televisivas] elaborado por la Sustainable Production Alliance, un consorcio de compañías de cine, televisión y streaming que busca reducir el impacto ecológico de la industria del entretenimiento.

Una superproducción genera 3.370 toneladas métricas de CO₂ al día

En la era de lo audiovisual en la que vivimos, cada vez se hace más necesario que el sector tenga en cuenta los efectos que su día a día tiene en el planeta, de la misma manera que ocurre en el textil, el turismo, la automoción o la aviación, por ejemplo. 

"Todas las industrias han de analizarse para un menor impacto y una mejor gestión de sus recursos y, por eso, hay que aprender a producir de manera más sostenible", recuerda Marta García Larriu, productora y directora del festival español de cine sobre progreso sostenible Another Way Film Festival (AWFF).

Larriu asegura que la transmisión de información a través de lo audiovisual es algo que está aquí para quedarse y, "puestos a que se quede, hagámoslo de la manera más consciente posible". Porque, reconoce, "se puede producir con mucho menos impacto".

Y así lleva tres años demostrándolo su festival a través de la formación para cineastas comprometidos que organiza. "Cuando empezamos, hablaba con asociaciones y productores y casi no tenían la sostenibilidad en cuenta", explica Larriu. A lo que añade que ahora "empieza a estar en boca de todos".

La directora del Another Way Film Festival, Marta García Larriu, en la edición de 2019. AWFF

Especialmente, admite, por las exigencias de las ayudas públicas e, incluso, de las plataformas –es decir, los clientes– internacionales, que "nos llevan mucha ventaja en este aspecto".

Y es que las iniciativas públicas y privadas que se están llevando a cabo en nuestro país –como las inversiones verdes o la inclusión de los criterios de sostenibilidad en las subvenciones– están impulsando una toma de conciencia ambiental muy necesaria para cumplir con la Agenda 2030. 

Un concepto, diferentes focos

Precisamente para abrir debate y demostrar que el cine puede ser 100% sostenible y, de paso, compensar por completo su huella de carbono, el cineasta y productor español Miguel Ángel Tobías decidió poner toda la carne en el asador con su última película, El secreto de Ibosim

Como él mismo dice, "el audiovisual es el motor más potente para cambiar el mundo". Por eso, su filme, que no deja de ser una gran metáfora de lo que el ser humano le está haciendo a la Tierra –y de cómo ella, paciente, nos brinda oportunidad tras otra para rectificar–, fue concebido con la sostenibilidad en su ADN.

Las iniciativas públicas y privadas están impulsando una toma de conciencia ambiental en el sector

Pero con la sostenibilidad en sus tres vertientes, explica Tobías, "la social, la medioambiental y la económica". Y puntualiza: "Una producción no puede ser sostenible si el trabajo no está bien remunerado".

Pero tampoco si no cuida esos detalles que reducen al mínimo la huella ecológica de todo el proceso de creación o si no tiene un "impacto económico positivo". 

Si las tres patas de la sostenibilidad no se dan encuentro en una producción, "entonces no puede ser realmente sostenible", alerta Tobías. Y pone el ejemplo de cómo los sueldos de todo el equipo –desde los encargados de la limpieza a los productores– deben tener en cuenta la situación personal de cada cual.

No es lo mismo, cuenta, una madre soltera que "para venirse a rodar de madrugada tiene que contratar a alguien para que cuide de sus hijos" que "una persona que puede dejarles, por ejemplo, con un familiar". La sostenibilidad también está ahí, asegura, en que todo el equipo sepa que una persona cobra un poco más porque "tiene una situación especial en casa". 

Imagen de rodaje de 'El secreto de Ibosim' de Miguel Ángel Tobías. Miguel Ángel Tobías

Además, recuerda, la temporalidad en el gremio es alta: "Hay miembros del equipo que después de trabajar un par de meses contigo se pasan cuatro o cinco sin trabajo, hasta que les sale otro rodaje". Y eso, advierte Tobías, todos los productores que quieran ser sostenibles han de tenerlo en cuenta. 

3, 2, 1… adiós contaminación

No hay una receta mágica para reducir al máximo la huella ecológica de la industria audiovisual. Como dice Larriu, cada producción es un mundo y, por eso,

"hace falta una planificación transversal del proyecto que, además, la haga alguien que tenga puestas las gafas verdes", explica la productora.

Tanto Larriu como Tobías coinciden: la sostenibilidad se puede empezar a trabajar desde la concepción del proyecto. Es decir, desde el guion. A lo que Larriu añade: "Especialmente, normalizando el comportamiento responsable con el medio ambiente".

Por ejemplo, explica la productora, una discusión de pareja se puede escribir –y desarrollar– en dos escenarios diferentes: poniendo la mesa –algo bastante habitual en la gran pantalla– o separando basura. Porque, recuerda, "hay comportamientos que si se normalizan, cambian nuestra conducta".

 "Una producción no puede ser sostenible si el trabajo no está bien remunerado", reivindica Miguel Ángel Tobías

Otras decisiones de guion también pueden incidir en la manera en que se vaya a rodar. De noche o de día, en exteriores o interiores, un set o en un espacio natural…

Tobías reconoce que, desde su experiencia, la opción más sostenible es apostar por escenarios reales –en vez de sets de rodaje– que, aunque requieren de una mayor planificación de la localización, "te evitas construir cosas que no siempre son reutilizables".

Los requerimientos de iluminación tampoco serán los mismos si se rueda por el día o por la noche. Y "también hay que tener la flexibilidad de adaptarte al entorno y aprovecharlo. Si hay una escena de lluvia, como nos ocurrió a nosotros, aprovecha el día que se pone a llover para grabarla en vez de utilizar lluvia artificial", recomienda Tobías. 

Algo que, reconoce, se consigue si todo el equipo está concienciado con la sostenibilidad. Aun así, para Larriu "esas pequeñas decisiones son un trabajo en conjunto que requieren de alguien que acompañe desde el principio".

Moverse en vehículos eléctricos –y, como dice Tobías, "compartir coche para desplazarse en el rodaje"–, utilizar ropa de segunda mano o alquilada, eliminar el desperdicio de alimentos y los envases y botellas de plástico, o apostar por un cáterin ecológico y de kilómetro cero son algunos ejemplos de prácticas sostenibles en una producción de cine.

"Hace falta una planificación transversal del proyecto y que la haga alguien que tenga puestas las gafas verdes", explica Marta García Larriu

Incluso, para los productores y cineastas a los que les da vértigo tanto cambio, Larriu recomienda empezar incluyendo en la planificación "con una jornada de cáterin vegetariano en el rodaje, con la que ya se reduce muchísimo el CO₂". Eso sí, los básicos son los ya conocidos por todos: reducir, reutilizar, reciclar… "y pensar local", añade la productora. 

Al final, reconoce, lo más importante es "conocer los impactos directos e indirectos de cada departamento" y planificar la película en torno a esas necesidades. Como que, recuerda, las empresas de posproducción con las que se trabaje consuman energía 100% renovable. 

O que la distribución y el marketing sean eficientes. "Se puede producir lo mínimo, y lo que se produzca que se haga de manera coherente, con materiales reciclados, tintas vegetales… ya existe todo un abanico de proveedores que siguen estos valores", recuerda Larriu.

Fotografía del rodaje de 'El secreto de Ibosim' en Ibiza. Miguel Ángel Tobías

¿Cuestión de dinero?

Sin duda, en todo el proceso –preproducción, producción, posproducción y distribución–, según la directora del AWFF, "lo que hace falta es planificar". Y que una persona del equipo de producción esté pensando constantemente cómo ser más eficientes.

Porque, normalmente, "lo más eficiente suele ser lo más económico, así que la producción se lleva una alegría cuando ha sido más sostenible y ha tenido menor impacto", indica.

"Se puede producir lo mínimo, y lo que se produzca que se haga de manera coherente", asegura Larriu

Aunque cada caso es diferente, Larriu reconoce que producir de una manera más respetuosa con el medio ambiente "no suele ser tan caro como se piensa". Incluso, en algunos aspectos, puede suponer un ahorro.

Por tanto, "el gasto extra –de consultoría, por ejemplo– y el ahorro suelen compensarse". Si bien es cierto "¿qué es gastar?, porque más cuestan los efectos en la salud o en la economía de las emisiones contaminantes si no cambiamos de chip".

Para Tobías, conseguir que El secreto de Ibosim fuese 100% sostenible y con huella cero –es decir, lo poco que emitió, se compensó– sí que supuso un incremento en el presupuesto de la película. Aunque, cierto es, que el suyo es un caso llevado al extremo: "Se cuidó que absolutamente todos los aspectos fuesen sostenibles en todos los niveles, también en el social y económico", cuenta. 

En lo que ambos coinciden es que, sea como fuere, son cambios de hábitos inevitables para el sector del cine. Y es que, como asegura Larriu, "no hay otro camino para la industria que no sea la sostenibilidad".