Desde que uno de los terremotos más devastadores lo pusiera en el mapa -y, por ende, en las portadas de los periódicos-, el nombre del país caribeño siempre ha estado asociado a crisis, tragedias e inestabilidad. Si hacemos un repaso rápido a la hemeroteca, las palabras emergencia humanitaria y Haití se repiten, una al lado de la otra, constantemente. No importa cuando lea este texto, el titular se podrá aplicar igual.

Desgraciadamente, eso mismo ha vuelto a ocurrir este verano. El seísmo de 7,2 grados que afectó principalmente al sur del país a mediados del mes de agosto ha dejado miles de víctimas, de heridos y de edificios derrumbados. En el momento de redactar estas líneas las cifras arrojaban 2.207 personas muertas, 12.268 heridas y 344 desaparecidas.

Los datos oficiales calculan que unas 685.000 personas necesitan ayuda humanitaria urgente. Con una alta incidencia de la covid-19 que ya antes mantenía al límite al sistema sanitario, la llegada de las víctimas del seísmo han terminado por colapsar los hospitales y muchos centros de salud al sur del país se han venido abajo.

Y, una vez más, llueve sobre mojado. La tormenta tropical Grace tocó suelo pocos días después del terremoto y trajo consigo inundaciones y deslizamientos de tierra. Las comunidades más vulnerables fueron, así, doblemente golpeadas. Muchos supervivientes del seísmo que habían perdido sus casas de pronto se encontraron sin un lugar en el que refugiarse.

"Antes, si había una tormenta, la gente se reunía en las grandes iglesias de su comunidad. Ahora nuestra iglesia está dañada y la gente tiene miedo de ir allí, pero también lo tienen de quedarse en sus propios hogares por si se acaban derrumbando", cuenta Ysnell Jean, que vive en Roseaux, en la región de Grand'Anse. Desde hace días, está haciendo todo lo posible para ayudar a su comunidad a pesar de la escasez de lonas y refugios.

Jean es una de las mujeres que forman parte de la red de emergencia que dan apoyo rápido cuando ocurre una catástrofe como esta. Ante las dificultades para que llegue la ayuda a ciertos puntos, son ellas las que están dando la primera respuesta, en concreto de primeros auxilios y apoyo a mujeres y niñas en riesgo de violencia de género. Jean teme que esta tormenta -y las que vendrán- pueda ponerlas en una situación aún más vulnerable: tras el terremoto muchas están durmiendo en la calle.

Una crisis permanente

Desde hace meses, las organizaciones internacionales vienen advirtiendo del aumento del riesgo de crisis humanitaria, en parte, derivado por la crisis alimentarias que está sufriendo Haití, una de las peores a nivel global. Según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), casi la mitad de la población del país padece inseguridad alimentaria aguda. Además, al menos un millón de personas está al borde de la hambruna debido a los impactos de los desastres naturales y a la disminución de la producción agrícola.

Y aunque la temporada de huracanes no haya hecho más que comenzar, a finales de junio Elsa ya destruía en varias comunas el 60% de los cultivos de maíz, básicos para garantizar la subsistencia de al menos el 60% de la población rural. Las devastadoras consecuencias del último terremoto y la temporada de ciclones, que se espera se alargue hasta noviembre, podrían llevar a muchas más familias a la pobreza y al hambre.

Ante esta situación cabe preguntarse si no es Haití un país en crisis permanente y si es posible hacer algo. Ahora, la comunidad internacional ofrece ayuda ante el temor a un nuevo desastre humanitario, pero lo cierto es que los fondos no han dejado de menguar desde 2010. Incluso Naciones Unidas alertaba en el mes de mayo de que la escasez de estos podría dejar a casi 90.000 niñas y niños sin tratamiento contra la malnutrición.

Tras la tormenta tropical Grace, las comunidades más vulnerables fueron doblemente golpeadas. Alianza por la Solidaridad-ActionAid

Esta misma denuncia la hacen desde Alianza por la Solidaridad-ActionAid. Y Florentine David, coordinadora de proyectos humanitarios de la oenegé en el país caribeño, lo ilustra con un ejemplo: "Estábamos haciendo un diagnóstico sobre la malnutrición en niños menores de cinco años, pero muchas estructuras de salud, además de ser muy difíciles de acceso para la población, no disponen de suficientes productos necesarios para su tratamiento". Ahora, están reforzando los programas de ayuda alimentaria y resiliencia que ya tenían en marcha para dar respuesta a la nueva emergencia humanitaria.

La lista de desastres naturales que viene padeciendo Haití en la última década es extensa. Al terremoto de 2010 le siguieron los huracanes Sandy e Issac en 2012, Mathew en 2016 y una sequía, agravada por los efectos del cambio climático, que ha diezmado las cosechas de los últimos años. Aunque se ha mejorado en la coordinación desde la catástrofe de hace once años, los medios recibidos y la continua incidencia de desastres no ha permitido al país recuperarse.

El nuevo seísmo encontraba a Haití en una situación extremadamente grave y en un clima de crisis sociopolítica e inseguridad. La recuperación, por tanto, se presenta muy compleja y necesita de medios (muchos) y coordinación para poder apoyar a la población más afectada.

Con toda probabilidad, las cifras que dan magnitud de la destrucción del terremoto y la tormenta seguirán creciendo. Poco a poco, desaparecerá de los informativos, pero la emergencia continuará. Haití ha vuelto a temblar. Y también millones de haitianas y haitianos.

***Mercedes López es coordinadora de Alianza por la Solidaridad-ActionAid en Haití.