Todos estábamos cansados de la mascarilla, pero en muchas personas se ha ido creando, inconscientemente, una sensación psicológica de protección que se hace más evidente cuando se plantea dejar de usarla. Muchos serán, igualmente, quienes decidan no quitársela así como así por miedo al contagio y por ansiedad ante una nueva exposición a sus complejos e inseguridades.

La mascarilla ha funcionado para 'tapar' gestos faciales y complejos físicos y psicològicos. Con ella, gran parte del lenguaje no verbal se ha tapado: la expresión facial de esa parte de la cara dice muchísimo junto con los ojos. Hablamos con los gestos que hacemos sin darnos cuenta: una sonrisilla, apretar los dientes, rictus hacia abajo…nos expresamos en un 80% con la gestualización que habitualmente no controlamos conscientemente. Bueno hay personas en las que depende mucho el resultado de su trabajo de esa expresividad facial-corporal y con la que podemos llegar a sensibilizar al otro o todo lo contrario. Los políticos están bastante entrenados en esto para controlar precisamente lo que dicen y realmente piensan, y que no deben exteriorizar. Debe haber una consonancia entre sus palabras y sus gestos y eso se entrena.

Para los psicólogos es muy importante este lenguaje no verbal que nos aporta más información de la persona que tenemos delante y que nos está expresando un problema. De ahí que ahora la videoconsulta, para mí, sea la forma más eficaz de ver y tratar un aspecto psicológico, porque necesito ver al paciente -no detrás de una mascarilla- y que el paciente me vea a mí, que también me comunico con muchos gestos.

Nuestras emociones y hasta parte de nuestra personalidad pueden quedar 'al descubierto' con nuestra expresividad corporal y facial. Quienes se han sentido juzgados, inseguros por su aspecto físico, por una nariz prominente o excesivamente pequeña, por sus dientes desalineados o con colores distintos al blanquito, por una mandíbula muy prominente, papadas, arrugas….y un sin fin de defectos estéticos (subjetivos u objetivos) se han sentido más protegidos. Es impresionante cómo podemos inhibirnos conductualmente por un aspecto físico que no nos gusta y al que nosotros mismos juzgamos sin piedad. Somos más abiertos socialmente si nos gustamos físicamente o por lo menos no nos criticamos. Realmente si nuestra autoestima está basada en gran medida en el físico, aunque tengamos otras cualidades, conductualmente nos veremos mediatizados por cómo nosotros nos veamos físicamente. Tapar visualmente lo que nos acompleja nos hace más extrovertidos, nos libera de forma sorprendente hasta para uno mismo. Los que se ven feos han sido muy felices con la mascarilla, al igual que los tímidos con el confinamiento. No exponer lo que nos hace inferiores (falta de habilidades sociales, aspecto físico...), nos da más seguridad y ahora que todo vuelve a la normalidad, vuelve a aparecer eso que estaba aparentemente dormido con una simple mascarilla. Incluso para los tímidos, aún siendo muy guapos, la mascarilla ha significado una protección tremenda y verse con la capacidad de ser 'otros', más lanzados, menos vergonzosos y más adaptados. Por otro lado, los guapísimos estaban deseando poder exhibir sus cualidades, que al igual que ocurre con los más desfavorecidos en belleza, ha tenido el efecto de restarles seguridad por la misma razón que decía antes, por tener gran parte de la autoestima basada en un aspecto físico ahora oculto con la mascarilla.

Una ventaja de la mascarilla a nivel psicológico en los menos guapos es que la gran mayoría ha podido exponerse a los demás con más facilidad, con menos ansiedad y han podido experimentar que al final lo que más se valora y/o debería ser así, es la personalidad: lo que nos llega, lo que nos hace sentir bien o no estando con el otro, lo que sin ver las facciones, nos hace decidir que son geniales aun siendo guapos o menos guapos.

Costará quitarse la mascarilla en este grupo y por supuesto en los hipocondriacos, en los que se han cuidado muchísimo restringiendo el contacto social porque el virus sigue ahí fuera, en quienes lo han pasado mal por haber sufrido lo más terrible en alguien cercano y por supuesto entre los que no se han contagiado por responsables. Cada uno necesitará sus tiempos y por supuesto no hay que ridiculizar ni criticar a nadie que aún mantenga la mascarilla, faltaría más. Repito que cada uno tiene sus tiempos y sus razones, que eso sí, deberá ir gestionando y no estancarse con sus propias excusas porque llegará un momento en el que sí será patológico y requerirá de ayuda psicológica.

Ana M. Ángel Esteban

Psicóloga y sexóloga. Teléfono 615 22 46 80. Perfiles en Twitter y Facebook.