Manuel Moreno
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En la Comandancia de la Guardia Civil de Cuenca van superando la conmoción poco a poco. El pasado miércoles 20 de agosto, a primera hora de la mañana, un sargento se suicidó. Tenía 43 años. "Nunca lo habríamos imaginado. Del que menos te esperas. En una lista de 100 personas, iría el 99 o el último. Porque era muy alegre, muy querido en la comandancia y en el pueblo donde vivía se juntaba con todos los grupos".

Un compañero, amigo y vecino accede a hablar para "generar conciencia" porque "esto es una mierda". "Es una pena, la gente se quita de en medio sin motivo. Es una lacra, una enfermedad invisible que no avisa. En fin, destroza a todos", añade alicaído.

Responsable del departamento de Armamento y Equipamiento Policial, la víctima estuvo antes en Canarias y Baeza (Jaén). "Era muy buen compañero, que no tenía ni una mala palabra para nadie. No le conocía ni un día triste", dice compungido el interlocutor.

Era su amigo desde hace casi veinte años y con él tomaba café casi todas las mañanas. "Lo recordaré siempre por su simpatía, sus ganas de fiesta y siempre dispuesto a quedar con la gente", responde. "Pero no le noté nada raro; ni yo ni gente que tenía mucho más trato con él", se lamenta.

Es el tercer caso consumado de guardias civiles en la provincia de Cuenca en dos años y ocho meses. En diciembre de 2022, una agente mató a sus dos hijas, de 9 y 11 años, antes de suicidarse en la casa-cuartel de Quintanar del Rey. Luego un guardia civil destinado en Cuenca se quitó la vida en Fuentidueña (Madrid) y otro sobrevivió a un intento.

Rogelio González es guardia civil en la reserva y criminólogo. En una hoja de cálculo Excel, tiene contabilizados y contrastados hasta 2022 los suicidios en el cuerpo armado, pero se queja de lo que le cuesta conseguir las cifras en fuentes oficiales. En esa lista, el agente que se quitó la vida el miércoles haría el sexto muerto por suicidio este año, "aunque tardaré en revisar todos los casos convenientemente".

"En el periodo 1990/2022", desgrana, "las tasas de suicidio de los guardias civiles fueron notablemente superiores a la de los españoles en su mismo rango de sexo y edad". El peor año fue 1994, con 31 agentes fallecidos.

Luego la evolución de las tasas por suicidio en este instituto armado "ha ido decreciendo desde la década de los 80 hasta nuestros días, si bien en la última década parece haber repuntado", se desprende de las cifras que maneja este analista de datos y representante de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC). En 2003, 2007 y 2015 se contabilizaron oficialmente ocho casos cada año, "y desde 1999 hasta hoy suman 480 suicidios de agentes en activo", asevera Rogelio González.

El grupo de edad de mayor riesgo es el de entre 20 y 30 años, "el triple que la población española del mismo grupo para hombres y hasta siete veces superior para las mujeres". "Es en este grupo de edad, los más jóvenes, donde mejor se ha contenido la tasa de suicidios. Los agentes de más de 50 años tienen tasas similares a la de la población española", especifica Rogelio González, también socio fundador de Papágeno, la Asociación de Profesionales en Prevención y Posvención de la Conducta Suicida.

Cartel del teléfono de atención psicológica para guardias civiles.

Explica que los ambientes masculinizados disminuyen las posibilidades de que la persona hable de su problema o solicite apoyo. "Especialmente grave cuando pedir ayuda puede suponerle problemas: separación del servicio, pérdidas salariales, estigma o dificultad para la futura especialización o promoción", enumera.

Para este estudioso, hay un caldo de cultivo para las altas tasas de suicidio: la falta de protocolos eficaces para la prevención de riesgos psicosociales, el fomento de salud mental o la formación específica para detectar situaciones de riesgo y las políticas de empresa "enfocadas en la 'utilitariedad' más que en la persona".

La Policía Nacional, sin embargo, "ya cuenta con un sólido plan desde 2020 en el que han participado sindicatos y organizaciones/técnicos externos a su dirección general", afirma. Rogelio González remarca, no obstante, un servicio específico del Gobierno de España para los guardias civiles: desde el año pasado, un servicio de psicología asiste telefónicamente (900 200 062) a los agentes que lo requieren.

Vivirlo "como una vergüenza"

El compañero, amigo y vecino del último agente muerto guarda un ejemplar de ¿Todo por la patria? Cultura, clima laboral y conducta suicida en la Guardia Civil, y sugiere leerlo. El autor es el psicólogo Daniel Jesús López Vega, también presidente de Papágeno.

Portada del libro de Daniel Jesús López Vega.

Su libro fue fruto de un trabajo de investigación que arrancó en 2012 para una tesis doctoral al conocer el número tan elevado de suicidios en la Guardia Civil, "pero de lo que no se hablaba". "Era un tema tabú en España, y mucho más en un cuerpo como la Guardia Civil, muy endogámico y con una cultura muy tradicional", recuerda el profesional, quien realizó entrevistas a varios agentes. Pero la tesis doctoral nunca llegó a puerto porque, asegura, en la universidad le condicionaron y se desanimó.

"Aún hoy, en la Guardia Civil siguen viviendo los suicidios como una vergüenza", apunta este profesional con 26 años de experiencia. "De hecho, jamás se ha reconocido específicamente que haya un problema de suicidio, aunque ellos tenían desde hace muchísimos años una unidad de prevención de conductas suicidas, a la que ahora le han cambiado el nombre", continúa el autor de ¿Todo por la patria?, publicado en 2016 a raíz de una conversación de un guardia civil.

El asunto es complejo, advierte el especialista: "En la Guardia Civil lo comparan con [el alto número de suicidios en] la Policía francesa pero, claro, en Francia hay muchos más suicidios que en España. Y no se puede comparar un guardia civil con la población general porque los agentes tienen una edad determinada, todos tienen trabajo y son seleccionados".

El grave "problema" en la Guardia Civil, como en otros cuerpos de seguridad, es el método letal al que tienen acceso: armas de fuego. Pero López Vega resalta que la Policía Nacional, en cambio, "ha tratado de una forma más abierta la problemática del suicidio".

Desde el punto de vista de la prevención, este especialista se detiene en "dos cosas importantes": el suicidio es un fenómeno prevenible y hay señales que pueden ser signos de que algo va mal, "aunque sea difícil distinguirlas". Considera que, "efectivamente", es un fenómeno que "puede verse afectado por la masculinización, en el sentido de la dificultad que los varones tenemos a la hora de pedir ayuda".

López Vega lo remarca para evitar dar la visión de que el suicidio es un problema misterioso, "aunque haya casos donde sea muy complicado detectarlo". De hecho, recuerda que la propia Guardia Civil declaró hace años que "solo uno de cada cuatro casos de suicidios eran personas de baja laboral".

Sentimientos de culpa y miedo

Helena Gómez es una psicóloga con años de experiencia acompañando a personas que han sufrido la pérdida de un ser querido por suicidio. "Me resulta imprescindible poner en valor el impacto emocional que estos hechos generan, tanto en los círculos familiares como en los entornos profesionales", subraya.

Para ella, la muerte del sargento en Cuenca vuelve a evidenciar "la necesidad urgente de visibilizar el sufrimiento psicológico dentro de cuerpos de alta exigencia emocional como este". La presión acumulada, la cultura del silencio y la falta de espacios seguros para expresar la vulnerabilidad, pormenoriza esta profesional, "pueden convertirse en factores de riesgo si no se abordan de manera adecuada".

Helena Gómez ha tratado, y sigue haciéndolo, a guardias civiles en su consulta (Espasic Psicólogos). Por su amplia experiencia sabe que, para los compañeros, la pérdida genera conmoción, sentimientos de culpa, impotencia e incluso miedo, mientras que las familias se enfrentan a "un duelo especialmente complejo, marcado por la incomprensión y el estigma".

024, línea de atención a la conducta suicida
717 003 717, Teléfono de la Esperanza

En estos casos, continúa, es fundamental permitir y validar el dolor, tanto a nivel individual como colectivo, ofreciendo recursos psicológicos accesibles y especializados". A los compañeros, "se les debe facilitar espacios de contención emocional donde puedan expresar su tristeza y reflexionar sobre el impacto de la pérdida sin juicios".

A las familias, "acompañarlas sin preguntas innecesarias, brindándoles la posibilidad de reconstruir el relato desde el amor y no desde la culpa". "La prevención empieza por hablar", insiste esta psicóloga, que "siempre recomendaría que para superar algo así se cuente con la ayuda profesional adecuada".

Como parte del proceso de despedida, aconseja realizar rituales simbólicos que, aunque sencillos, honren la vida del difunto y la adaptación a su ausencia. Como ha hecho el compañero, amigo y vecino que abre este reportaje: "Hablo para que sirva de homenaje a este ser tan querido".