Manuel Moreno
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Maryna Okarynska tenía 23 años y Laura del Hoyo iba a cumplir 26 cuando Sergio Morate Garcés las asesinó en su casa el 6 de agosto de 2015. Una década después, el criminal está encarcelado en la prisión madrileña de Estremera, a 100 kilómetros de Cuenca capital, donde el homicida ejecutó a las dos jóvenes.

Morate había mantenido una relación de unos cuatro años con Maryna, quien la rompió aproximadamente en marzo de 2015. Lo hizo después de una tormentosa experiencia por el carácter violento de su novio, condenado a finales de 2008 por detención ilegal y amenazas en el ámbito de la violencia de género a otra pareja.

Tras la ruptura, Maryna se marchó a su país de origen, Ucrania, y Morate comenzó a idear su asesinato. Ella se casó en su tierra con un hombre el 22 de mayo y volvió a Cuenca el 6 de julio. Su expareja, que desconocía el matrimonio según la sentencia judicial, empezó entonces a hacer acopio de todo el material necesario, incluso cal, para llevar a cabo su macabro plan y deshacerse después del cadáver de Maryna.

Sergio Morate iba al gimnasio con regularidad. Era una de sus aficiones.

La mañana del 6 de agosto, el asesino pidió prestado un turismo, un Seat Ibiza, con el fin de poder utilizarlo para trasladar el cuerpo de Maryna después de matarla. Ya con todo preparado, Morate llamó al teléfono móvil de Maryna sobre las cinco de la tarde y la persuadió para que acudiera al domicilio que ambos habían compartido en el número 3 de la calle Río Gritos. La excusa del criminal era que Maryna retirase sus enseres, que todavía estaban en la vivienda, un segundo piso de la escalera 10.

Como había tenido que soportar la personalidad violenta de Morate, la joven pidió a su amiga Laura que la acompañara. Las dos montaron en el coche de esta última, un Chevrolet Kalos, y se dirigieron al piso, dentro de la urbanización ARS Natura.

Alrededor de las 17:25, llamaron a la puerta del segundo A y, una vez dentro, Morate cerró con llave desde dentro, asegurándose de que ninguna de las dos iba a poder salir de la vivienda. Seguidamente, propinó a Maryna un fuerte golpe en la cabeza y la joven quedó inconsciente, sin posibilidad de defenderse. Morate colocó entonces una brida de plástico alrededor del cuello de Maryna y apretó hasta estrangularla mientras Laura intentaba salir del piso.

No quería testigos

Pero el criminal se lo impidió porque no quería ningún testigo, no quería ser descubierto. Hubo un forcejeo entre ambos y Morate le propinó un puñetazo en el pómulo izquierdo, además de otro golpe en la cabeza y agarrarla del cuello hasta asfixiarla y matarla.

Luego envolvió los cuerpos sin vida en bolsas de basura grandes, de esas que usan las comunidades de propietarios, y se aprovechó de una circunstancia para que nadie le viera sacarlos: el ascensor junto a la puerta de su piso, aislado de la escalera comunitaria y del resto de viviendas. Así pudo trasladar los dos cadáveres hasta el garaje del edificio y los metió en el Seat Ibiza que le habían prestado.

Seguidamente, condujo el turismo unos 10 kilómetros hasta un lugar que él ya había buscado, el paraje 'El Bodegón', en el término de Palomera, un sitio protegido por vegetación. Y allí las enterró con cal, a un par de kilómetros de este pueblo de apenas 200 habitantes.

Seis días después, los cadáveres fueron descubiertos. Estaban semienterrados mezclados con la cal que había echado sobre ellos. Para entonces, el asesino no estaba en España porque, horas después de matarlas, había huido de madrugada en un vehículo propiedad de su hermano.

Condujo 3.000 kilómetros y durante el camino mandó mensajes a una prima para que le borrara de las redes sociales. Lo hizo con la tarjeta y el teléfono móvil nuevo que compró días antes del doble asesinato.

Llegó a la localidad rumana de Lugoj, una localidad de 35.000 habitantes donde un amigo y su esposa lo acogieron en su casa, a una hora de viaje en coche de la conocida ciudad de Timisoara, hasta que el 13 de agosto fue detenido. Luego fue entregado a las autoridades españolas e ingresó el 6 de septiembre en la cárcel de Estremera, adonde ha vuelto tras varios años en el centro penitenciario de Herrera de la Mancha, en Manzanares (Ciudad Real).

Perfil antisocial

Para Marta Prieto, experta en criminología y delitos sexuales, la violencia de género se perpetra desde la superioridad de un hombre, el deseo de control y dominio sobre la mujer, a la que considera inferior: "Eso debió de pensar Morate cuando decidió eliminar a Maryna, una mujer joven y valiente, que había decidido librarse del yugo de la violencia y el abuso que sufría desde hacía años en su relación con Sergio".

Describe a este asesino como "una persona violenta con un claro perfil antisocial y depredador serial de perfiles vulnerables. Una vida criminal forjada a golpe de delito y abuso". Directora del podcast 'La Senda Esférica', Marta Prieto recuerda que, después de que Morate cumpliese una condena por retención ilegal y "torturas" a su pareja, tuvo una segunda por tenencia y distribución de "material de abuso sexual infantil -"porque un menor nunca consiente, no está capacitado", precisa-, aunque en esta ocasión el criminal se libró de la cárcel.

"Con Maryna tendría que hacerlo bien, y esta vez decidió no dejar pruebas: una mujer viva que pudiese declarar era un peligro. Esta vez tendría que matarla y hacerla desaparecer", continúa Marta Prieto, aunque hubo un elemento con el que no contaba en el plan: la presencia de Laura, a la que también ejecutó vilmente.

Llegada de Sergio Morate a la Audiencia Provincial de Cuenca. EL ESPAÑOL

No quiso declarar en la primera jornada del juicio y fue condenado en noviembre de 2017 a 48 años de prisión por este doble asesinato. Ha cumplido una parte de la pena en Herrera de la Mancha hasta que hace unos meses se le trasladó a la cárcel de Estremera, donde trabaja medio millar de funcionarios y hay 1300 internos. Su cambio no se debió a motivos personales, sino a unas obras en el penal manchego que podrían prolongarse un par de años, por lo que Morate y otros internos fueron derivados a otros centros.

En la cárcel de la población madrileña, está recluido en una celda del módulo 5, uno considerado intermedio. No es para presos conflictivos ni tampoco para los denominados de respeto: una unidad donde los penados asumen un compromiso mayor con las normas de convivencia y el buen funcionamiento del centro a cambio de ciertos beneficios.

El asesino de Laura y Maryna pasa desapercibido. Tiene algunas sanciones, pero sin importancia. Su vida es como la de cualquier interno del centenar largo que hay en su módulo masificado, donde comparten habitáculo cada dos.

Rutina diaria

El día comienza temprano. Después de la apertura de celdas y el recuento de presos, Morate baja a desayunar a partir de las ocho y cuarto. Lo hace en un comedor, que también cuenta con un patio individualizado para cada módulo.

Luego comienzan las actividades si están apuntados voluntariamente. En el caso de "ir a la escuela" para obtener alguna titulación formativa, salen del módulo y se dirigen a las aulas del área sociocultural. Sucede igualmente si están inscritos en actividades deportivas, como fútbol, baloncesto, voleibol o boxeo, y van al gimnasio. Siempre bajo la supervisión de los funcionarios de prisiones y monitores que envían fundaciones como la del Real Madrid o del Atlético de Madrid, o de asociaciones de ONG.

Si no realizan nada de eso, permanecen en el módulo, que además de un gimnasio dispone de una sala de lectura y de algún taller para manualidades, con un educador, un trabajador social y un psicólogo pendientes de los presos. Morate, de 41 años, no está apuntado a ninguna actividad y solamente tiene permiso para estudiar en su celda.

Cárcel de Estremera. EFE

Sobre la una de la tarde, Morate y los demás reclusos entran en el comedor, donde los carros pasan con el menú del día. Después de la comida, suben a las celdas media hora después para el tiempo de descanso y vuelven a salir: en invierno, a las cuatro y media; en verano, a las cinco.

Hasta la cena, dedican el tiempo a actividades similares a las de la mañana o a otras, denominadas "de tratamiento", que están relacionadas con el delito que cometieron y que se desarrollan un día o dos a la semana. Si no es así, como sucede en el caso de Morate, conviven en el módulo, donde se cena a las siete de la tarde. Morate, como el resto de sus compañeros, sube después a la celda y, tras el recuento, a dormir hasta el nuevo día.

Esta rutina varía algo los sábados, porque los reclusos pueden ir a la misa católica, y entre semana, al culto evangélico. Por seguridad, a los imanes no se les permite entrar. "Se probó en su día y era un foco de radicalización islámica", señalan fuentes sindicales.

"No existe justicia"

No ha trascendido si Morate ha contado a los presos de Estremera lo mismo que dijo a reclusos de Herrera de la Mancha durante unos encuentros en los que participaron José Bretón, condenado a 40 años por el asesinato de sus hijos de dos y seis años, y Miguel Carcaño, sentenciado a 21 años por el asesinato de Marta del Castillo.

Entonces, sí admitió arrepentirse del doble crimen, según desveló El Mundo en 2021, pero estuvo crítico con su situación: "No existe la justicia, porque depende del momento en que te condenen, te cae una pena u otra". En su caso fue por asesinar a sangre fría a Maryna y Laura hace 10 años.