El artículo arranca con frases rotundas y duras: "Antes de ser maricón era el `maricón´. Quiero decir que antes de que yo tuviera claro que me atraían los hombres los demás ya lo daban por supuesto. Quizás porque me gustaba pasar más tiempo con las niñas. O porque era un negado para el fútbol. O porque era un poco afeminado. El caso es que desde muy pequeño me ha acompañado esa palabra y similares: `marica´, `moña´, `sarasa´".

Le ocurrió lo que por desgracia les ocurre a otros muchos niños en España y en el mundo. "Cuando escribí mi primera novela, La vida iba en serio, y tuve que recordar mis años de infancia, me provocó dolor. Mucho dolor. Recordar el miedo a que mis padres se enterasen de cómo me llamaban. A defraudarlos. A que se sintieran avergonzados por mi culpa".

"No fui capaz de compartir mi secreto con ningún miembro de mi familia, eran otros tiempos. Sin embargo, ahora creo que, pese a todo, tuve suerte. Porque conforme han ido pasando los años me he dado cuenta de que el sufrimiento fue soportable. A veces me provocaba mucha angustia. Y miedo. Y soledad. Y ansiedad. Pero tengo que decir que no sufrí acoso en el colegio. Que no me pegaron por ser marica. Que lo utilizaban como un insulto, pero no me hicieron la vida imposible", escribe el presentador.

Sin embargo, no es optimista. "Otra cosa es que ninguna persona tenga que vivir atormentada por su condición sexual, pero, viendo los últimos acontecimientos, eso es una utopía. Lo que me produce auténtico pavor es que vayan pasando los años y, en vez de avanzar, retrocedamos".

"Parece que volvamos ahora a la casilla de salida del oscurantismo", afirma.

Y cree saber por qué: "Yo tengo varias teorías, pero hay una que me cabrea especialmente porque demuestra que hemos sido muy torpes. Y es que no entiendo cómo hemos sido tan permisivos con esos discursos que atentaban contra nuestra dignidad. Las radios, las televisiones, los periódicos, todos los medios de comunicación hemos dado voz a personajes que se han dedicado a sembrar odio y destrucción", por lo que enteinden que "no podemos ser tibios en este asunto. O se está con nosotros o contra nosotros, y el resultado de que se den altavoces a personas que están en nuestra contra ya lo estamos viendo en la calle".

"Si los medios legitimamos esos discursos, también legitimamos la violencia. Nos convertimos en cómplices. Una sociedad que no acepte la diversidad es una sociedad echada a perder. Intolerante. Agresiva. A nadie se le obliga a ser gay. Lo que no debemos tolerar es que se nos rechace por nuestra condición sexual. Que no tengamos los mismos derechos que los demás. Que no podamos vivir en libertad, sin miedo", concluye.