"Me parece la cosa más macabra del mundo. No solo por ella, sino por todos los niños que lo han sufrido y lo sufren.Yo no entiendo cómo puede haber gente tan mala en el universo. Si yo la hubiera conocido, habría intentado ayudarla. ¿Cómo una niña de 14 años puede sufrir el acoso psicológico que recibía? Se burlaban de su cuerpo, pero era una niña normal y corriente".
Violeta habla de Sandra Peña, que se quitó la vida en Sevilla hostigada presuntamente por tres compañeras de colegio. Ella se ve reflejada en este caso, "mi vida ha estado relacionada con el acoso escolar", y ha decidido contar su experiencia a sus 19 años. "Sigue teniendo un escudo muy grande para que no le hagan daño, pero poco a poco irá quitándoselo", advierte su madre.
Durante la entrevista, Violeta se toca su frondoso pelo largo y sus delgadas manos tiemblan a ratos. Por ese hostigamiento que denuncia, ha sufrido regresiones y le han subido la medicación en varias etapas de su joven existencia.
A pesar de todo, el año pasado logró finalizar Secundaria en su casa. Un informe de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil de Toledo certificó que no debía asistir a su instituto durante tres meses, los últimos del cuarto curso.
Con la singular graduación en su piso, Violeta y su madre relatan que cerraron así casi quince años de hostigamientos en la escuela y en dos institutos de la ciudad de Toledo. "Yo me he visto reflejada mucho en esa niña de Sevilla porque toda persona que ha sufrido 'bullying' siempre ha tenido el pensamiento de quitarse la vida", exterioriza. "Lo he tenido muchas veces, pero muchas, sobre todo en etapas muy fuertes de ansiedad, y algunas no las sabe mi madre. Pero yo no lo he hecho porque he tenido conciencia y mucho apoyo. Y esos ataques de pánico y ansiedad han seguido en mi cabeza hasta ahora, que estoy bien".
Se confiesa con su madre enfrente. Ana ha tenido que sobrellevar con lágrimas oír a su hija decir "odio mi vida, me quiero morir". Porque Violeta narra episodios de acoso en dos etapas de su vida. Primero, desde su más tierna infancia, en la etapa infantil, hasta primaria. Siempre la misma hostigadora, que llegó a ser "superamiga", pero que se la jugaba cuando la chavala menos lo esperaba.
"Con una niña coincidió en timidez, en muñecas y en juegos, y se hicieron íntimas amigas", recuerda Ana. "Pero siempre había otra niña alrededor cuya insistencia era separarlas. Cuando las veía por las mañanas en la puerta del colegio agarradas de la mano, se ponía en medio, agarraba a la otra niña y mi hija me miraba como diciendo: 'Mami, ya me ha separado'".
La misma, aseguran, que influyó en cursos superiores para que los compañeros de clase, niñas la mayoría, dejaran de hablar a Violeta, se rieran de ella y la criticaran por cualquier cosa: "Por correr lenta, por ser más torpe a la hora de comprender lo que se explicaba, por mis problemas de espalda, por tener problemas de huesos". Un "acoso psicológico" que se trasladó a las excursiones, en las que le hacían el vacío.
Comienza el acoso
"Tú eres buena, tú eres lista, tú eres importante". Ana siempre decía a su hija esta frase, de la película 'Criadas y señoras', cuando iba al colegio. "Cada mañana, desde que empezaron a hacerle vacíos y a burlarse de ella porque era más lenta, más tímida, menos espabilada o lo que quisieran ver esos compañeros y compañeras. Le decía esa frase para que supiera que ella valía mucho la pena. Pero parece ser que los insultos y desprecios siempre pudieron más".
Ana no recuerda a su hija tan triste como en la etapa entre los 10 y 12 años. "No sonreía por nada ni jugaba; me iba a los recreos muchas veces para verla desde la calle". La madre habló con profesores, pero "me decían que eran cosas de niños o que tenía que aprender a defenderse".
Terminada primaria, Violeta se matriculó en el mismo instituto donde a su hermano le había ido muy bien. Por los antecedentes que tenía, Ana pidió que Violeta estuviera en un aula de Secundaria donde no conociera a nadie. "El primer día, muy bien, muy contenta", rememora la madre, "pero el segundo, en la asignatura optativa de música, coincidió con un niño que en el colegio se había metido mucho con ella". Y a Violeta le volvieron los miedos porque vio que la historia se repetía.
El centro habló con los estudiantes que ella había señalado para que la dejasen de molestar, Violeta se ganó una amiga "y empecé a tener vida social". Pero duró poco, aunque a su madre se lo ocultaba. Ana, sin embargo, acabó enterándose del acoso psicológico a su hija y el instituto abrió un protocolo. Su hija y los alumnos investigados no se juntaban en clase, pero coincidían en el recreo y llegaron a realizar un trabajo en común desde casa en la asignatura de Valores Éticos.
En uno de esos encuentros en el recreo, Violeta hizo una 'peineta' (el dedo corazón extendido y los demás dedos cerrados en un puño) a algunos de sus acosadores, y el gesto tuvo consecuencias. "Me dijeron en el instituto que el protocolo se echaba para atrás, se cerraba", recuerda la progenitora, "porque ella estuvo en igualdad de condiciones porque se defendió". Ana acudió entonces a la Delegación Provincial de Educación y adjuntó un informe psicológico en el que se narraba que su hija se sentía presionada por alumnos, que no quería ir a clase y tenía miedo de salir a la calle.
Cambio de instituto
Hubo cambio de instituto con 13 años, en marzo. Repitió primero y el año después, en segundo, sufrió su primer ataque de ansiedad. "Me levanté de la cama, no podía respirar y tenía hipo, muy alterada". Al día siguiente le ocurrió lo mismo y un médico le confirmó que "había tenido una crisis muy grande que había aparecido de la nada". Le recetó diazepam, su debut en los ansiolíticos, y empezó a faltar a clase con la comprensión de sus profesores, que "me trataron de maravilla".
Superó el curso y en tercero, "una clase perfecta", entró en un programa de diversificación curricular para alumnos con dificultades de aprendizaje. También su madre la llevó a Cecap, una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es ayudar a personas en riesgo de vulnerabilidad. Violeta contó a la psicóloga sus pensamientos y sentimientos de inutilidad e incapacidad "relacionados con el ámbito educativo", con cambios emocionales bruscos, mientras tenía episodios en los que se rascaba las piernas, se levantaba la piel y se hacía heridas "para intentar quitarme el dolor mental".
Aunque tuvo un intento de autolesión, que pudo haber sido por imitación según les dijo un especialista, Violeta recuerda ese curso como "el mejor de mi vida". "Me operaron de la espalda, todo el mundo se preocupó de mí, me llamaron por teléfono desde clase al hospital y hasta me hicieron una pancarta deseándome que me recuperara", encadena con una sonrisa.
En cuarto, un hecho la desestabilizó completamente en el último trimestre. Era el 28 de abril de 2023, cerca del Teatro de Rojas: "Vi a unos chicos y me vino un 'flashback'. Eran antiguos compañeros que me habían acosado en el instituto y mi mente volvió al pasado, como si se abriera una herida. Empecé a gritar que me sacaran de allí, me metieron en el teatro y me puse a llorar".
Ataques psicóticos
Se recuperó, pero el 1 de mayo, cuando esperaba un autobús, sufrió ataques psicóticos. Estuvo dos días en el servicio de Urgencias Psiquiátricas del Complejo Hospitalario de Toledo, según se recoge en los informes. En la primera visita, contó el nefasto encuentro con sus compañeros del exinstituto y llegó a decir que veía a una persona en la sala a su izquierda, pero que no la identificaba. En realidad, no había nadie.
En la segunda ocasión, 15 horas después, entró hiperventilando, con mucho miedo y relatando que veía sombras. "¡Ya vienen, ya vienen!", repetía con la respiración entrecortada y un temblor intenso.
Esa semana no fue el último episodio. Regresó cinco días después, a medianoche, con un llanto constante, diciendo que veía "un hombre muerto en el suelo" y que ella tenía las manos "llenas de sangre", con pánico a que "me vuelvan a hacer daño". Violeta lo revive como si estuviera en el salón de su casa: "Parecía que estaba en una película de miedo. Veía gente sin cara, me tapaba los oídos y me gritaban: '¡Has sido tú, tú la has matado!'. Y yo respondía que no había sido y pedía ayuda a mis padres, que estaban conmigo. Yo me estaba volviendo loca y no reconocía a mi madre".
Repitió cuarto de la ESO, continuaron sus ataques de ansiedad y volvieron los miedos. Un informe de la psicóloga del servicio de capacitación Cecap, fechado en febrero de 2024, así lo recoge: "Refiere vivir situaciones de hostigamiento y molestia por parte de dos compañeras de clases desde hace aproximadamente dos semanas".
Trabajadora y responsable con sus obligaciones, estaba triste, temerosa y no quería salir de casa. "Ha manifestado en varias ocasiones que hay compañeras en clase que la molestan. Las alumnas reconocen que le hacen cosas, pero, según ellas, sin mala intención. Se les ha avisado que no todo el mundo entiende las mismas bromas y no deben hacerlo", queda reflejado en el acta de una reunión con los padres de Violeta en el instituto donde estudiaba.
El 3 de abril de 2024, la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil de Toledo certificó que Violeta no podía asistir a su centro educativo durante tres meses. "En este momento", se lee en un informe, "le cuesta mantener asistencia escolar regular por sintomatología ansiosa, temor intenso a ser objeto de críticas, acoso por parte de los compañeros a pesar de la intervención realizada en el grupo de clase". Y se recomienda "mantener la actividad académica, establecer un plan de trabajo para realizar en casa y programar la evaluación en el centro educativo que permita mantener hábito de trabajo y logro de objetivos curriculares".
Coincidió con el final del último curso de Secundaria, y su madre propuso que estudiara en casa y fuera al centro a examinarse. Con una profesora particular, dos familiares y los apuntes que le enviaban desde el instituto, preparó las asignaturas. Volcada en sus estudios, recibió otro revés poco después: el centro telefoneó a su madre para informarle de que se iba contando que Violeta subía fotografías en ropa interior a un grupo en redes sociales. Pero en realidad ese grupo no existía, todo era mentira.
Una graduación en casa
Se sobrepuso, hizo los exámenes en un despacho del instituto y aprobó todo. Pero no fue al acto de graduación porque no la avisaron. Ana reaccionó y le organizó una fiesta por todo lo alto en casa, a la que invitaron a tres profesoras, unas amigas y la familia, detallan madre e hija mientras muestran la fotografía de Violeta en la orla de aquel curso.
Medicada con ansiolíticos desde los 14 años, a la misma edad que Sandra Peña se suicidó, Violeta pesaba 72 kilos y ahora está casi irreconocible porque ha perdido 12. Quiere ser maquilladora profesional y sus consultas al psicólogo las compagina con los estudios en una academia privada de estética y belleza, donde "no tengo molestias. ¡Qué tranquilidad!".
Como epílogo a esta historia, la frase en inglés de la película 'Star Wars' que su madre lleva tatuada en su antebrazo derecho: 'May the Force be with you'. Que la fuerza te acompañe, Violeta.
